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Cabrujas se defendía del país

Cuando comenzó a escribir telenovelas, Cabrujas fue duramente criticado. Se le calificó de intelectual de izquierda vendido al sistema. Pero muchos de quienes lo cuestionaron, terminaron luego olvidándose de ese desliz e idolatrándolo sin reservas, encantados con la ácida elegancia de su prosa como articulista de opinión

Dramaturgo, actor, humorista y comentarista político, José Ignacio Cabrujas brilló en cada uno de esos campos. Cuando murió, hace ahora 20 años, se apagó la luz de sus agudos análisis, en los que, según él mismo, se enfrentaba a una peligrosa fiera agonizante.

José Ignacio Cabrujas decía que con su trabajo lo único que hacía era defenderse del país “como si tuviera delante una fiera, un atacante”.

Ese trabajo fue prolífico y variado: Cabrujas, nacido en Catia en 1937, escribió para el teatro, el cine, la televisión y para medios de comunicación impresos. En todos esos campos tuvo tanto éxito que se convirtió en ícono de cada una de esas especialidades.

En teatro, su trayectoria (como actor, dramaturgo y director) comenzó en 1956 y se prolongó por casi 40 años. Los expertos aseguran que al menos tres de sus obras —Profundo, Acto cultural y El día que me quieras— son imprescindibles en cualquier reseña histórica del arte dramático venezolano.

En cine (casi siempre de la mano de su carnal Román Chalbaud, pero también con otros grandes cineastas como César Bolívar, Carlos Oteyza y Carlos Azpúrua) participó en la creación de filmes fundamentales como La quema de Judas, Sagrado y obsceno, El pez que fuma, Carmen, la que contaba 16 años, Homicidio culposo y Amaneció de golpe.

En televisión, Cabrujas formó parte de la camada de mentes brillantes que revolucionó la telenovela en los años 70 y 80, junto a Salvador Garmendia, Julio César Mármol, Pilar Romero, Ibsen Martínez, Ligia Lezama y el mismo Chalbaud. La señora de Cárdenas, La hija de Juana Crespo, La fiera, Estefanía y Gómez fueron algunas de sus piezas más impactantes. Sus personajes cobraron vida en las actuaciones de legendarios histriones como Rafael Briceño, Doris Wells, Miguel Ángel Landa, Mayra Alejandra, Marina Baura, José Luis Rodríguez, Pierina España, José Bardina, Gustavo Rodríguez, Caridad Canelón y Orlando Urdaneta.

Cuando comenzó a escribir telenovelas, Cabrujas fue duramente criticado. Se le calificó de intelectual de izquierda vendido al sistema. Pero muchos de quienes lo cuestionaron, terminaron luego olvidándose de ese desliz e idolatrándolo sin reservas, encantados con la ácida elegancia de su prosa como articulista de opinión. Primero en El Diario de Caracas y luego en El Nacional, Cabrujas sacó a relucir todo su potencial de comentarista político y cronista en tiempo presente.

Su visión del acontecer nacional era esperada con gran expectativa por una legión de admiradores y por otros que, sin admirarlo, sabían del peso específico de su opinión. Era un analista en caliente y como prueba, leamos un fragmento de lo publicado el 9 de febrero de 1992, cinco días después de la insurrección: “Golpistas ha habido aquí muchos a lo largo de estos treinta y cuatro años de gobiernos democráticos. Golpista, sin ir más lejos, fue el señor Lusinchi cuando toleró y se hizo cómplice de un estado general de ilegalidad. Quién sabe si en este caso la diferencia favorece al teniente coronel Chávez Frías, quien, por decir lo menos, tuvo la rudeza de asumir sus responsabilidades y decir yo fui”.

Fue en su rol de gran opinador periodístico que Cabrujas sintió la necesidad de “defenderse” del país. “¿Quién es el agresor?: la corrupción, la pérdida de valores, la desigualdad de derechos. Somos un país quebrado políticamente, tenemos que defendernos de un monstruo agonizante. Sabemos que el país camina hacia un cambio radical, pero como no ha llegado, seguimos en eso”, expresó en 1993, un año después del 4F y dos años antes de que (hará ahora dos décadas) lo sorprendiera la muerte, mientras descansaba en Margarita.

“Escuché por radio la información e hice algo que solo un dolor indescifrable puede explicar: derrumbado, esperé que desmintieran la noticia. Pero se confirmó. ‘El país según Cabrujas’ se quedaba a oscuras y el país general en una oscuridad que se vislumbraba eterna”, rememora el periodista Douglas Bolívar, un gran cabrujista.

Mientras tanto, el humorista y comunicador Roberto Malaver asume una pose solemne, y sentencia: “Fue la máxima representación de la inteligencia venezolana y uno de los mejores humoristas del país”. Luego, se da cuenta de que se pasó de solemne (Cabrujas se hubiese burlado) y matiza con un teatral “¡He dicho!”.

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ILUSTRACIÓN ALFREDO RAJOY

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