Iris Varela no es el ogro que pintan
La ministra de asuntos penitenciarios ha sido controversial. Quienes la conocen dicen que es peleona, pero muy sensible
La ministra de asuntos penitenciarios ha sido controversial. Quienes la conocen dicen que es peleona, pero muy sensible. La mejor prueba de eso la experimentó cierto periodista que pretendió convertir en tema de debate político la muerte de su hijo neonato, ocurrida en 1992. ella, herida en su amor de madre, fue a la televisora y, en vivo, le entró a trompadas al cizañero
El comandante Hugo Chávez popularizó el apodo de “La Fosforito”, por su capacidad para echar candela rápidamente ante la más leve raspadita. Más poético, Hermann Escarrá la llamó “María de la Luz”. En predios del odio suelen decirle “La Greñúa”, “La Mechúa” y cosas peores. Es María Iris Varela Rangel, a quien también podríamos llamar, con justicia, “La Gocha de Acero”.
La ministra del Poder Popular para Asuntos Penitenciarios pertenece a la camada de dirigentes del mundo civil que irrumpió a la política nacional en 1998, como parte del aluvional Movimiento V República (MVR), bajo el impulso telúrico del hombre que, seis años antes, había prometido que la derrota era solo por ahora.
Su actividad previa había sido regional, principalmente en su natal San Cristóbal, donde se graduó de abogada en la Universidad Católica del Táchira, se especializó en Derecho Constitucional, Derecho Procesal Penal y realizó estudios de Criminalística. No duró mucho tiempo ejerciendo porque el vendaval del 4F la arrastró —hasta el sol de hoy— al campo de la política.
Su debut como figura nacional fue en la Asamblea Nacional Constituyente, donde se fajó en temas muy importantes relacionados con los derechos ciudadanos. “También estuvo con Eliécer Otaiza en la lucha por cambiar el nombre del país a República Bolivariana de Venezuela”, recuerda el periodista Eligio Rojas, quien cubrió las incidencias de la ANC.
El también reportero Ernesto Vegas dice que con su temperamento Varela no solo estremeció a la oposición (víctima de sus encendidos discursos), sino que tuvo un gran impacto chavismo adentro, donde se ganó un puesto por ser aguerrida y estudiosa de los temas en los que tenía que argumentar. “Ella es peleona pero muy sensible. No es un ogro, como han querido pintarla; por el contrario, es una persona muy de familia y amiga del diálogo. Aunque no lo parezca, es una gran jodedora”, asegura Vegas, quien en este último aspecto de la vida es una voz autorizada, pues tiene varios diplomas.
Otro periodista, Gustavo Azócar, conoció el lado boxístico de la líder andina, en vivo y directo, en un programa de la televisión regional tachirense. Por supuesto que la canalla mediática condenó a la entonces diputada, presentándola como agresora y cobarde, pero su reacción fue motivada por el empeño del periodista en convertir en un tema de cruel controversia pública una tragedia familiar ocurrida a Varela en 1992: la pérdida de un bebé recién nacido. ¿Usted no le hubiese dado también una buena pescozada a semejante individuo?
Luego de la ANC, Varela pasó a formar parte de la nueva Asamblea Nacional. Fue una parlamentaria muy trabajadora y dejó su huella en leyes tan importantes como las de Policía Nacional, Defensa Pública y Estados de Excepción. Ya como ministra de Asuntos Penitenciarios, colaboró intensamente en la elaboración del Código Procesal Penitenciario, que fue aprobado en 2013 y aún espera para entrar en vigencia.
Como parlamentaria también trabajó en numerosas investigaciones, como las de ejecuciones extrajudiciales en Guárico, casos de paramilitarismo y sicariato y el asesinato de Danilo Anderson.
En 2011, el presidente Chávez le encargó una de las tareas más difíciles y desagradables que uno pueda imaginarse en un gobierno: lidiar con la maraña de problemas de las cárceles, una de las herencias más nefastas de la Cuarta República que, antes que resolverse, se había agravado en la primera década de la Quinta. En eso anda todavía la admirada Fosforito, la odiada Greñúa, la incansable Gocha de Acero, la musa a la que el poeta Escarrá llamó María de la Luz.
Ilustración: Mariano Rajoy