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América Bracho: “El futuro se construye ahora”

Cuando hoy, a las 9:00 am, en la Casa de las Primeras Letras Simón Rodríguez, y junto a otros dos grandes maestros, Luis Cipriano Rodríguez y Ramón Tovar, la educadora zuliana, de 89 años de edad, reciba el aplauso cálido y sostenido, la Patria toda estará en paz consigo misma, y el sol, ah, el sol, aunque esté nublado o lluvioso el cielo, entenderá el círculo mágico resplandeciente, por qué sale todas las mañanas indicando el inicio del día, y señalando que ya es hora de ir a clases

De entrada se ofrecerá disculpas a los lectores, merecedores del mayor de los respetos, porque que una entrevistada le saque, sin proponérselo, lágrimas al entrevistador a minutos de haber empezado la conversación, deja en evidencia que el encuentro se irá por el derrotero, sin reservas, de la admiración, casi devoción, y la mayor de la correspondencia amorosa, todo esto a pesar de estar juntos por primera vez en la vida.

TODOS TENEMOS HISTORIAS

─ Antes que nada, profesora, quisiera que me guíe usted misma a través de sus textos. ¿Qué debería leer para conocer el espíritu pedagógico de América Bracho?

─ Noemí (se dirige a Noemí Frías, que es  su colega y amiga, pero además de eso, o más que eso, los ojos que velan por ella), hazme el favor de subir a mi cuarto y busca mis libros y el cojincito azul. No te preocupes por la perra que no te hará nada, ya te conoce de sobra.

─ Ah, tiene una perra. ¿De qué raza es?

─ Pues por supuesto que una cacri. Aquí no entra la burguesía. Ni siquiera entre los perros. Uno tiene que ser integral en todo. Llegó a esta casa siendo una cachorrita. Vuelva a la casa otro día y le cuento su historia…

─ Porque hasta los perros tienen historia, ¿no?

─ ¡Claro! ¡Todos tenemos historia! Desde que nacemos todos somos seres históricos. El niño es un ser participativo y protagónico desde su infancia.  Uno crece, ya sea en la adversidad o en la bondad del ambiente, aunque, obvio, no es exactamente igual el desarrollo de un niño que nace y crece por allá en el barrio al que nace y se desarrolla en esta urbanización de clase media, donde viven muchos que se creen burgueses, pero no lo son.  Y así, por lo tanto, tampoco van a ser iguales sus participaciones en la historia.  Claro que siempre hubo, en el transcurso de la historia, excepciones importantísimas. Carlos Marx, por ejemplo, no fue proletario y mira lo que salió. Engels, que era más rico que él, se dedicó a darle su riqueza a aquello que descubrió en él, a ese  Carlos Marx para que creciera y así él crecer también a su lado.

INCISO

“Maravillas de la naturaleza y de la creatividad humana. Lecturas cortas y amenas para niñas, niños y adolescentes”, es uno de los títulos de esta profesora egresada del Instituto Pedagógico Nacional, maestra durante años (incontables, dice ella), de los colegios y liceos más importantes de la capital. Un título que debería ser distribuido de manera permanente, sistemática, incansable. Un título que lleva en su primera página un epígrafe de ese otro gran maestro que fue Luis Beltrán Prieto Figueroa: “Vivir, sin duda, es más importante que leer, pero leer ayuda a vivir con plenitud, contribuye a hacer la vida más hermosa, más amplia, más generosa. Leer es también una forma de vivir, cuando de las lecturas extraemos ideas que auxilian nuestra acción y que, enriqueciendo nuestra experiencia, la hacen más eficaz y más valiosa”.

 

A LA CÁRCEL RECIÉN NACIDA

─Lo que uno siempre se pregunta es si se ha aprovechan todas las experiencias que se van acumulando en uno, ¿no?

─Yo aproveché todas mis vivencias de la infancia que tuve con Juan Vicente Gómez en el poder. Me calé la historia vivida de un miembro de la generación del 28. Ayer estaba hablando de todo eso por una circunstancia particular, por un niño que tiene a su papa preso ahorita, pero por otras razones. Yo visité por primera vez una cárcel cuando tenía un año de nacida. Mi padre estaba preso y permitieron que lo visitara su única hija.

