Opinión

Polar/Cargill: Fábricas de verdugos

Y… claro, el nombre del Jefe de Estado explotaba en cada caso como fuego artificial, y se le exponía como el gran culpable de esta crisis

“Antes con mi sueldo podía alimentar a mis tres perros, dos gatos, compraba los repuestos de mi moto, comía y hasta me alcanzaba para irme a la playa… ahora con este hombre no me alcanza para nada”, así explicaba una señora el domingo en el mercado Guaicaipuro enfrentada a los 5 mil bolívares por un kilo de comida para gato.

El día anterior, una abuela alemana, en una zona agrícola mirandina protestaba porque tuvo que hacer una cola de tres horas para recoger su bolsa del Clap. Por cierto, también estaba presente en la conversa el tema de la comida para las mascotas.

Dos días antes, en plena sala de profesores, dos colegas tuvieron una áspera discusión enfrentados por el tema de los costos de los productos básicos, y nuevamente los alimentos para perros y gatos tomaban protagonismo en el calor del toma y dame.

Y… claro, el nombre del Jefe de Estado explotaba en cada caso como fuego artificial, y se le exponía como el gran culpable de esta crisis.

Sin embargo, ninguno de los combativos contertulios fueron capaces de ver más allá de lo evidente.

Los alimentos para animales en Venezuela, básicamente están en manos de dos empresas: Polar y Cargill, socias en los silos, en los sistemas de distribución, en el control del casi el 100% del mercado legal (el resto es clandestino) , y en el manejo de los 30 mil puntos de venta al detal.

Los camiones de Polar fueron usados de talanqueras, de estorbos, en las vías públicas en el 2002, y ahora en el 2016 con la simplificación productiva, la misma empresa le ha secuestrado el derecho de los menos privilegiados a los empaques populares, y han beneficiado a quienes pueden comprar por volumen.

Cargill, por su parte, y como lo testimonian las cifras en el Libro Blanco de RCTV, triplicó su apoyo al canal televisivo de Marcel Granier, a través de publicidad, para que aguantara la batalla en el golpe de Estado y el paro petrolero.

Ahora, ambas empresas decidieron golpear el corazón de los amantes de los animales de una manera moralmente mortal: los han puesto a decidir entre sobrevivir ellos o dejar morir a sus fieles compañeros. Hace seis meses, un saco de 20 kilos de alimento para perros costaba entre 3 y 5 mil bolívares. Hoy está esa misma presentación en 40 mil bolívares. Y el kilo de comida para gatos simplemente es incomprable.

No son productos regulados, no se les considera de primera necesidad. Incluso, hay una marca que tiene tanto aserrín y colorante rojo, que pone diarréicas a las mascotas, y en un par de semanas pierden masa y energía.

Animales desnutridos y humanos derrotados moralmente, golpeados en sus afectos, y convertidos, por obra y gracia de un par de monstruos, en verdugos de sus propios amores, en traidores de su corazón, y además con una ira irracional que los lleva a maldecir al Presidente de la República.

No fue suficiente con desaparecer los pañales, con encarecer las fórmulas para lactantes, había que destrozar a quien ama a esos seres inocentes, potecitos de amor como les dice mi esposa, y ponerlo en la cuerda floja, sintiendo cómo se le desgarra el corazón, y se le empaña la razón.

Una señora, en un psicótico ataque emocional, donde se mezclaron los sentimientos políticos, la crisis por los precios de alimentos e incluso la falta de suministro de éstos, llevó a sus pájaros a la plaza Candelaria, en el centro de Caracas, y gritando improperios contra Maduro, soltó a sus aves que habían nacido en cautiverio. Al día siguiente, los mudos cadáveres de los animalitos incapaces de sobrevivir en libertad, daban testimonio de esta guerra soterrada pero efectiva contra el gobierno.

Los que mantienen conciencia junto a un inconmensurable amor a estos compañeros de viaje, le están dando la vuelta. Están inventando, anteponiendo el bienestar de los animalitos al suyo propio, y los monstruos hacen control de daños, siguen las cifras con cuidado, ven las reacciones y sopesan esa línea de ataque.

Si hay algún culpable no puede ser el gobierno, es la mano invisible del mercado, la omnipresente ley de la oferta y la demanda, y más allá: el frío cálculo de una guerra que está utilizando los corazones, los afectos, el amor, como una herramienta para pervertir, corromper, dañar, ensuciar a las personas y construir un odio a sí mismos, en una campaña mucho más sórdida que soltar una bomba atómica.

¿Un par de meses después de haber ejecutado, asesinado, desaparecido a su perro o a su gato, a sus pequitos o peces, qué quedará de la moral de ese humano/verdugo? … Sólo una piltrafa llena de remordimientos, que habrá dado un paso hacia la autotraición, alimentando el egoísmo y preparándolo para sacrificar otros afectos en la urgencia de la supervivencia individual. Las mascotas son pérdidas colaterales, el blanco del ataque es el corazón humano. El demonio anda suelto.

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