Tras el bautizo de su catálogo se despide Sin cordero de Dios
Las emblemáticas obras de la exposición Sin cordero de Dios. Aproximación a una poética de la muerte, del artista Eduardo Azuaje, exitosa muestra que mantuvo la atención del público se despiden el próximo domingo 25 de febrero de las salas del Museo de Arte Contemporáneo Armando Reverón, de la Fundación Museos Nacionales, ese día se bautiza el catálogo de la exposición.
El catálogo contiene toda la experiencia del proceso creativo, bastante particular, que permitió mostrar en la sala seis del MAC Armando Reverón estas enormes estructuras figurativas, concebidas a partir de huesos de animales como chivos, vacas, caballos y burros (fémures, cráneos, quijadas y costillas) recolectados en vertederos y fincas, material que cobra las dimensiones humanas de piernas, brazos, torsos y cabezas junto a una maleta que anuncia el viaje sin retorno.
Agregó Azuaje que se trata de una publicación: “muy diversa porque recoge una experiencia diferente, con contenidos acerca de la obra en el espacio, fotografías de la inauguración y de las visitas; es para conocer el proceso artístico desde la concepción hasta la puesta en escena” una oportunidad para conocer cómo fue la experiencia para él y para el público que interactuó con la obra.
Finalmente agradece especialmente a Luis Velázquez, curador de la muestra, a Alí González, investigador y artista plástico quien escribió hermosas palabras que quedan plasmadas en esta publicación artística, a Juan García, quien tomó parte en el diseño y a Reanto Docenlli fotógrafo.
La exhibición, inmersa en una particular estética, invita a apreciar esculturas de gran y mediano formato relacionadas con el universo figurativo que vinculan de alguna manera la muerte y las formas orgánicas que de ella pueden surgir.
Un discurso plástico inspirado en el texto bíblico de Ezequiel, en el que se narra cómo el Señor llevó a este personaje de las Sagradas Escrituras a un valle pleno de huesos secos y le indicó que profetizara sobre ellos. Dios daba entonces aliento de vida a las estructuras óseas.
Aquí las imágenes de un sujeto fragmentado, bajo el signo de la osamenta, son una metáfora de la imposibilidad de salvación frente al mal; el memento mori como representación del inevitable final de todas las cosas terrenales”. En este proyecto Azuaje prueba una eficiencia estética y discursiva impregnada del carácter polisémico y polimorfo del arte contemporáneo para aproximarse a una poética personal de la muerte.
La invitación es al bautizo del catálogo y clausura de la muestra que a juicio de su curador cristalizó en “una investigación compleja, inteligente y profunda en la que el cuerpo es objeto y referencia del discurso visual, pero al mismo tiempo símbolo de la violencia, de la destrucción, de la muerte.