‒ ¿Por qué estaba preso su padre?

‒ En Maracaibo, que es de donde procedemos, había un grupo literario que se llamaba Seremos, del cual formaba parte mi padre, Gabriel Bracho Montiel. Se reunían con cierta frecuencia para discutir sus cuentos sus poemas, las cosas que escribían. Y del país, claro. Cuando estalla la cosa en Caracas ellos asumen que es el momento de hacer algo. Entonces deciden tomar las plazas. Escogen para que hable a Isidro Ovalles, quien era presidente de la Sociedad Bolivariana, para que hable en la plaza Baralt. Pensaron que esa condición despertaría cierto respeto. Acordaron que serían unas palabras cautelosas, profundas, pero prudentes. Vamos, que no exagerara. Pero cuando vio que el pueblo estaba ahí, entusiasta, prendido, la plaza desbordando, empezó a despotricar contra el régimen. En fin, yo tenía cuatro meses de haber nacido.

La policía los apresaron a él, a mi padre y a otros. Pasaron dos años presos en el cuartel con los grillos pegados a los pies.

‒¿Pero por cuál delito?

‒Por hablar. Por haber hablado contra el régimen en la plaza Bolívar. Eso en esa época era gravísimo. No como se trata ahora a los opositores que dicen y dicen y no les pasa nada. Ah, pero se sienten agredidos, y si les quitan el teléfono celular están ya torturados.

‒¿Y usted estuvo presa?

‒Yo empecé a militar, en el Partido Comunista, en 1948, cuando estaba en el tercer año de bachillerato, en el liceo Andrés Bello. No me inscribí en la Juventud Comunista porque aún no la habían fundado. ¡Figúrate lo jovencita que estaba! Te cuento: Había un camarada que se llamaba Francisco Mieres, un gran amigo mío, pero la verdad verdad era que yo estaba enamorada de ese muchacho. Era bello. Un día nos mandaron una tarea que consistía en sabotear en el cine Ayacucho la proyección de una película que trataba acerca de La Cortina de Hierro, que era por supuesto contra la Unión Soviética.

Llevábamos un líquido muy hediondo que en esa época se llamaba “peo líquido”, lo tirábamos después de que empezaba la película y nos salíamos. Los espectadores no aguantaban el mal olor y salían asqueados. Pero un día la policía de ese entonces agarró a Francisco y empezaron a darle una paliza. Yo no lo pensé dos veces y cuando vi eso le salté encima, lo abracé con todas mis fuerzas. Quería evitar ese abuso a toda costa. Estuve por eso presa unas pocas horas. Pero luego, claro, vinieron otras…

EL FUTURO SE CONSTRUYE AHORA

‒¿Sigue militando?

‒Milité en el Partido Comunista hasta que se dividió el partido. Unos se fueron para un lado, y otros para otro lado.

‒Usted se vino a la casa.

‒Yo moriré siendo comunista. Pero deberíamos hablar del presente, ¿no le parece?

‒Me parece, y aceptando lo reiterativo, ¿qué le parece el presente?

‒Yo no me imaginé nunca que iba a ver esto. Aquellas célebres palabras de aquel gran hombre cuando asume la responsabilidad de lo que había pasado el 4 de febrero, esas palabras resuenan en el oído del pueblo venezolano que tenga menos edad que yo y más edad que yo, y que van a resonar en la historia del resto que nos queda. El futuro se construye ahora. Y yo creo que va bien la construcción. ¿Qué tiene errores? Sí, por supuesto, y nosotros mismos tenemos que criticarlos. Hay muchas cosas que a mí no me gustan pero son cosas intrascendentes.

Lo trascendente, lo fuerte, lo necesario, lo correcto, es lo que se está haciendo, no lo dude. No podemos sino arriesgarnos. Voy a votar. Mira, si yo tengo que llegar allí reptando, reptando voy.  Pero yo voy a votar, así sea un votico hace falta. Nosotros no nos podemos llenar de victoria antes de tiempo. El triunfalismo es muy peligroso. Y todo esto en esta casa no termina en mí. Mis hijos son revolucionarios. El que tiene hijos y tiene conciencia revolucionaria tiene el deber revolucionario de enseñarle a sus hijos los valores que corresponden al socialismo.

