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Película El Guasón plantea desde el drama las consecuencias de una sociedad excluyente

Desde el viernes pasado se proyecta en Venezuela, y en muchos países de Latinoamérica, El Guasón, la sorprendente película sobre los orígenes del más encarnizado enemigo de Batman que logró llevarse el máximo galardón (León de Oro) en el prestigioso certamen internacional, Clase A, de Venecia, donde no suelen considerarse filmes sobre súper héroes, usualmente más cercanas al aspecto industrial y comercial que a la zona artística del cine.

Y no fue que el festival italiano se flexibilizó con el objetivo de beneficiar a las cintas concebidas exclusivamente para reventar la taquilla a punta de efectos visuales que buscan impresionar sin decir absolutamente nada.

Para discutir y reflexionar 

Por el contrario, la obra dirigida por Todd Phillips, quien escribió el guion junto a Scott Silver, aprovecha todo el potencial del lenguaje audiovisual para configurar un drama audaz, atrevido y descarnado al que parece no importarle incomodar a la audiencia para obligarla a dirigir su mirada hacia un tema sumamente controversial, como la responsabilidad de la sociedad en la generación de la violencia. Y todo esto por medio de la historia sobre el origen del que quizá sea el villano más famoso de las historietas de súper héroes, conocido en inglés como The Jocker.

Salvando todas las distancias, especialmente las cronológicas, geográficas y presupuestarias, El guasón plantea la misma situación que expuso Clemente de la Cerda en la emblemática película venezolana de finales de la década de los setenta del siglo pasado, Soy un delincuente, con el argumento retomado años más tarde (en 1985), con considerables modificaciones, por Daniel Oropeza en La graduación de un delincuente: la evolución de individuos que, no como venganza ni por casualidad sino por causalidad, se convierten en un problema para la misma sociedad que los abandonó, marginó y maltrató.

La risa como problema

A comienzos de los años ochenta del siglo XX, en una ciudad gótica agobiada por la deficiencia en los servicios, especialmente en la recolección de basura y la seguridad, vive Arthur Fleck, un payaso de agencia que vive con su madre enferma mientras sueña con convertirse en un artista de stand up comedy.

Pero además, Fleck, interpretado asombrosamente por Joaquin Phoenix, no es una persona regular. Hijo de una madre soltera, este personaje sufrió un daño neuronal que le dejó considerables consecuencias, como alucinaciones y, tal vez la peor de todas, una risa estruendosa que surge de manera involuntaria en las situaciones más inapropiadas, especialmente en momentos de tensión y nerviosismo.

El triste payaso sueña con ser reconocido no solo por ser comediante, sino por ser un buen ciudadano que cuida fervientemente a su madre. En dirección opuesta, la sociedad lo maltrata, las instituciones, por cuestiones presupuestarias, retiran la poca ayuda que recibe como paciente con afectaciones neuronales y, por si fuera poco, una persona a quien admira intenta humillarlo en público.

Lo que te mereces

Valga el destripe, revelación o adelanto, la clave de la película está en la frase que dice Fleck, ya convertido oficialmente en El Guasón, cuando se pregunta y responde al mismo tiempo, justo antes de un brutal asesinato al mejor estilo de Tarantino, “¿Qué obtienes de un loco al que le quitas sus medicinas y además lo maltratas?… obtienes lo que te mereces” (palabras más, palabras menos).

Como es de esperarse de una cinta tan polémica, lecturas a nuestro juicio desacertadas han condenado el filme como una apología al delito, que justifica y alienta a las minorías a tomar acciones violentas para canalizar el resentimiento.

Polémica

«Yo creo que es algo positivo cuando una película te hace sentir incómodo o te desafía de alguna manera. A mí eso me atrajo de este proyecto y de hecho fue la razón principal por la que decidí hacerla», declaró Phoenix en una entrevista al diario Británico The Daily Telegraph.

El actor, que desarrolló un trabajo físico e histriónico admirable e incluso adelgazó cerca de 23 kilogramos, también defendió la cinta diciendo que, en su opinión, el punto de partida en el planteamiento de la película surge del trauma infantil del protagonista. “Y no sé cómo puedes glorificar eso. Hay cosas que necesitamos hablar, explorar, de las que no deberíamos huir… Acusar una película de glorificar la violencia es absurdo. Y no creo que sea responsabilidad de un cineasta enseñar moralidad al público: usa tu jodida cabeza”, reclamó el actor tres veces nominado a los cotizados premios Oscar.

Desde el punto de vista técnico, el filme sostiene a lo largo de, aproximadamente, dos horas y 10 minutos, una sólida armonía entre la composición, la iluminación y la música y las actuaciones, como resultado de una evidentemente esmerada dirección.

El ritmo que si bien puede parecer a ratos algo aletargado, en todo momento juega en función de potenciar el drama y maximizar la intensidad de algunas secuencias tan brutales como poéticas.

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