Política

Hillary Clinton, una dama es “el hombre” de Wall Street

La visión de Johnstone no es la más generalizada. Por el contrario, un eficaz aparato de márquetin político ha logrado vender a Clinton como una líder progresista y pacifista

LA PRECANDIDATA PRESIDENCIAL DEMÓCRATA ES LA FICHA A LA QUE APUESTA LA BANCA IMPERIAL PARA SEGUIR DICTANDO PAUTAS AL GOBIERNO DE ESTADOS UNIDOS. EN PREPARACIÓN DESDE HACE 15 AÑOS PARA VOLVER A LA CASA BLANCA, LA EX SECRETARIA DE ESTADO APARECE A LA DERECHA DE MUCHOS REPUBLICANOS EN MATERIA INTERNACIONAL. POR ESO SON VARIOS LOS QUE TEMEN QUE CON ELLA SURJA LA AMENAZA DE UNA NUEVA GUERRA MUNDIAL

Diana Johnstone, una biógrafa no complaciente, afirma que Hillary Clinton es un rato largo más peligrosa que el bocón Donald Trump. En un libro titulado La reina del caos, la desnuda como ficha de los grandes poderes financieros de Estados Unidos; la culpa, sin atenuantes, de la destrucción de Libia y del golpe de Estado en Honduras y advierte que, por sus posiciones en materia internacional, podría llevar al planeta al borde de una tercera guerra mundial.

La visión de Johnstone no es la más generalizada. Por el contrario, un eficaz aparato de márquetin político ha logrado vender a Clinton como una líder progresista y pacifista.

La tarea de los asesores de imagen no ha sido tan difícil, pues la doña, de 69 años de edad, tiene lo suyo: carisma, trayectoria, agallas, puede jugar el papel del “mal menor” y, además, es esposa, madre y abuela, como ella misma se define en Twitter.

Desde hace 15 años, cuando su marido, Bill Clinton, dejó la presidencia, a Hillary se le ha promocionado como la potencial primera presidenta de EEUU. Para encaminarla a ese objetivo, el Partido Demócrata la ubicó en un importante cargo: senadora por Nueva York. Hizo un primer intento de obtener la nominación en 2008, pero el triunfador fue Barack Obama, quien luego la designó secretaria de Estado, una función a la que muchos consideran la verdadera vicepresidencia imperial.

Los demócratas que respaldan su postulación piensan que el partido no tendrá más que repetir la exitosa estrategia que llevó a Obama a la Casa Blanca: la de que ha llegado la hora, porque siempre debe haber una primera vez. A Obama le tocaba por ser negro, y a Hillary Clinton le toca por ser mujer.

La historia de Clinton en cuanto mujer no es particularmente notable. No ha sido una líder feminista ni mucho menos. En su desempeño en la periferia de las luchas femeninas resaltan sus trabajos como abogada en asuntos de familia, la gestión de un programa educativo cuando era primera dama del estado de Arkansas, así como ciertas iniciativas a favor de una política sanitaria no tan despiadada a escala nacional. De resto, las mujeres de EEUU la recuerdan, básicamente, por haber llevado los cuernos con dignidad cuando su díscolo esposo estaba en la cima del mundo.

Claro que para muchas mujeres ese es un mérito dudoso, pero quien analice el asunto desde el punto de vista de su carrera política, ¡vaya que le sirvieron esos cachos!
Cuando se revisa la hoja de vida de la precandidata, queda claro que fue justamente en el momento en que Bill Clinton entregó la presidencia, en 2001, cuando comenzó la carrera política de Hillary Rodham, al margen de la de su cónyuge. También podría decirse que se reanudó dicha carrera, pues muchos años antes, en los tiempos previos al ascenso del marido (a la gobernación de Arkansas, primero, y a la escena política nacional, luego), a la entonces joven jurista se le veía como una verdadera promesa de la política.

En ese tiempo ella rechazó varias veces la propuesta de matrimonio de su novio Bill, pues temía que, al convertirse en su esposa, su performance particular en la actividad política quedara anulada. No obstante, terminó cediendo ante la insistencia del enamorado y se fue con él a Arkansas, un estado modesto ubicado al centro-suroeste del territorio estadounidense. Allí comenzó el largo paréntesis que cerró con el fin del segundo período presidencial de Clinton, una época durante la cual la mujer quedó restringida al rol de primera dama, primero del estado y luego del país.

