Carta abierta: Escucha, querido Dudamel
Como a ti, a mí me duelen todos los muertos por igual, y los huérfanos y las madres sin hijos, y los amores que ahora vivirán en luto eterno
Querido Dudamel,
También yo cedo a la necesidad de escribirte una réplica pública. Es natural, viniendo de alguien que ama y hace por este país, que tus palabras sean consideradas y respondidas al punto. Sé que tu manifiesto tenía la intención de repudiar la violencia. Como tú, también yo la deploro con mi vida, y como nosotros dos, el 85% de los venezolanos y venezolanas rechaza el envilecimiento, el derramamiento de sangre y el odio entre hermanos.
Sin embargo, este poderosísimo punto en común, Gustavo, pareciera no ser hoy suficiente para que la convivencia pacífica y el pensamiento político se impongan a la intolerancia y al ánimo beligerante de un pequeño sector muy bien identificado en su discurso y en sus acciones. Me pregunto por qué al hacer tu llamado obvias sus nombres y sus señas y en cambio responsabilizas al presidente Nicolás Maduro, vaya ironía, quien ha insistido pública y reiteradamente en el diálogo, el respeto de las reglas democráticas y la razón política. Al leer tu sesgado pronunciamiento, y al leer también los airados comentarios que despertó tu manifiesto en ese mismo sector que por años te ha perseguido con calumnias y descalificaciones deleznables; me convenzo de que lo único que puede garantizar una feliz convivencia, es el retorno a la verdad. Estarás de acuerdo conmigo en que no hay violencia tan voraz como la mentira. Donde ella impera no hay humanidad: puede haber gentes, puede haber sociedades, sistemas, pero no humanidad.
Como a ti, a mí me duelen todos los muertos por igual, y los huérfanos y las madres sin hijos, y los amores que ahora vivirán en luto eterno. Los estudiantes que fueron a una manifestación llamada pacífica emboscados por terroristas, los guardias nacionales cazados por francotiradores, las personas que sin participar de la reyerta aumentaron el saldo de los daños colaterales de quienes planificaron esta aventura fratricida. No puede dolerme uno más que otro. Y esta herida que es colectiva sólo sana con la verdad. Pronto sabremos de dónde vino el balín homicida que eligió a Armando Cañizales y a Juan Pablo Pernalete, a Carlos José Moreno y al sargento Neumar Sanclemente; así como hoy sabemos quién asesinó a Paola Ramírez y Almelina Carrillo. Pronto se caerán las capuchas y veremos el rostro de los terroristas que han puesto en las vías de nuestras ciudades trampas donde muchos perdieron la vida sin saber por qué. Queremos que cese la violencia, Gustavo, y que el mundo conozca la verdad de lo ocurrido, sólo así, con justicia, habrá paz.
Atribuyo a tu conmoción la falacia y la injusticia que abunda en tu pronunciamiento y por el bien común que invocas me permito responderte:
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Pones en duda la salud de nuestra democracia y te olvidas de que el proceso bolivariano ha celebrado en 18 años 20 elecciones y en cada una de ellas el pueblo ha expresado su voluntad colectiva libremente. Más allá de esto, cuando no han sido suficientes las victorias electorales y el reconocimiento de las derrotas para la estabilidad institucional, tanto el presidente Chávez como el presidente Nicolás Maduro demostraron su talante democrático invitando al diálogo y la convivencia nacional. Precisamente, Gustavo, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente no es otra cosa que una salida constitucional y democrática pensada en función de la paz social, donde los venezolanos y venezolanas (ese 85% comprometido con la paz) podremos ejercer soberanamente la solución política frente a la amenaza de la guerra. No conozco otro mandatario que confíe tanto en su pueblo como para entregarle, en un momento tan crucial, las riendas de su propio destino.
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Pides instrumentos musicales y libros a quien nunca ha tenido coto ni límite a la hora garantizar el acceso a los bienes culturales y al conocimiento. Puedes decir que cuando se trata de cultura y educación nunca es suficiente, bien, pero cómo no reconocer antes el esplendor cultural que se despertó y se vive aún al calor de la revolución. Son, contigo, 800 mil almas inscritas en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles ¿Cómo puedes omitir la verdad que te hizo posible a ti y tantos de nosotros? El Sistema es uno entre decenas de programas que ha impulsado el proceso bolivariano con el fin de garantizar el acceso democrático y popular al bien, a la belleza, y a la verdad que reclamas. En qué país del mundo que conozcas se han distribuido 16 millones de libros de literatura, arte, ciencias sociales y filosofía gratuitamente, y qué sistema educativo prevé la distribución gratuita de 40 millones de libros de textos y 5 millones decomputadoras escolares (Canaimitas). ¿Qué presidente funda él mismo movimientos de teatro como el César Rengifo que hoy incluye a 300 mil niños y niñas de todo el país? Dime dónde como acá se rescatan casas de cultura, teatros, galerías y espacios de arte con vocación social. Tú sabes que en Venezuela el dinero no decide quién lee, quién entra al teatro, quién será músico o director y quién no: porque la cultura es un derecho constitucional. No decir esto es mentir un poco.
En el fondo es el afecto lo que me lleva a escribirte. Si me permito en esta esquela rebatir tus opiniones, no es porque tenga la aspiración de convencerte de nada: lo hago porque creo inexorable que los escritores, músicos, intelectuales, cultores y artistas, asumamos de una buena vez nuestra responsabilidad social con el diálogo y sobre todo con la verdad: impongamos su dimensión ética ante la amenaza real de un desbordamiento de la violencia y la instauración del terrorismo. Tú puedes hacer mucho más que condenar la violencia, vamos a construir una paz fuerte, un país cada vez más justo. Tus ideas son necesarias para ampliar los derechos culturales: porque vemos las cosas de modos diferentes, pero amamos lo mismo, te invito a ser parte de esta constituyente.
Yo no quiero que dejes de alzar la voz, Gustavo, al contrario, vengo a invitarte a hablar: háblale a todo el país y no a una parte. Y como buen director pon tu oído absoluto al servicio de todas las voces.
Sé de nuevo la batuta de la orquesta Tricolor: ese que logra crear armonía allí donde hay diversidad, que puede hacer de muchos sonidos una sola pero infinita melodía.
Por lo que nos une,
Freddy Ñáñez.