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Pepe Mujica: un viejito que viene del futuro

El expresidente uruguayo, próximo a cumplir 80 años, acaba de entregar el poder a su compañero Tabaré Vázquez y ya comienza a ser extrañado en los foros latinoamericanos, en especial por sus frases de “niño terrible de la tercera edad”. Guerrillero en los 60 y 70, abaleado, torturado, preso durante 15 años, pasó por la jefatura del Estado sin dejar de ser lo que es: un floricultor que maneja un volskwagen

Qué difícil fue para la derecha uruguaya oponerse a José Mujica, un líder al que no le interesa el dinero ni la fama ni la proyección personal ni las declaraciones políticamente correctas, un viejito al que todos llaman Pepe, que parece sacado de una caricatura de Quino y maneja su propio Volskwagen (un escarabajo de 1987).

Nunca se mudó a la residencia presidencial. Durante sus años de jefe de Estado (2010 a 2015) siguió llevando su vida de siempre, en su chacra (finca) en las afueras de Montevideo, junto a su esposa, Lucía Topolansky, varios perros y tres tractores agrícolas.

A los opositores no les quedó otra vía que acusarlo de demagogo. Dijeron que el astuto anciano se hizo una verdadera reingeniería de imagen y pasó de ser el temible tupamaro de los años 60 y 70 a un apacible floricultor que vive con un estilo despreocupado y alternativo, como si en lugar de venir del pasado, viniese de un futuro mejor, en el que la especie humana hubiese evolucionado espiritualmente.

José Mujica está por delante de nuestro tiempo”, dijo la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, a propósito de la reciente finalización del mandato de “el Pepe”.

En una de sus declaraciones, a mitad de camino entre la política y la reflexión filosófica, Mujica afirmó que pertenece al bando de los que creen que “lo mejor siempre está por venir”. Ciertamente, próximo a cumplir 80 años de edad (el 20 de mayo), no es un nostálgico de su incandescente juventud, época que vivió a salto de mata y que le costó quince años de prisión, dos escapes de la cárcel, terribles torturas y un episodio de guerra en el que le metieron seis balazos. Cuando le preguntan si, en contrapartida, mató a alguien durante su tiempo en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), se escabulle diciendo que, la verdad, tenía muy mala puntería. Tampoco le gusta abundar mucho sobre su vida tras las rejas. De vez en cuando suelta algún dato, como cuando dijo que pasó siete años sin leer un libro, encerrado en una celda de castigo, y tuvo que repensarlo todo y aprender a galopar hacia adentro para no perder la razón.

Liberado en 1985, junto con otros integrantes del MLN-T, se integró a la vida electoral en 1994, a través del Frente Amplio y fue electo diputado. En 1999 pasó al Senado. Entre 2005 y 2008, bajo la presidencia de Tabaré Vázquez, se desempeñó como ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca. A partir de ese año, su nombre comenzó a sonar para suceder a Vázquez.

“Es un hombre con una vida intachable que ha basado su política en la ética y la moral, emblemas de la resistencia contra la dictadura y la derecha neoliberal”, dice el librero y comunicador uruguayo-venezolano Isidoro Hugo Duarte.

Mujica, quien acaba de devolver el poder a su compañero Tabaré Vázquez, ya comienza a ser extrañado en los foros políticos de América Latina, donde sus intervenciones siempre eran esperadas con gran expectativa. Sus travesuras de “niño terrible de la tercera edad” fueron legendarias. Basten dos de ellas para ilustrar su genio y figura. Una vez (sin percatarse de que el micrófono estaba abierto) se refirió a Cristina Fernández con la frase “esta vieja es peor que el tuerto (Néstor Kirchner). El tuerto era político, esta vieja es terca”. Otra vez fue interrogado sobre la sanción aplicada por la Federación Internacional de Fútbol Asociado contra el delantero uruguayo Luis Suárez, por morder a un jugador italiano en el Mundial Brasil 2014. “Los de la FIFA son una manga de hijos de puta”, respondió y dejó a los periodistas con la boca abierta, como si estuviesen gritando ¡goooool!

/N.A

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