De la Ciudad

Afuera de la estación Palo Verde venden de todo y para todos

Las áreas aledañas del subterráneo fueron tomadas por trabajadores informales

Hablar de Petare es sinónimo de gente, de pueblo. La estación del Metro Palo Verde es una de las paradas del sistema de transporte ubicada en el populoso sector. Los alrededores del subterráneo no escapan del caos colectivo que caracteriza al lugar quizás por falta de reordenamiento urbano.

Por las mañanas es una verdadera odisea circular por allí, debido a la gran cantidad de personas que se dirigen hacia sus lugares de trabajo o estudio.

La acera dispuesta en la avenida La Industria, la cual da hacia el Centro Comercial Palo Verde, es bastante estrecha. Sin embargo, en el lugar fue habilitada una parada de camionetas por puesto que llevan a los habitantes hasta los distintos sectores de Petare. En las llamadas “horas pico”, transitar por el lugar es bastante engorroso.

La calle es angosta, sin embargo, los habitantes del sector hacen la cola para tomar la camioneta. Los taxistas de una línea del lugar tratan de captar clientes entre la fila de camionetas. Los trabajadores del volante se pelean con los transeúntes por un pedazo de acera para estacionar sus vehículos.

La dueña de un quiosco, dispuesto a menos de 50 metros del lugar, se une a esa disputa, solo que al parecer ella ya ganó la pelea, su estructura de metal en la que improvisó un pequeño centro de expendio de alimentos, ubicado entre la carretera y parte de la acera, dan muestra de esto.

En la misma situación están varios mototaxistas que tomaron para sí varios trozos de la carretera y la demarcaron con la ayuda de un mecate y varios conos de seguridad utilizados para el tránsito.

Al otro extremo de la calle, un hombre acomoda una pila de plátanos al lado de un racimo de cambures en un muro de la jardinería de la estación; junto a él una mujer expende cajetillas de cigarrillos, así como varios de estos productos detallados. También ofrece caramelos y alquila teléfonos.

“No regalo empanadas”, muestra un cartel dispuesto en un puesto de venta callejero. Un hombre con discapacidad por movilidad ve el letrero, pero eso no le impide arriesgarse y pedir una a la dueña del puesto. Al lado venden comino, chicha y otros productos, en medio de una acera que se encuentra cerca de una quebrada de la zona.

Un grupo de personas hace la fila para tomar una de las unidades de transporte de la parada dispuesta en el área.

ESPACIOS PÚBLICOS EN DETERIORO

De un contenedor de basura emanan olores fétidos, debido a la cantidad de desechos que se encuentran en su interior. El lugar huele a descuido y a olvido también.

“Este es el pan de cada día aquí en Petare, parece que la oposición solo recoge la basura en los sectores pudientes, los pobres no existimos para ellos”, dijo una mujer que pasaba por el lugar, a quien se le interrogó acerca del problema de recolección de desechos sólidos.

Las moscas y el hedor a basura se aceleran con la acción del sol del mediodía. Transeúntes pasan incólumes por el lugar, quizás porque la desidia se hizo cotidiana ante la ausencia de gobernantes locales comprometidos con los ciudadanos.

El olor a orine y a desechos adornan la pequeña plaza ubicada en la estación que da hacia la avenida principal Las Vegas de Petare.

Los lugareños pasan desapercibidos. Varias personas utilizan bancos y escaleras aledañas a las estaciones para ofrecer sus productos y rebuscarse para obtener ingresos, pues al parecer no cuentan con ofertas de empleo formales.

Allí se ve de todo. Un hombre grita: “compuesto, compuesto”, mientras zarandea un puñado de cebollín con cilantro y los ofrece a los transeúntes. Otra mujer ofrece donas recostadas en una bandeja y tapadas con un papel celofán. También se ve otra doña que expende labiales y sombras para ojos.

Dos mujeres venden azúcar y café en pequeños paquetes a Bs 500. Una señora pasa y se siente tentada a comprar uno de los envoltorios, pero lo minúscula de la bolsa la hace desistir, quizás pensando cuál podría ser la utilidad del reducido empaque.

“A Bs 200 la chupeta”, grita un hombre, quien de vez en cuando, ante la ausencia de compradores, decide bajar hasta el interior de la estación y ofrecer su producto a los usuarios del subterráneo.

Un hombre pasa y su mirada se dirige hacia uno de los muros de las afueras de la estación que da hacia la calle principal José Félix Ribas; sus ojos ven mientras su cerebro quizás trata de internalizar o descubrir cuál podría ser la utilidad de tener una antena de una conocida compañía de televisión por suscripción instalada en el lugar. El sonido de la corneta de un auto que pasaba por el lugar interrumpe sus cavilaciones y lo incita a continuar su camino.

INSEGURIDAD REINA

Una mujer intenta hacer una llamada en los teléfonos públicos dispuestos en la plaza, pero no logra hacerlo, no sabe si por problemas en los aparatos, descuidados y rayados por la acción de personas inescrupulosas o por inconvenientes en la plataforma de la compañía operadora.

Por un momento la mujer mete su mano en la cartera, al parecer para sacar su celular, pero lo piensa bien y desiste, pues “es mejor prevenir que lamentar”. Ante las vacilaciones de la dama, una mujer que la observa grita: “llamada, llamada y le ofrece el servicio de sus teléfonos a Bs 100 el minuto”. La mujer llama y no tiene más remedio que pagar lo acordado.

El hombre que va con ella la acompaña hasta donde la mujer que alquila el celular, su cara denota un alivio, pues son frecuentes los hechos delictivos en la zona.

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