Política

Sobre los protectores de El Picure y el asesinato de la verdad

No hay elementos de torpeza o improvisación en la conducta de los medios y periodistas del antichavismo luego de la efectiva baja de José Antonio Tovar Colina, alías El Picure, y algunos miembros de su banda criminal. Cada palabra empleada para referirse a este hecho, a esta banda y sobre todo a su líder, tiene un propósito exacto, específico y claro a esta altura de la guerra contra Venezuela

La estrategia de control de daños dice que ante un hecho conmocionante no esperado, una tragedia, o una pérdida considerable frente al enemigo, la primera medida debe ser controlar el manejo de la información ante la opinión pública para bloquear su reacción lógica, aislando los efectos de la pérdida. En estos casos, los estrategas priorizan, organizan y distribuyen el contenido y flujo de la información. La consigna es persuadir y asegurar que se compensarán las pérdidas.

Lo que se ha visto en redes y en prensa 2.0 hasta ahora, luego de que fuera abatido en un enfrentamiento con las Fuerzas de Acciones Especiales de seguridad del Estado, José Antonio Tovar Colina, Alias "El Picure", delincuente emblema de las Bandas Criminales y Paramilitares en Venezuela, no es más que una operación de control de daños y propaganda que en sí misma tiene objetivos precisos:

  • Minimizar el avance efectivo de los cuerpos de seguridad del Estado frente a estructuras criminales y paramilitares de alto despliegue y organización.
  • Minar la confianza de la población y profundizar el escepticismo de este frente a las acciones del gobierno para imponer orden a lo interno.
  • Impedir que se instale en la opinión publica sensaciones favorables a cualquier signo de estabilidad.
  • Profundizar las contradicciones entre los cuerpos de seguridad, evitando cualquier síntoma de moralización, efectividad y confianza.
  • Insistir en la matriz de ineficiencia total en cualquier nivel del gobierno, sobre todo en el área de la seguridad y protección.

A estas alturas no puede considerarse a los medios de comunicación del antichavismo como elementos separados dentro de las operaciones que las bandas criminales y el paramilitarismo llevan a cabo contra el Estado venezolano y la población en general. Ya se ha dicho con suficiente amplitud en Misión Verdad a cuáles intereses responden, bajo qué lógica, y cómo proceden tanto los ultrapromocionados "medios independientes" como los periodistas de la fuente de Sucesos en Venezuela.

Basta un paseo por las redes a solo horas del operativo contra El Picure, quien fuera abatido en el sector los Médanos de El Sombrero, en el estado Guárico, para saber cómo se mueven los hilos y confirmar por vía de confesión de partes las vinculaciones del fascismo criollo (anclado en sus medios), con el crimen organizado y delincuentes confesos como Tovar Colina.

Es decir, el agenciamiento de términos como "asesinato" indican de facto una prueba vinculante de la relación de intereses entre los medios y las bandas. El objetivo -no tan oculto- es etiquetar a los cuerpos de seguridad del Estado como sujetos criminales y "asesinos" para engordar aún más la débil matriz de violaciones de derechos humanos. Borrando, o intentando borrar los elementos que evidencian (con una insoportable obviedad) el estado de guerra total bajo el que se encuentra Venezuela. A toda costa El Picure debe parecer la víctima, aun cuando combatía con fusiles, granadas, pistolas y escopetas.

Victimizar al victimario, y lo que en criollo conocemos como "huir hacia delante", terminan de cerrar el asqueante cuadro de complicidades obvias entre el triángulo operacional: bandas criminales, medios y políticos antichavistas.

Si bien El Picure y su banda llegaron a dominar territorios estratégicos en el centro del país, la mitificación alrededor de él como figura criminal rozaba la mitología fetichista construida a pulso por los periodistas de Sucesos de los principales medios del país. Mucho consumo idiotizado de El Capo y otros vómitos de la cultura narcoparamilitar colombiana hicieron de El Picure una figura ultramediatizada, seductora y referente de tontas útiles como Thabata Molina que, aún desde Panamá, no para de ofertar sus tristes (y mediocres) servicios a los grupos mercenarios.

