Gladys Gutiérrez Una abogada buena gente
En predios internos del Poder Judicial, hasta sus adversarios enconados reconocen que es una persona muy respetuosa, educada y receptiva
LA PRESIDENTA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA HA DEMOSTRADO SER PRÁCTICAMENTE INMUNE A LAS LENGUAS DE HACHA DE LOS MEDIOS JUDICIALES, LOS POLÍTICOS OPOSITORES Y LOS DISOCIADOS QUE PULULAN EN LAS REDES SOCIALES. HASTA SUS ENEMIGOS ENCONADOS TIENEN QUE RECONOCER QUE ES RESPETUOSA, EDUCADA Y RECEPTIVA
No es normal que esto se diga de los abogados, y mucho menos de los que llegan a las alturas del Poder Judicial: “Es buena gente”. No es normal, pero de la magistrada Gladys Gutiérrez se dice. Ella es la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia y de la más mentada de sus salas en la actualidad, la Constitucional. Pero salvo los políticos muy deslenguados, como Henry Ramos Allup, o gente muy disociada en las redes sociales, nadie se expresa de ella con palabras altisonantes.
En predios internos del Poder Judicial, hasta sus adversarios enconados reconocen que es una persona muy respetuosa, educada y receptiva. “No parece abogada”, comenta un profesional de esa rama del saber, consciente de la reputación de peleones y escasos de escrúpulos que tienen los juristas.
“Aquí le cosen el traje a todos los magistrados, pero de ella se dicen pocas cosas negativas —comenta otro abogado que suele alternar con altos, medios, bajos y hasta rastreros actores judiciales en el hervidero de la esquina de Dos Pilitas—. Lo único medio antipático que he escuchado decir es algo más bien cómico: que se parece a Morticia, la de Los locos Addams”.
En parte, su aparente inmunidad a las lenguas de hacha de los cotos forenses se debe a que se mantiene de bajo perfil. Al menos eso es lo que cree su amigo y director de Comunicación del TSJ, Martín Pacheco. “Ella es excesivamente reservada, poco mediática”, dice el superexperimentado reportero, quien ya había compartido responsabilidades con Gutiérrez al inicio del gobierno del comandante Hugo Chávez, cuando ella era jefa de la oficina de Secretaría del Consejo de Ministros y él se desempeñaba como director de Prensa del palacio de Miraflores (¿se acuerdan de “¡Un cafecito, Martín!”?).
Pacheco, a pesar de reconocer que ese rasgo de carácter la hace ser un personaje angustiante para los periodistas que cubren la fuente, entiende que es la mejor actitud que puede tener un magistrado. “Los jueces hablan a través de sus decisiones, no tienen que estar siempre en pantalla. Ella entiende muy bien eso, de allí que ni siquiera responde a los ataques de los sectores políticos”, explica.
El director de Comunicación ha asimilado tanto esa manera de ser de la magistrada Gutiérrez, que el otro día se sorprendió a sí mismo halándola del brazo para evadir a una jauría de periodistas preguntones. “Ella estaba iniciando una serie de visitas a los tribunales penales y comenzamos con los de Caracas. Invitamos a los medios y, por supuesto, llegaron muchos reporteros.
Ella dijo unas palabras y, cuando concluyó, la saqué del sitio antes de que empezaran a preguntarle por esto y por aquello. Fue una reacción que tuve, porque sé que ella no puede hablar de muchos de los casos que luego pueden llegar a manos del Tribunal, pues correría el riesgo de que la recusen —indicó Pacheco—. Ella me dijo, ‘Martín, me dio pena con los periodistas’, pero yo le expliqué por qué la había sacado de esa forma y ella me comentó: ‘Bueno, entonces está bien’”.
La atención que le ha prestado a los tribunales de menor instancia ha sido, hasta ahora, lo mejor de su gestión, según lo admiten incluso aquellos que dicen que no tiene el nivel académico ni la experiencia profesional que han ostentado algunos de sus antecesores. “Ella ha tomado medidas que parecen elementales, pero que redundan en el mejor funcionamiento del sistema judicial.
Puso en marcha un sistema informático que ya existía —pero que, inexplicablemente, estaba inactivo—, el cual permite coordinar el trabajo de los jueces, los fiscales, los defensores y el Ministerio del Servicio Penitenciario. Es algo simple, pero previene que se suspendan audiencias por razones estúpidas, como venía ocurriendo porque cinco jueces convocaban a los mismos fiscales o abogados a la misma hora o a un procesado, sin que hubiese logística para el traslado”, explicó un reportero con varios años en la fuente judicial.
