Política

Vladímir Putin el estereotipo del ruso duro

Para completar el estereotipo, el presidente de la Federación Rusa tiene características muy típicas: un rostro de hielo, una contextura atlética y fama de duro. No en balde ha sido practicante de múltiples deportes, incluyendo judo, tenis, lucha sambo y esquí

Saltó de la mítica KGB, la agencia de espionaje soviética, a los altos círculos del poder de la federación rusa. No sonríe mucho, pero es popular, especialmente entre las mujeres. La prosperidad económica y la retoma del rol de potencia mundial que ha alcanzado Rusia en su era le proporcionan amplio apoyo

 

Parece uno de esos espías rusos que salían en las viejas películas de James Bond. O uno de los agentes de Kaos, la archienemiga de Control, en aquella genial parodia titulada El Superagente 86. Y el parecido no es descabellado, pues Vladímir Putin inició su transitar en la vida institucional soviética como miembro de la KGB.

Para completar el estereotipo, el presidente de la Federación Rusa tiene características muy típicas: un rostro de hielo, una contextura atlética y fama de duro. No en balde ha sido practicante de múltiples deportes, incluyendo judo, tenis, lucha sambo y esquí.

Nacido en Leningrado (ahora San Petersburgo) en 1952, en plena Guerra Fría, Putin estudió Derecho en la universidad de esa ciudad, legendaria por su heroica resistencia al sitio de las tropas nazis, entre 1941 y 1944. Apenas se graduó, fue reclutado por la agencia de inteligencia, donde se entrenó en espionaje y contraespionaje.

El trabajo en la KGB lo catapultó a la actividad política. Su arribo a los altos círculos del poder, tras la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el surgimiento de la Federación de Rusia, se produjo de la mano de una figura muy peculiar: Boris Yeltsin. Su ascenso fue rápido, al punto de que ya para 1998 era el director de la FSB, sucesora de la KGB en la era postsoviética. Desde allí pudo alcanzar las máximas alturas, luego de que el gobierno del beodo y díscolo Yeltsin cayera víctima de sus propias desmesuras.

Putin es un líder a la medida del pueblo ruso. Con esa cara de tipo malote y su limitada capacidad para sonreír, de seguro no le iría bien en estos trópicos, pero por aquellas frías estepas le va de maravilla. Fue presidente por dos períodos, entre 2000 y 2008, y se encuentra actualmente en el tercer lapso, que comenzó en 2012. En el intermedio se desempeñó como primer ministro de Dimitri Medvédev, uno de sus hombres de confianza. La prosperidad económica rusa y la retoma del rol de potencia mundial le han forjado un amplio apoyo.

Según las encuestas es bastante popular, particularmente entre las mujeres, que lo consideran muy sexy, un genuino macho ruso. Los adversarios, en tanto, dicen que su liderazgo es pura construcción de expertos en imagen, remake de las viejas estrategias soviéticas de culto a la personalidad, pues él, en realidad, es intragable. Llegan al extremo de decir que solo se le ve una sonrisa cuando está en compañía de caballos, osos o perros. A finales de 2014, durante una cumbre del G-20 en Brisbane, Australia, se dio una de esas oportunidades, pues apareció cargando a un pequeño koala (el marsupial que parece un ratón gigante) como si se tratase de un bebé. Los enemigos pusieron a circular el chiste de que el animalito, desde entonces, sufre taquicardia.

Durante sus tres mandatos (los adversarios hablan de Putin I, Putin II y Putin III, para darle al asunto reminiscencias zaristas) ha sido un gobernante de armas tomar. Una de sus primeras gestiones en el alto gobierno fue la Segunda Guerra Chechena. Algunos historiadores afirman que de los efluvios nacionalistas de ese conflicto nació la popularidad que luego lo llevaría a ser el principal líder de Rusia en lo que va del siglo XXI.

En el plano internacional tampoco ha sido débil. Se ha fajado para enfrentar el acoso de Estados Unidos y sus aliados europeos, un cuadro internacional en el que le ha sido muy útil su experiencia como espía en los años del mundo bipolar. En la plenitud de su tercera presidencia ha desafiado a las potencias occidentales con diversas acciones militares, incluyendo la más reciente: acometida en Siria contra los enclaves de Estado Islámico.

El comandante Hugo Chávez y él tuvieron una amistad que comenzó en 2000. A propósito de la muerte del líder venezolano, Putin dijo que “Chávez llegó a ser uno de los símbolos de América Latina de la lucha por la independencia y la libertad”. En varias ocasiones Putin ha recalcado la amistad entre Moscú y Caracas, a veces en tono de advertencia: “Me gustaría señalar que Venezuela es, sin duda, no solo nuestro amigo sino nuestro socio cercano, uno de los socios principales en América Latina”, dijo en abril de este año. Y eso, para un hombre de tan pocas palabras, es un tremendo discurso.

 

PUTIN

 

POR CLODOVALDO HERNÁNDEZ

CLODOHER@YAHOO.COM

ILUSTRADOR: ALFREDO RAJOY

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