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Tibisay Lucena: mujer de temple (…y con un cohete)

Desde que asumió la presidencia del CNE, Lucena se ha convertido en una de las personas más insultadas y maltratadas por la oposición nacional y extranjera

La presidenta del Consejo Nacional Electoral se sobrepone a las dificultades y a las infamias que le han llovido desde que llegó al cargo, en 2006. Con su tatuaje en lo alto de la espalda y los labios siempre bien pintados (para lo que no necesita espejo), es una especialista en poner a correr a todos sus colaboradores.

Los únicos seres lentos que conviven con Tibisay Lucena son sus morrocoyas. Pero aun ellas le obedecen porque reconocen su voz, algo no muy común en este tipo de mascotas. El resto de quienes la rodean tiene que moverse rápido, porque la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) es de esas mujeres que no da tregua a sus colaboradores. “Tiene un cohete en el que te conté y nos carga a todos locos”, confía una de las víctimas, aunque entre risas.

En eso de ser exigente y trabajar sin parar, Lucena predica con el ejemplo. No se hace concesiones a sí misma, cuando otras personas, en su lugar, hubiesen cedido ante el dolor físico o frente a las infamias continuadas de eso que llaman la canalla mediática.

“Ella, para mí, es el ejemplo del temple de un ser humano”, dice la ex contralora general de la República, Adelina González, a quien le tocó compartir con Lucena muchas faenas como jefas de dos de los cinco poderes constitucionales de Venezuela (Electoral y Ciudadano).

Socióloga egresada de la Universidad Central de Venezuela, magíster y PhD por la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales de Nueva York, Lucena llegó al Consejo Nacional Electoral con sobrados méritos pues, además, venía de ser profesora del postgrado en Procesos Electorales de la UCV. En el organismo electoral venezolano ha hecho carrera desde 1999, cuando ingresó como rectora suplente, designada por la Asamblea Nacional Constituyente. En 2006 pasó a ocupar la presidencia del CNE, cargo que mantuvo tras ser renovado su mandato en 2014, por decisión del Tribunal Supremo de Justicia, luego de que las fuerzas políticas representadas en la Asamblea Nacional no pudieron ponerse de acuerdo para designar a los nuevos rectores.

Desde que asumió la presidencia del CNE, Lucena se ha convertido en una de las personas más insultadas y maltratadas por la oposición nacional y extranjera. Los dirigentes de los partidos políticos contrarrevolucionarios la acusan de parcialidad, aunque le tocó a ella ser el árbitro en el único proceso electoral nacional que perdió el comandante Hugo Chávez: el referendo para la reforma constitucional de 2007. También ha sido la voz que ha dado el veredicto favorable a gobernadores, alcaldes y diputados antichavistas electos en estos años. En cuanto a los opositores extranjeros, se han cebado con la rectora, sumándose a las peores campañas de descrédito.

No ha habido aspecto de la vida de Lucena que sus fanatizados enemigos hayan dejado fuera de su paleta de maledicencias.

Especialmente insidiosos y crueles han sido en lo que respecta a su salud. La forma como este tema ha sido tratado solo es comparable —en ruindad y bajeza— con la que se le dio a la enfermedad del presidente Hugo Chávez, lo que es bastante decir.

Tampoco han desaprovechado asuntos personales, como su amistad con el exitoso actor Édgar Ramírez, tema que nutrió los chismes farandulero-políticos durante meses. Los comentarios que inundaron las redes sociales con respecto a este asunto pueden aspirar a ganar cualquier competencia que se abra sobre contenidos discriminadores y segregacionistas. Igual que ocurre con respecto a los asuntos propiamente políticos, a ella este tipo de invectivas parece no afectarle. Sigue su rumbo sin reparar en las habladurías estúpidas.

Esas mismas descalificaciones afloraron recientemente, a propósito de que la funcionaria aceptó la invitación para subirse al escenario, luego de muchos años, a tocar el violonchelo junto a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, nada menos que bajo la dirección de su paisano Gustavo Dudamel. Sin pararle a las murmuraciones, Lucena demostró por qué a Barquisimeto la nombran “Capital Musical de Venezuela”.

Su capacidad para mantener la compostura ha sido probada y comprobada en las circunstancias más complejas. Los periodistas que cubren la fuente del CNE han sido testigos de eso, pues ha desarrollado la virtud de asimilar cualquier pregunta —bien o malintencionada—, digerirla y sobrevolar dialécticamente al interrogador. “Nadie la saca de su zona de respuesta”, comenta un veterano periodista que varias veces lo ha intentado.

“Es una tipa muy femenina, nunca sale sin pintarse la boca, y lo hace sin necesidad de espejo”, comenta fascinada una colaboradora.

Un fotógrafo, que ha aprendido a psicoanalizar a las personas a las que retrata, asegura que la doctora tiene tremenda personalidad, se siente bien con ella misma. “La mejor prueba es el tatuaje que tiene en la espalda, cerquita de la nuca”. ¡Qué detalle!

TIBISAY

 • CLODOHER@YAHOO.COM

ILUSTRACIÓN: ALFREDO RAJOY

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