Larga trayectoria
Por supuesto que, a pesar de no ser odiada en los mismos términos en que se odia a otros personajes de los poderes públicos, Gladys Gutiérrez tampoco escapa de la diatriba de nuestra ya añeja polarización. Desde que fue designada magistrada en 2010 y, en especial, desde que se le nombró presidenta del TSJ, en mayo de 2013, los voceros opositores la han acusado de parcialidad política.
Para probar los señalamientos recurren a la hoja de vida de la abogada egresada de la Universidad Central de Venezuela. Dicen que es inequívocamente roja-rojita desde que comenzó el proceso revolucionario y que, como tal, ha tenido los más diversos cargos y responsabilidades, tales como secretaria del gabinete, candidata a la gobernación de Nueva Esparta, diputada suplente por ese estado, ministra-consejera, cónsul general y embajadora en España y procuradora general de la República.
En los corrillos virtuales de las redes sociales, opinantes, evidentemente fanatizados, sostuvieron una larga controversia acerca de si Gutiérrez era más o menos chavista que su antecesora, Luisa Estela Morales. Con aires de quien tiene un as bajo la manga, una participante en la tertulia dijo que “es mucho más” y para probarlo aseguró tener información fidedigna según la cual el apartamento de La Boyera donde vivió el comandante Chávez al salir de Yare, en 1994, pertenecía a la abogada Gutiérrez y a su esposo, el español Fernando Licera.
En una entrevista con el periodista José Vicente Rangel, a finales de 2015, Gutiérrez aseguró que los constantes señalamientos no le afectan, los entiende como parte de una realidad política muy controversial. “Nosotros sabemos que, como jueces, solo estamos sujetos a la Constitución y a la Ley, pero aceptamos la crítica y, además, somos muy autocríticos. Creemos que está bien que la gente opine, lo que lamentamos es que a veces esas críticas carezcan de bases y las formulen personas que desconocen el Derecho”, dijo.
La magistrada Gutiérrez, como ya lo dijo su director de Comunicaciones, no cae en esas provocaciones. Si se pusiera a responder cada chisme que corre por la prensa o por las redes, no tendría tiempo para mucho más. Ella lo sabe porque tuvo una época en la que se vio obligada a mojarse en los terrenos de la difamación mediática. Fue durante su experiencia diplomática en la península ibérica cuando a esta dama nacida en Punto Fijo, estado Falcón, le tocó superar su tendencia al bajo perfil y fajarse duro con la terrible prensa española entre 2003 y 2005, una época de rompe y rasga en la conflictividad de las relaciones bilaterales.
Buena parte de su tiempo como embajadora hubo de invertirlo en exigirles derecho a réplica a los medios del país europeo, desde los más retrógrados y franquistas hasta los que posan de ser de avanzada e izquierdosos. El antichavismo rabioso que todos practican obligaba a la diplomática a estar constantemente dando respuestas y haciendo aclaratorias.
La justicia participativa
Más allá del candelero de las más recientes decisiones (en especial las de la Sala Constitucional), la magistrada Gutiérrez está empeñada en consolidar un avance que considera estratégico: lograr que la justicia también encuentre cauces participativos y protagónicos. “Estamos haciendo un gran esfuerzo por llevarles a las comunidades el conocimiento del Derecho, contribuyendo así al fortalecimiento del Estado social de derecho y de justicia que contempla nuestra Constitución”, ha dicho en varias oportunidades. “Creemos que hay un nuevo campo para el desarrollo del Derecho y ese campo está en las comunidades organizadas, en el Poder Popular”.
Habla de nuevo su amigo y director de Comunicaciones, Martín Pacheco, para ponderar la importancia que la presidenta del TSJ le otorga a este último objetivo: “Es fundamental para ella progresar en el propósito de que las decisiones judiciales se den, cada vez más, con participación popular, con el protagonismo de las comunidades. En esto demuestra de qué está hecha: de la misma fibra del comandante Chávez”.
POR CLODOVALDO HERNÁNDEZ • CLODOHER@YAHOO.COM / ILUSTRACIÓN ALFREDO RAJOY