Zulay Aguirre: Les daré la batalla
Candidata a diputada y madre de Robert Serra, de sus dos hermanos y parece que de mucha gente más: Habla, luce y siente como si fuera madre de todos los caraqueños
Somos recibidos como si nos recibieran en su casa, hospitalariamente y con risas. Nada le importa a nadie que haya desconocidos en el comando, la coloquialidad se sale siempre que es natural y suaviza los ambientes. Cómo no sentirnos en confianza, entonces. El comando de campaña está lleno de mujeres.
Hay uno que otro hombre, pero lo que más se oyen son los tonos femeninos. Vamos rápidamente a una oficina vacía en donde nos sentamos con ella. Al frente, Zulay Aguirre, candidata a diputada por el Circuito 2 de Distrito Capital; además de eso, y más importante aún, es mamá de Robert Serra, y por serlo es que terminó siendo candidata. Ella lo explica mejor.
—¿ESTE ES TU DEBUT EN LA VIDA POLÍTICA?
—No, mi vida política comenzó mucho antes de la aparición del comandante Chávez, pero después, con él, continuó con más fervor y con más amor, porque era el hombre que yo estaba esperando, era el hombre que yo buscaba, y Dios nos lo envió.
—¿Y CÓMO FUE ESE DEBUT?
—Empecé desde joven, desde el año 89, más o menos, cuando los políticos nos engañaban y nos decían que estaban con la juventud para que participáramos en la política, pero siempre quedábamos por fuera. Nos callaban. Éramos una juventud en una especie de compromiso. Estábamos en nuestras épocas de rebeldía y éramos más rebeldes que los jóvenes de ahora, porque estos tienen esperanza; nosotros, en cambio, no teníamos ni siquiera eso. Y seguí, aposté a Robert para que guiara, y fue él quien tuvo la voz para decir las cosas que yo nunca pude decir. Y ya ustedes vieron: a los 27 años me le callaron esa voz. Quizás sí es mi debut en el parlamento, porque nunca me gustó eso de estarme midiendo con nadie, ni los cargos políticos tampoco.
—¿Y CÓMO LLEGASTE A SER LA CANDIDATA DEL PSUV? ¿CÓMO FUE EL PROCESO?
—Bueno, el PSUV tiene su proceso de vinculación y el Presidente propuso que fuera yo la que llevara las riendas del circuito 2 para ser diputada. Lo tomé con mucha fe y mucha valentía, decidiendo ir a las calles a tocar los corazones del pueblo.
—¿Y QUÉ ESPERAS? ¿ESTÁS ENTUSIASMADA?
—Bueno, emocionada no…
Y como que se desinfla tras un suspiro
—Tengo esperanza, tengo las ganas y la fuerza para seguir luchando, pero la emoción implica estar alegre o hasta feliz por tu candidatura. Eso sería mentirte. No lo estoy, porque quisiera que aquí estuviera mi hijo, Robert Serra, y que yo estuviera haciendo su campaña, pero no…
Zulay deja de hablar, su voz se apaga y me doy cuenta de que llora. Sabemos de frases para apoyar a los que sufren, pero ¿qué puede decir uno en ese momento?, ¿cómo carajo te metes en su piel y tratas de sentir lo que siente?
Michael, sin embargo, es mejor en eso y dice unas palabras perfectas. La hace reír. Ella se excusa y se limpia las lágrimas. Nos damos cuenta, entonces, que ser diputada es una tarea casi ineludible que le dejó Robert. Ella lo explica mejor.
—…bueno, emocionada no, feliz tampoco. Este es un compromiso, es un deber, por lealtad. Lo que yo estoy haciendo es demostrarle eso a Robert, al presidente Chávez y a Maduro, pero no, no estoy feliz, y no le voy a mentir a nadie, pero sí es una lucha que tengo que dar y tengo que batallar en ella. Y ellos no se merecen ganar la Asamblea Nacional, y no lo merecen porque no son del pueblo y no nos quieren.
Nuestro Comandante luchó mucho por nosotros y Robert también. Él entregó su juventud por nosotros y no me perdonaría jamás el guardarme porque Robert no está o porque Chávez tampoco está. No. Nosotros tenemos que seguir luchando, y hoy más que nunca con más fuerza, con más ganas, dejando el dolor, dejando la tristeza, dejando las alegrías en un morral que nos entregó el comandante Chávez. Para atrás nunca. Tendrían que matarnos a todos, tendrían que matar también a Zulay Aguirre para ellos lograr lo que quieren. En el Circuito 2 les voy a dar la batalla.
—¿CUÁLES SON TUS OBJETIVOS SI LLEGASES A QUEDAR ELEGIDA?
—Nosotros tenemos un Plan de la Patria. Eso es lo que voy a seguir. Nuestro Comandante, como máximo líder, lo dejó todo hecho en el plan, y eso lo llevaremos a la Asamblea, continuando con lo que vinieron haciendo los otros camaradas diputados.
—¿QUÉ ES PARA TI EL SOCIALISMO?
—Para mí es el amor, la juventud, las madres que estamos en la calle, el Plan de la Patria; socialismo es Chávez, socialismo es Maduro y tenemos que seguir fortaleciendo nuestro socialismo, el nuestro.
Continuamos hablando y Zulay explica que la labor del cambio no es únicamente de la Asamblea y sus diputados, sino que tiene que haber, al mismo tiempo, y quizás por encima de todo, un pueblo movilizado y organizado queriendo construir. En eso cita al anónimo que dijo que solo el pueblo salva al pueblo, y le pido una biografía corta de su vida para que dejemos de hablar de política.
Zulay es maracucha, nacida en el año 65, se le nota que es del pueblo y que lo conoce, además. Llegó a Caracas a los 10 años y con muchos sueños. Terminó aquí su bachillerato y estudió contabilidad. Después se metió a comerciante. Vivió, según nos dice, una niñez muy humilde pero muy bonita y fresca. Tiene 15 hermanos. Murieron cinco. Quedan 11. Todo muy bonito, dice, la niñez, la juventud y la inquietud que, afirma, tenemos también Michael y yo, que la hizo buscar, desde el liceo hasta la universidad, ser escuchada e incluida en los espacios. Trabajó en una empresa privada. Fue sindicalista en ella. Luchó mucho por los trabajadores. La botaron dos veces y las dos veces ganó los juicios. Después fue comerciante por 25 años. Comerciaba mercancía de todo tipo para mantener a sus hijos.
Se casó por segunda vez (Robert tenía 8 años). Siguió comerciando, le gustó, dice, y le daba buenos dividendos para pagar la carrera de Derecho de Robert. Después él, con el Comandante en el poder, se ganó una beca y terminó de estudiar. Lo más hermoso de la vida, explica, fue ser madre. “Unas nacen con estrellas; yo nací estrellada’’, dice, refiriéndose a su soltería. Tiene tres hijos. Son buenos muchachos.
Si Dios le preguntara qué quiere, diría que lo mismo, que sus tres muchachos, porque han sido buenos, y le pediría también mucha fuerza y valentía para continuar en la lucha. Visitó a Chávez cuando estaba detenido en Charallave, después del 4F, y mientras se moneaba por una pared para escapar de los pacos, recibió un peinillazo en la pantorrilla. Otra cicatriz, pero sigue intacta.