El enemigo no improvisa

De ninguna manera operaciones de este tipo deben entenderse como reacción a la coyuntura. La criminalización de los cuerpos de seguridad del Estado tiene ya kilometraje. No hay signos de casualidad entre la campaña "pospicure" y las denuncias y acciones de sabotaje contra la OLP ante organismos internacionales, ampliamente reseñada también por Misión Verdad hace exactamente un mes. Se trata de acciones de amplio espectro contra la institucionalidad militar y de seguridad, capitaneada por las ya conocidas (y tarifadas) ONGs de turno proyectadas, como se sabe, por consorcios de la comunicación locales y foráneos.

Vale la pena volver a las palabras del jefe del Comando Sur, cuando en su documento estratégico contra Venezuela ordena a los empleados locales: "Mantener la campaña ofensiva en el terreno propagandístico, fomentando un clima de desconfianza, incitando temores, haciendo ingobernable la situación. En esto es importante destacar todo lo que tiene que ver con desgobierno: las fallas administrativas, la afectación con los altos índices de criminalidad y la inseguridad personal".

Insistir y volver siempre al argumento base: Venezuela toda no está enfrentando acciones regulares fácilmente identificables, sobre Venezuela se están ensayando nuevos métodos de intervención no convencional y el terreno de la guerra irregular es apenas uno de ellos. La propaganda protectora alrededor de estos nuevos ejércitos mercenarios es también un elemento complementario del plan de asedio de amplio espectro contemplado en la doctrina de la Guerra No Convencional y sus manuales. La ejecución depende de altos niveles de maniobra, orquestación y saturación, adentro y afuera, todo al mismo tiempo. Es exactamente eso lo que ahora mismo vemos en primera fila, de esto depende la posterior percepción colectiva, el boca a boca, la opinión publica, el chismorreteo. Es la batalla por el relato, da igual si es cierto o falso. En este punto los medios deciden qué ha pasado, qué existe y qué no.

La guerra es global, la propaganda es global

Se sabe y se ha repetido también que no hay escenarios exclusivamente locales en ninguna parte del planeta. Si bien las características de los acontecimientos están determinados por condiciones individuales, la concepción del asedio es una misma; es compleja, es nueva. El procesamiento por parte de los gobiernos del tipo de operación en curso pareciera estar perdiendo la carrera con la propia aplicación dinámica y veloz de la guerra.

Un ejemplo que debería asombrarnos (si es que aún existe la capacidad de asombro) es la reciente noticia que circula justamente esta semana en los medios globales sobre el financiamiento y dirección del Gobierno británico en la propaganda de grupos terroristas que operan en suelo sirio, según lo revela The Guardian quien tuvo acceso a documentos que demuestran la determinación del Gobierno de David Cameron por promocionar los "valores moderados de la revolución", es decir, de grupos terroristas que masacran en Siria pueblos enteros e intentan forjar una identidad nacional anti-Assad, el presidente legítimo de ese país hoy destrozado.

Como se ve, las operaciones de propaganda en beneficio de grupos mercenarios en contra de Estados y pueblos enteros no es una situación exclusiva de Venezuela, justamente porque la ofensiva occidental bajo el mismo modus operandi es global.

No existe hoy motivo para dudar del paralelismo entre países del Medio Oriente caotizados como Siria y la situación en Venezuela. La sofisticación repentina y el manejo profesional de armamento de alta tecnología, soportado por operaciones de propaganda de gran envergadura, conforman el demente coctel de las nuevas guerras. Evidencias sobran; ignorarlo, minimizarlo, frivolizarlo es también parte y consecuencia de estas operaciones.

Los operadores locales como El Nacional, La Patilla, 2001, El Estímulo y demás containers recolectores y representantes de consorcios internacionales, sabrán agradecer nuestra pasividad frente a este y todos los acontecimientos que están por venir. Si su cometido es claro, la respuesta debería ser más clara y contundente aún. El inmediatismo, la banalización y la frivolización de sus operaciones nos siguen jugando en contra. El enemigo no improvisa, el enemigo es hábil.

Destruidos los consensos globales, la legislación y las regulaciones internacionales son apenas un chiste, esto se traduce en que la única posibilidad de superación del conflicto y el enfrentamiento a las megaoperaciones de propaganda y sabotaje quedan en manos de la conjunción pueblo-gobierno. No hay a la vista otras opciones que no sea la de confrontación de esta nueva realidad por vías no tradicionales. El peso del análisis convencional paraliza cualquier posibilidad de victoria. Al despliegue demente de la Guerra No Convencional no es posible vencerlo con consignas.

Entender la guerra es el primer paso para ganarla.

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