Hillary, hay que precisarlo, siempre tuvo su peso específico. No fue nunca una primera dama ornamental. En la primera campaña de Bill Clinton, en 1992, este solía decir, en tono muy jovial, que votar por él sería como “comprar dos por el precio de uno”, pues su esposa brillaba con luz propia. Las reseñas de la prensa de la época daban cuenta de que a muchos estadounidenses les agradaba ese cambio en el rol de primera dama, pero a otros tantos les generaba muchas dudas. Los comentaristas se fijaron mucho en ella y no tardaron en advertir que era capaz de ser el poder detrás del trono. No faltó quien la caricaturizara como una bruja o una pantera al acecho.

Del paso de la pareja por el poder quedó un reguero de escándalos. No solo les afectó el asunto de la pasante Mónica Lewinsky y todo lo que se reveló incidentalmente durante su debate público. También hubo un caso más grave, desde el punto de vista de los intereses del público, como fue la investigación de la llamada Controversia Whitewater. Se trató de presuntas irregularidades en los manejos de los Clinton en Arkansas, con una empresa llamada Whitewater Development Corporation. El tema fue investigado judicialmente por una comisión senatorial, y por ello Hillary Clinton es la única primera dama que ha tenido que rendir testimonio ante el organismo de justicia denominado Gran Jurado.

Los Clinton salieron ilesos de la investigación, a diferencia de más de una docena de personas involucradas en el caso, incluyendo al sucesor de Clinton como gobernador de Arkansas, Jim Guy Tucker, quienes fueron a dar a la cárcel. Cuatro de esos privados de libertad recibieron el beneficio del indulto en 2000, poco antes de dejar la presidencia.

CONSENTIDOS DE LA BANCA

Volvamos a la biografía elaborada por Diane Johnstone. Digamos que quienes tenían más claro el potencial de la ex primera dama para volver a la Casa Blanca, esta vez como presidenta, eran los banqueros. Los capos de Wall Street cobijaron generosamente al matrimonio Clinton, incluso a su única hija, Chelsea, quien terminó casada con un ejecutivo de la banca de inversión. El yerno, Marc Mezvinsky, un tiempo después, ¡oh, prodigio!, terminó fundando su propia compañía en el ramo.

Desde su nueva mansión en Nueva York (tienen otra en Washington DC y sus propiedades originales en Arkansas), los Clinton se convirtieron en los consentidos del sector financiero. Ahora, cuando la abogada nacida en Illinois está en la ruta de la presidencia, esos banqueros han reforzado su apuesta. Hillary, en pocas palabras, es el hombre de Wall Street, en especial para conjurar la amenaza que encarna Bernie Sanders, un señor que no es comunista ni socialista ni nada parecido, pero que comparado con el resto del establecimiento político gringo, parece un chavista infiltrado allí, donde más huele a azufre.

Imaginar los compromisos que tendrá la presidenta —y su “primer damo”— con respecto a los amigotes de la banca es un buen ejercicio para estimar cuál será la política económica y financiera de ese gobierno.

ORGULLOSA DE MATAR

Más allá de su evidente pertenencia a los círculos de poder de la banca, Hillary Clinton tienen entre sus rasgos más destacados varios que la colocan a la derecha de muchos republicanos. En su gestión como secretaria de Estado demostró ser guerrerista e intervencionista. En el complejo cuadro del Medio Oriente gustosamente se alió con los sectores más radicales del sionismo y fomentó el derrocamiento y magnicidio de Muamar el Gadafi, lo que ha traído como consecuencia la inestabilidad en todo el norte de África.

Entre sus frases célebres se cuenta precisamente una referida al asesinato de Gadafi: “We came, we saw, he died!”, que se traduce como “¡Vinimos, vimos, él está muerto!”. Fue un parafraseo de la locución latina de Julio César, refiriéndose a la guerra de las Galias, “veni, vidi, vici”, es decir, “fui, vi, vencí”. Lo más impactante no fue la frase en sí, ya bastante despiadada, sino la patética sonrisa de oreja a oreja que mostró la dama al pronunciarla, en medio de una entrevista con una televisora de noticias.

Conocedores de geopolítica afirman que con Clinton en el poder se acentuará la estrategia exterior de apoyo a la alianza sionista-saudí que ha procurado la destrucción de Siria y pretende someter a Irán. Ese alineamiento abierto (con Obama, como en tantos otros asuntos, el apoyo ha sido con hoja de parra) podría significar una grave agudización del enfrentamiento con Rusia.

Los expertos afirman que si Clinton gana y se empeña en “ir, ver y matar” en ciertos lugares del mundo, intensificará las rivalidades entre potencias y aumentará el riesgo de una confrontación global. Por eso, aparte de Johnstone, son varios los que piensan que al lado de ella, Trump es tan solo un bocón.

HILLARY

ILUSTRACIÓN: ALFREDO RAJOY

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