Culturales

El conocimiento inútil

Juro que en aquella inicial entrega, mientras vislumbraba una posible clasificación en la “ronda de la mente más rápida”, ni me pasó por la cabeza llamar “doctor” a Lárez, conociéndole yo de atrás, gracias a la propia televisión, donde había hecho sus pininos como periodista de investigación

Tendríamos que preguntarnos por las razones que han hecho de ¿Quién quiere ser millonario? uno de los espacios más exitosos de la televisión venezolana. Quince años nos separan ya de la que fuera su primera emisión, allá por el año 2000, y en la que este opinador participara sin mucha pena y con poca gloria. Pese a los tres lustros que tiene sin variar de formato, el programa se mantiene en el gusto de numerosos televidentes que semanalmente lo sintonizan a través de Televen. Tres quinquenios que han servido para introducir la dinámica del comodín en nuestra cotidianidad e imponer el anacrónico trato de “doctor Eladio” a su conductor.

Juro que en aquella inicial entrega, mientras vislumbraba una posible clasificación en la “ronda de la mente más rápida”, ni me pasó por la cabeza llamar “doctor” a Lárez, conociéndole yo de atrás, gracias a la propia televisión, donde había hecho sus pininos como periodista de investigación. Tampoco nos exigieron entonces los productores un paltó; apenas una buena camisa. Debíamos lucir algo depauperados, sin embargo, los concursantes de esas primeras emisiones para que la joda popular tornara el nombre del programa en una aspiración arribista: “¿Quién quiere cenar con Eladio?”.

Con el tiempo, Lárez supo vender una imagen (falsa) de persona ilustrada y paternal, por lo que más de un participante en trance le ha solicitado su respectiva “ayudaíta”. En YouTube puede consultarse una cantidad ingente de gazapos para la historia, que harán a sus protagonistas objeto de mofas perpetuas. Otra contribución trascendental del programa es la forma en que impuso entre sus concursantes el hábito oligofrénico de responder a medias, como si este saber —que cierto filósofo llamara “conocimiento inútil”— tuviera gradación. Las fórmulas “¿Qué porcentaje de seguridad tienes?” o “¿Respuesta definitiva?” dan cuenta de esta cosificación, que finge interés por lo cultural para sacrificarlo en directo, como a una res en canal.

/N.A

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