Culturales

Teodora Jiménez tejedora de coloridos hilos es Premio Nacional de Cultura

A Teodora Jiménez sus amigas le dijeron una vez que al casarse y tener hijos abandonaría el oficio de entrelazar coloridos hilos y construir con ellos las hamacas que ya son célebres no sólo en el estado Nueva Esparta, zona insular de Venezuela, sino en toda la región oriental. Estaban equivocadas.

"Empecé en esto cuando tenía diez añitos y ahora tengo 87. No le he dejado nunca, ni cuando me tocó tener hijos, ¡y tuve cinco! Amo este trabajo porque lo aprendí de mi abuela y ella lo aprendió de su mamá.

Es una tradición familiar que viene desde mis bisabuelos y más allá. Es algo que respeto y mantengo", afirma convencida esta artesana residente de Santa Ana, capital del municipio Gómez, ubicado al noreste de la isla de Margarita.

Teodora no prestó atención a las amigas que auguraban su retiro y hoy en día se hizo acreedora del Premio Nacional de Cultura, mención Artesanía edición 2012-2014, gracias a sus manos expertas y su sensibilidad creadora.

Es hija ilustre de Santa Ana, distinción que le fue otorgada por la Alcaldía de Gómez y reconocida en su labor como tejedora por la Fundación Casa del Artista en 2014.

"Yo decía que casada o no, seguiría teniendo las mismas manos y los mismos hilos, y continué tejiendo, a pesar de que fui quedando solita con mis hijos. Quedé sin hermanos, sin esposo, sin madre, y aún así, seguí atendiendo el telar. En verdad, cuando uno ama su trabajo, no quiere dejarlo. Yo dejaré de tejer cuando me muera", sostiene.

Esta dedicación ha convertido a doña Teodora Antonia Jiménez Villarroel en un reconocido valor cultural de la jurisdicción de Gómez, famosa no sólo por sus atractivos turísticos sino por la artesanía que incluye las hamacas y chinchorros que esta alegre señora y otros artesanos elaboran.

También por los mapires de Pedro González, las alpargatas en Altagracia o las piezas en arcilla realizadas en El Cercado.

Para ella elaborar una hamaca es mucho más que generar una pieza artesanal. Refiere que sentarse frente al telar implica un supremo acto de creación: "Yo me siento como si fuera una mamá. Para mí todas esas hamacas son como hijitos".

La creación una hamaca o un chinchorro que luego se convierte en una pieza artesanal podría sonar como rutinaria a los oídos de los desprevenidos: "Bajo mi telar, paso mi hilo y empiezo a pensar en colores y formas. Ahí me mantengo horas y horas".

Nos recuerda que un telar rústico está formado por 4 palos, dos verticales llamados "horcones" y dos horizontales llamados "varas", más dos varitas delgadas llamadas "latas" ó "varillas de cruce".

Sobre el proceso de elaboración de la hamaca, explica la artesana, se va pasando el hilo por encima y por debajo de las varas, guiándolo una vez por fuera y después por dentro de la varilla de cruzar.

Una vez terminados estos movimientos, se hace el denominado "enlice" una especie de cadeneta que conecta los hilos urdidos. Cada hamaca puede llevarle unos cinco días de labor.

Maestra de nuevas generaciones

Teodora está contenta de poder transmitir esta tradición familiar a las nuevas generaciones. Afirma que sus hijos y nietos ya han aprendido a tejer y mantendrán viva esta práctica por muchos años más. Su mensaje para ellos es claro: "Trabajar es mejor que andar en la calle sin hacer nada".

Ya cercana a los 90 años, sigue demostrando su compromiso como maestra formadora de generaciones que mantiene viva la tejeduría de los pueblos originarios del estado Nueva Esparta, con valores estéticos que integran los saberes de la pluriculturalidad neoespartana.

La experimentada creadora es una invitada permanente en ferias regionales y nacionales organizadas en su mayoría por entes como el Ministerio para la Cultura.

"Eso no veía antes. Me parece bien bueno porque les dan a los artesanos el chance de mostrar sus trabajos en tantos eventos y les dan respaldo. Además para mí significa que ahora tengo que trabajar mucho más, pa’ que la gente vea".

Todo indica que a Teodora le falta mucho por tejer porque al hacerlo, no sólo elabora el preciado chinchorro margariteño. Al entrecruzar hilos y colores ella también teje tributo a su sangre guaiquerí y teje esos sueños creadores que nunca ha abandonado.

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