‒Emociona escucharla hablar como una joven.

‒Ay, yo solamente tengo 89 años.

COMENTARIO

Pocas veces, muy pocas veces en su carrera, el reportero percibe el entusiasmo que concita su pauta, tal como sucedió con el caso de América Bracho. Desde Pedro Calzadilla, Elsa Esperanza Gualdrón, Enrique Nóbrega, Luis Felipe Pellicer, la misma Noemí Frías, por supuesto, pasando por todos los historiadores e investigadores que construyen día a día el Centro Nacional de Historia, pasando por todos los que habitan las instituciones vinculadas al saber, hasta la historiadora Gema que se brinda gustosa en la transcripción de la entrevista, entre tantos otros, quieren saber más de quien a lo largo de toda su vida se preocupó porque los demás sepan.

 

"Mis hijos son revolucionarios"

COMUNA O NADA

‒¿La puedo azuzar un poquito para que esta no sea una entrevista complaciente?

‒¡Claro!

‒¿Qué puede tener usted de revolucionaria a su edad?

‒Todo lo que yo pueda darles a las nuevas generaciones de lo revolucionaria que fui, de lo revolucionaria que soy y de lo revolucionaria que seré cuando ya no esté.

‒Esa es la historia.

‒Esa es la historia. Yo siempre he dicho. ¿Qué talanquera puede brincar uno si en realidad no hay? Nosotros no tenemos talanqueras, no podemos brincar para ninguna parte.

‒¿Cuántos años son dedicados a la docencia?

‒Yo creo que toda la vida.

‒¿Y cuántos alumnos?

‒¡Uf! Lo más curioso es que todos me quieren aún.

‒¿Y sabe que me consta? No hay quien no hable maravillas de usted. ¿Qué le dice esto a estas alturas de la vida?

 

‒Es una  inmensa responsabilidad.

‒¿Qué clase le faltó por impartir?

‒Te parecerá sorprendente pero me atrevo a decir que ninguna.

‒¿Cuál conocimiento que haya transmitido le despierta mayor orgullo?

‒La decencia. Hasta mis exalumnos que en estos momentos son opositores tienen un comportamiento social decente. Eso a mí me enorgullece. Quizás por eso sea el homenaje. Y lo agradezco. Pero lo que más agradezco es que exista la oportunidad (agarra el antebrazo del periodista y lo acaricia) de esto, porque el amor se demuestra así, entra por la piel, por los oídos, por los ojos. No tenemos que perder eso.

‒Nómbreme una lección que haya aprendido de sus alumnos.

‒Tengo muchas, son muchas. Pero hay una que es la más relevante y la recibí de uno de los exalumnos que más he admirado, que es Ricardo Menéndez. Pero esa enseñanza hoy no te la puede revelar. Algún día la haré pública.

‒Si no me lo dice seré raspado en mi condición de periodista.

‒Ah, pero qué importa que te raspen, si tú te sabes superar. Lo importante es que sepas, no que te raspen. No es terrible sacar notas malas, lo terrible  es no superar las notas malas.

‒¿Hay algo que detestaba de impartir clases?

‒Hacer los exámenes. No por el trabajo de revisarlos, eso es absurdo, sino porque lo considero algo arbitrario y anacrónico. Debemos revisar permanentemente todo lo relativo a la enseñanza. Hace poco estuve en el Centro Nacional de Historia, el trabajo que se realiza allí es fabuloso, y les recordaba a los muchachos que una cosa es ser historiador y otra enseñar historia. Hay que ver lo que han hecho los historiadores en el pasado en este país. Por eso muy bueno que exista ese Centro y todo lo concerniente a la visibilización de la historia insurgente, la historia que mantuvieron oculta, la historia que nos negaron intencionalmente. ¿Y qué mejor que leer a todos los que colaboran en esa revista que se llama Memorias?

‒El lema del 13 Congreso Nacional de Historia se inspira en lo que podría llamarse el espíritu filosófico del Centro Nacional de Historia: El pueblo haciendo historia.

