Religión y cultura originaria en la Fiesta de San Antonio de Padua
Dentro del sincretismo que caracteriza la diversidad cultural venezolana la fiesta de San Antonio de Padua es una de las expresiones más destacadas.
El estado Lara es epicentro de esta celebración que se despliega en las poblaciones de El Tocuyo, Curarigua, Sanare, Barquisimeto, Carora, Quibor, Guarico y Barbacoas, entre otras.
Sin embargo, la veneración a San Antonio de Padua se ha extendido hacia los estados Portuguesa, Yaracuy, Falcón, en incluso a la Gran Caracas en agradecimiento por los favores recibidos por la salud, la prosperidad económica, de relaciones de pareja y especialmente en petición o agradecimiento por la recuperación de objetos perdidos.
Esas peticiones o pagos por promesas cumplidas se hacen a través del velorio, que se realiza el 13 de junio y consiste en honrar la imagen adornándola con flores y ofreciéndole plegarias y cantos que generalmente inician y terminan con una salve, y que se extienden hasta el amanecer.
Ese día, con fuegos artificiales y el repique incesante de las campanas de la iglesia, se anuncia y acompaña la salida del santo del templo. Es en este momento cuando inicia la ofrenda más vistosa de esta manifestación: el baile del Tamunangue, que también se conoce como El baile de los negros de San Antonio.
El Tamunangue, un baile que es influenciado por la herencia mestiza negra, india y blanca, surge de la cultura agraria en agradecimiento por las lluvias que beneficiaban a las buenas cosechas. Esta danza que conjuga teatro, baile y música, sintetiza las relaciones sociales. Las mujeres lo practican ataviadas en faldas floreadas y blusas de faralaos, mientras que el hombre se viste de liqui liqui, adornado con un pañuelo amarrado al cuello y sombrero de cogollo, ambos con típicas alpargatas.
El Tamunangue, una de las danzas más representativas del país, se baila al son de cuatro, tambora y maracas y posee una estructura que inicia con un juego denominado La batalla, una procesión en la que hombres y mujeres miden fuerzas en una especie de lucha armados con garrotes que se baila al son de la música.
Esta figura da paso a los siete sones del Tamunangue: La bella, El Yiyivamos o Chichivamos, La Juruminga, El Poco a Poco , La Perrendenga, El Galerón, y El Seis Figurea’o.
Generalmente estos bailes son interpretados por los promeseros y promeseras que los ofrecen al santo en pago por los favores recibidos. Es una fiesta cargada de ánimo y colorido y que cada año cobra más adeptos.