Mateo Manaure: historia viva a todo color
EL PINTOR NACIDO EN MONAGAS ESTÁ DANDO QUÉ HABLAR DESDE LOS AÑOS 40 DEL SIGLO PASADO, CUANDO GANÓ EL PREMIO NACIONAL DE ARTES PLÁSTICAS, Y SIGUE PRESENTE CON OBRAS COMO EL KILOMÉTRICO MURAL URACOA, EN LA TRINCHERA DE LA AVENIDA LIBERTADOR. EN LA CIUDAD UNIVERSITARIA HAY 26 TRABAJOS SUYOS, INCLUYENDO EL PLUMAJE (DE GUACAMAYA, SEGÚN LOS CRÍTICOS) QUE EXHIBE EL HOSPITAL CLÍNICO
Cuando se pararon frente al futuro Hospital Clínico Universitario, el arquitecto Carlos Raúl Villanueva le dijo a Mateo Manaure: “¡Destrúyeme eso!”. Confundido, Manaure preguntó por qué le pedía que destruyera una de sus obras y Villanueva negó la paternidad del edificio. “Eso no es mío, eso es de (Edgar) Pardo Stolk, que hizo ese mamotreto… ¡destrúyelo con color!”. El pintor, nacido en Uracoa, estado Monagas, en 1926, se puso a trabajar y creó la Policromía, transformando al hospital en un mural. “Fue muy polémico, le cayeron encima, decían que parecía una guacamaya”, cuenta Manaure, como si aquello hubiese ocurrido el mes pasado y no hace más de seis décadas.
Los especialistas que han analizado la Ciudad Universitaria en forma global afirman que con la obra de Manaure, Villanueva —que era un verdadero genio— logró que el edificio del Clínico se integrara al conjunto, pues sin ella desentonaba.
Manaure realizó otras 25 obras para el campus de la Universidad Central de Venezuela que, como se sabe, es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Los trazos del artista monaguense también forman parte de la historia cromática del resto de la ciudad desde hace muchos años en la parroquia 23 de Enero y en el edificio de Petróleos de Venezuela, y más recientemente con el mural de tres kilómetros (titulado Uracoa, en honor a su terruño) que ha convertido a la trinchera de la avenida Libertador en una genuina galería vial.
Manaure, quien acaba de cumplir 88 años, es historia viva y colorida del arte. Formado en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas (actual Escuela Técnica de Artes Visuales Cristóbal Rojas), ganó el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1947, con apenas 21 años. Luego viajó a París a proseguir su formación y a entrar en contacto con la élite de la pintura mundial, sobre todo con la de su tendencia: la abstracción geométrica. Al regresar participó en varias de las más importantes iniciativas de la plástica nacional de mediados del siglo XX, entre ellas el Taller Libre de Arte, el grupo Los Disidentes y la Galería Cuatro Muros. En esos movimientos, su nombre apareció al lado de otras luminarias como Aimée Battistini, Alejandro Otero, Pascual Navarro y Carlos González Bogen.
Manaure practicó una búsqueda intensa, que incluyó lo figurativo, con las obras Suelos de mi tierra. También experimentó con composiciones fotográficas a las que bautizó Sobremontajes. Por esa vía rozó la corriente surrealista. No obstante, su pasión por la abstracción geométrica demostró ser la dominante y, para mediados de los años 70, retornó a ella con la exposición “Columnas policromadas” en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
“Me he sentido a gusto dándole una evolución permanente a esa temática a través del color, de la forma y también del concepto de lo vertical como elemento dominante”, comentó el artista.
El nombre de Mateo Manaure ha sido dado al museo de Maturín, en un acto que propios y extraños consideran muy justo. “Se trata de un orgullo de Monagas que merece más que este reconocimiento. A pesar de haber ganado galardones nacionales e internacionales, volvió a Uracoa y nos llenó de espiritualidad y de arte”, afirmó su paisano, el intelectual Miguel Mendoza Barreto.