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Freddie Mercury: Rey con corazón de Queen

Esas grandes controversias, que giraron casi siempre en torno a su condición homosexual, lo acompañaron hasta la muerte, pues fue una de las primeras víctimas célebres del VIH Sida

Se llamaba Farrokh Bulsara y nació en Zanzíbar (actualmente parte de Tanzania, África). Tenía ascendencia étnica asiática y religión zoroástrica, pues sus padres eran indios parsis. Pero, con esos datos son pocos los que lograrán ubicarlo. Muy diferente es el cuento si se dice que era británico, gran sacerdote del rock y líder de un grupo llamado Queen. Entonces, muchos sabrán que se trata de Freddie Mercury.

Nacido en 1946, en Zanzíbar, entonces parte de un protectorado británico, vivió poco más de 45 años, tiempo suficiente para estremecer el de por sí convulso mundo de la música pop de las décadas de los 60, 70 y 80. Lo hizo debido a su enorme talento como compositor, multiinstrumentista, vocalista y figura polémica sobre las tarimas y fuera de ellas.

Esas grandes controversias, que giraron casi siempre en torno a su condición homosexual, lo acompañaron hasta la muerte, pues fue una de las primeras víctimas célebres del VIH Sida.

Aun después de su fallecimiento, sigue dando de qué hablar. Varias publicaciones del ámbito de la música lo han incluido en listados sumamente selectos como los de los dioses del rock; los mejores cantantes de todos los tiempos; o los más completos artistas en escena.

Especialistas en el área de la foniatría estudiaron su voz y concluyeron que era un fenómeno, capaz de emitir sonidos muy por encima de las capacidades incluso de barítonos mejor formados. Nombre nuevo, sexualidad nueva

Luego de numerosos experimentos con diversas bandas, el joven Farrokh Bulsara terminó cambiándose el nombre por uno que se le antojó muy potente: Freddie Mercury. Estaban llegando los años 70 y fue también cuando asumió su preferencia sexual. En una declaración a una revista farandulera se declaró “gay como un narciso”. Sin embargo, tuvo una relación de pareja con una mujer, Mary Austin, a quien definió varias veces como “el amor de mi vida”. Posteriormente, tuvo amoríos con muchos hombres y una unión estable con uno de ellos, Jim Hutton. Por esa trayectoria, muchos lo consideraron como bisexual.

Para el rockero venezolano Paul Gillman, Mercury fue “un genio musical, excelente compositor, inigualable cantante, maestro del arte del entretenimiento. Nunca nadie mezcló tantos ingredientes en una sola persona. Por eso es único e inimitable”.

El comunicador experto en música Ennio Di Marcantonio recordó que Mercury concedía pocas entrevistas. Por eso tiene mucho mérito la que le hizo en Caracas el mítico locutor Alfredo Escalante (el hombre de La música que sacudió al mundo). En esa breve conversación se mostró como era fuera de la escena: bastante parco, casi tímido.

Mercury vino a Venezuela con Queen para una serie de presentaciones en El Poliedro, en septiembre de 1981. No pudieron realizarse todas las que estaban programadas porque el día 28 falleció el expresidente Rómulo Betancourt y fue decretado el duelo nacional. El aviso promocional es un manojo de nostalgias para quienes vivieron esos tiempos. Decía: “Los impecables de FU’S y tiendas Carnaby se enorgullecen en invitarlos al concierto que hará historia: Queen en El Poliedro. Y por Venezuela el Grupo Melao. A beneficio del Hospital Ortopédico Infantil. Otro espectáculo producido por Enzo Morera y la Organización Parade. Entradas a la venta en Radio Capital, Oceanside, La Media Nota, La Cueva del Gato, Carnaby y taquillas de El Poliedro. Animación: Plácido Garrido. Precio: 125 Bs”.

Para Di Marcantonio, el peso de Mercury como cantante es universal. “Tenía una versatilidad muy africana en la voz, un rango vocal muy amplio que lo llevó hasta el terreno de lo operático. El y sus compañeros de Queen demostraron gran capacidad para hacer voces complejas en grabaciones, afinados como una coral. Luego podían repetir esto casi a la perfección en sus ejecuciones en vivo. Mercury era prácticamente impecable”.

Las enormes virtudes de Queen como grupo quedaron de manifiesto en el concierto del estadio Wembley en 1985, catalogado como el mejor de la historia del rock. La imagen de Mercury, ataviado con un jean y una guardacamisa bastante simple es un clásico del género. Según los biógrafos de Mercury, ese día, en medio de una poderosa inspiración, ingresó al Olimpo como la deidad del stadium rock, es decir, de la especialidad de los conciertos en grandes espacios abiertos.

La confirmación oficial de que padecía sida fue la última gran convulsión causada por Mercury en vida. Durante años lo había negado y, según parece, debió hacer muchos esfuerzos para ocultar los tratamientos que recibía de los ojos siempre alertas de los medios sensacionalistas británicos. Cuando ya parecía inevitable un desenlace fatal, emitió una declaración en estos términos:
“Siguiendo la enorme conjetura de la prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco sida. Sentí que era correcto mantener esta información en privado hasta el día de la fecha para proteger la privacidad de los que me rodean. Sin embargo, ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad. “Mi privacidad ha sido siempre muy importante para mí y soy famoso porque prácticamente no doy entrevistas. Esta política continuará”.

La polémica no cesó con su desaparición física. En 2006, las autoridades de Zanzíbar habían planificado celebrar en grande el 60 aniversario de su nacimiento. Pero varios grupos nacionalistas y religiosos se opusieron por considerar que Mercury nunca había reivindicado su lugar de nacimiento, y además, como homosexual, era contrario a las normas islámicas de conducta. La presión fue de tal magnitud, que los homenajes se suspendieron.
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Detalles muy mercurianos

Las cualidades vocales de Mercury, que iban más allá de lo habitual, lo llevaron a cultivar una amistad con la soprano española Monserrat Caballé. Dieron juntos varios conciertos, grabaron un disco y hasta fueron encargados del tema oficial de las Olimpíadas de Barcelona 1992.

Rapsodia bohemia, la que probablemente sea la pieza más conocida de Mercury ha sido considerada por sus biógrafos como el tema en el que “salió del clóset”, es decir, que reconoció su homosexualidad. En ella, el protagonista le cuenta a su madre (“¡Mamma!”, ¿se ubican?) que acaba de matar a un hombre de un disparo en la cabeza. Los analistas de letras opinan que el hombre muerto era su identidad heterosexual, mientras que la silueta que aparece luego, junto a la figura bufonesca del Scaramouche, es su yo gay y excéntrico.

Mercury, al parecer, “soñó” esta canción. Era algo que solía pasarle. Se despertaba con una melodía y una letra en la cabeza, pasaba de la cama al piano y componía.

Casi todos los conocedores de la obra de Mercury opinan que la Rapsodia es su obra más representativa, la que más se le parece. “Es consciente y ostentosamente barroca, rica en adornos, detalles curiosos, poderosa, a veces mareadora, cambia de registros y tiene una emotividad lacrimosa que es casi imposible de resistir”, dijo a la BBC el catedrático Matthew Beaumont, de Colegio Universitario de Londres.

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