‒¡Es que el único que hace historia es el pueblo! Pero todo pueblo necesita un líder, por supuesto, pero el líder sin pueblo no hace historia. Lo grande que tiene este proceso es el pueblo, lo grande que tuvo el líder que nos mataron, porque ese señor no se murió sino que lo mataron, es que  dijo: Comuna o nada.

LLAMADO

Aunque se molesten los dioses (que al parecer están muchas veces entre los humanos para molestarse) un gobierno revolucionario debería proponerse seriamente clonar a ciertos maestros. Proceder con los avances científicos más descollantes a reproducir a estos próceres vivos, a estos seres excepcionales, que han vivido aprendiendo para que vivamos nosotros sabiendo.

LA VERDADERA MESA

‒Se han cumplido 18 años de la declaración que nos posiciona como país libre de analfabetismo. Es un orgullo, pero también un reto, ¿no?

‒¡Siempre! Todo Estado tiene, o debe tener,  una mesa de cuatro patas: educación, salud, economía y sociedad. Tú no puedes serruchar ninguna de esas patas porque entonces no tienes una mesa segura, y hasta es posible que no se sostenga en pie. Educación en primer lugar, porque para tener salud el que distribuye la salud y el que enseña a cómo curar tuvo que ser educado.

‒¿Y la cultura?

‒La cultura es todo. La mesa y los demás muebles. No hemos dejado esta mañana de hablar de cultura.

‒Me quedó esta pregunta atragantada. Un autor, el abolicionista Wendell Phillips, afirmó que “las revoluciones no se hacen, ellas vienen”. ¿Está de acuerdo con él?

‒En parte, sí. El pueblo es quien hace las revoluciones. El dirigente las piensa pero sin pueblo nos las puede realizar. Es decir, Chávez no hubiese podido hacer esto si no hubiese contado con un pueblo. Cuando él dice esa frase extraordinaria y que era cierta: “Yo soy un pueblo”, ya era un pueblo, pero un poquito antes no era un pueblo. Él se convirtió en pueblo cuando el pueblo se hizo revolucionario, sino no tendríamos esto. El peligro está en que nosotros le tenemos que fortalecer las cuatro patas a la mesa y hay una pata más que está ahí, pero no se ve: esa quinta pata es el pueblo.

APUNTE

No hay consonancia alguna entre su fragilidad física, su liviandad corpórea, su andar, tan pausado como lento, y la fuerza arrolladora de su palabra, de su voz que copa la sala, que llama la atención del pájaro que montado más allá de la ventana se siente aludido. Quizá sea el equilibrio que le propuso la naturaleza al darle ese cuerpo, casi transparente, vislumbrando que en ese organismo viviría un volcán de ideas y sentimientos. Tanta energía, tanta lava emocional vertida en generaciones y generaciones de venezolanos. Después hay quién se pregunta, como sorprendido, por qué este pueblo es tan arrecho…

 

Retrato de su padre, Gabriel Bracho Montiel

¿QUÉ ES EL HOMBRE?

‒¿Usted se enteró de que en España están sacando del programa la enseñanza de la Filosofía como materia obligatoria? Es decir el pensar, el comprender, el buscar, el preguntar, el razonar…

‒¡Imagínate lo que significa eso para una! ¡Qué terrible noticia! ¡A nosotros que teníamos en filosofía y en otras materias unos profesores del tamaño del mundo! Con lo importante que es la filosofía en la formación del individuo. ¿Sabes con quién estudié filosofía? Fue con un pobre hombre que se llamaba Juan David García Bacca, un pendejito, imagínate lo que una aprendió con ese señor. En quinto año di clases de filosofía.

‒¿En serio? ¿Recuerda una clase, la primera clase?

‒Claro. Les dije: “Ustedes no le van a preguntar nada a nadie, no le van a preguntar ni a su mamá ni a su papá ni a  nadie, ustedes le van a preguntar a su cabeza, porque su cabeza es la que manda a uno. Se van a preguntar: ¿Qué es el hombre?”

‒Por último, si me lo permite, una pregunta cliché: ¿Cómo prefiere ser recordada: como una gran maestra o como una gran revolucionaria?

‒Como una gran revolucionaria, y para ser una gran revolucionaria me impuse demostrar que podía ser una gran maestra.

T/Rubén Wisotzki

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