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“Lo que no se dice” se presentará en el escenario del Luis Peraza

El espectáculo incluye extractos de textos tomados del Manifiesto (Hablo por mi diferencia), escrito en 1986 por el chileno Pedro Lemebel, Mi Muñequita, unas líneas escritas en 2004 por el uruguayo Gabriel Calderón, y de La insoportable levedad del ser, creado en 1984 por el checo Milán Kundera.

Hasta el 27 de enero se presentará en el Teatro Luis Peraza, sede del Centro de Creación Artístico TET (Taller Experimental de Teatro), en Caracas, la pieza Lo que no se dice, un unipersonal producido por Sieteocho Danza, concebido, dirigido e interpretado por el coreógrafo, bailarín y docente Armando Díaz.

Lo que no se dice aborda, desde el lenguaje del teatro físico, la incomprensión de la homosexualidad, no solo por la sociedad latinoamericana en general y la venezolana en particular, sino además desde un ambiente íntimo, familiar, donde usualmente no se cuenta con herramientas que contribuyan a la aceptación y entendimiento de integrantes con tendencias sexuales alejadas de las convenciones sociales predominantes.

Más allá de eso, según explicó el autor, intérprete y director Armando Díaz al Correo del Orinoco, Lo que no se dice intenta mostrar cómo esa incomprensión e incapacidad de la sociedad para asimilar la homosexualidad, precisamente por esas mismas carencias, la influencian, moldean y modifican de manera significativa.

Con base en investigaciones y en experiencias ajenas y propias, Díaz hilvana a lo largo de unos ocho cuadros una serie de situaciones a las que debe enfrentarse un personaje homosexual, partiendo de su relación con los modelos principales de la personalidad: por una parte, un padre que en la sociedad latinoamericana muchas veces está ausente y, por otro, una madre que debe “echar pa’lante” sola para sostener una amplia prole.

Palabra de otros

“Para mí es importante hablar de la formación o el apoyo que se tiene desde la infancia y cómo eso influye luego en las actitudes y el comportamiento de las personas cuando son adultas. Eso tiene que ver con la seguridad en la personalidad de cada quien, influye en las relaciones con los demás. Por eso me enfoco en los pilares: en papá y mamá”, apuntó el autor.

La figura paterna se refleja aquí como una figura fuerte, pero cobarde, ausente. Mientras que la madre, representada como una suerte de dinosaurio, vuelca en su descendencia los sentimientos generados por el abandono.

Otro de los aspectos que toca en esta composición es la fragilidad y los clichés sociales impuestos en los juegos infantiles, como la convicción de que los niños deben jugar con carritos y las niñas con muñecas, orden que si se invierte supuestamente pervertiría a las y los infantes. Y también se hace referencia a las exclusiones en general, por otro tipo de condiciones como por ejemplo la raza”.

“Lo que no se dice habla, justamente, de eso que esta detrás de esos rechazos, esas cosas que se sabe que están ahí pero nunca se mencionan”, acotó Díaz.

Además, para este trabajo, que combina la danza con la dramaturgia, Armando Díaz incluyó y adaptó extractos de textos tomados del Manifiesto (Hablo por mi diferencia), escrito en 1986 por el chileno Pedro Lemebel, Mi Muñequita, unas líneas escritas en 2004 por el uruguayo Gabriel Calderón, y de La insoportable levedad del ser, creado en 1984 por el checo Milán Kundera.

El recorrido

En un primer cuadro se plasma el universo inicial del personaje, su génesis. Una situación inspirada un poco por las palabras de Lemebel. Cuando menciona, palabras más, palabras menos, que “muchos niños van a nacer con un ala rota. Yo quiero que vuelen”. Ese es un ser buscando su identidad. El segundo cuadro se toma de lleno como base el discurso de Lemebel, adaptado para matizar el enfoque político.

En siguiente situación el personaje se convierte en un vendedor que muestra las características de la muñeca Mariquita, en la cual se condensan todos los clichés atribuidos de manera negativa a los homosexuales. Posteriormente el mismo personaje se trasforma en esta misma muñeca que lo regresa a su infancia.

Míltiples lenguajes

Al mismo tiempo, el protagonista interactúa con un recurso escénico constante: un maletín como de médico en alusión al trato de la homosexualidad como una enfermedad.

“El maletín es como una caja de Pandora donde salen una serie de elementos a lo largo de la obra y en ese momento el personaje comienza a sacar cosas de niña, se empieza a maquillar y se trasforma hasta que lo descubren y le caen a golpes”, anticipó el coreógrafo.

A lo largo del siguiente cuadro el intérprete articula un fraseo corporal para jugar con la dualidad entre lo masculino y lo femenino. Esto le da paso a su vez a un primer monólogo vinculado con la relación con su madre durante la infancia.

El recorrido continúa con un segundo monólogo, también relacionado con su relación con su madre y un sueño roto. Todo termina “con una escena muy pobre, con un batolito como de Navidad muy feo que es el propio maletín con unas luces y el personaje se va y queda el escenario vacío”, describió Díaz.

El propio autor reconoce en Lo que no se dice una obra dura, que busca remover la interioridad del espectador para hacerlo reflexionar sobre las influencias que pueden tener algunas convenciones al aplicarlas sobre alguien diferente a los formatos impuestos por esas propias convenciones.

Lo que no se dice tiene funciones los días sábados y domingos a las 4.00 pm en el Teatro Luis Peraza ubicado al lado de la Basílica de San Pedro, en Los Chaguaramos.

La producción general está a cargo de Karen Díaz, la dirección de arte y el vestuario a cargo de Anaísa Castillo, la iluminación es de Gerónimo Reyes y la fotografía de Oscar Cuéllar.

Está previsto que el montaje tenga una temporada aproximadamente en julio en el Trasnocho Cultural y muy probablemente tenga una gira internacional en Ecuador y Chile durante el segundo semestre de este año.

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