Gobierno de Bolsonaro: ecocidios y genocidios anunciados
Se espera un millón de personas en Brasilia, el martes 1 de enero de 2019, para la ceremonia de posesión de Jair Bolsonaro, elegido Presidente de Brasil en octubre de 2018. Todas las polémicas y declaraciones consideradas como apología al racismo, xenofobia, homofobia y sexismo, y la alerta internacional que vinculaba la figura de Bolsonaro a líderes fascistas como Hitler y Mussolini no bastaron para frenar el ascenso y posterior elección del ex capitán del ejército. La composición del nuevo gobierno desvela cómo el país será gobernado los próximos cuatro años y augura un horizonte muy preocupante para el país y la región.
Una de las preocupaciones del nuevo presidente es eliminar el pensamiento crítico y de izquierda, y atacar las escuelas y universidades que no comulguen con las ideas del gobierno. Eso ya era el caso durante la campaña electoral, cuando eventos y clases que abordaban la temática del fascismo fueron cancelados por las autoridades electorales. Según las autoridades judiciales, estos eventos y clases perjudicaban el candidato. Después de la victoria de Bolsonaro, miembros del PSL (Partido Social Liberal) incitaron a estudiantes a denunciar los docentes críticos con el futuro presidente. Un día antes de tomar el cargo, Bolsonaro habló sobre eliminar “la basura marxista” de las escuelas y que el Ministerio de Educación – dirigido por el colombiano Ricardo Vélez Rodríguez– trabajaría para que las escuelas puedan formar ciudadanos y no militantes políticos.
El Ministerio de Deporte, Cultura y Desarrollo Social fue transformado en el Ministerio de la Ciudadanía y Acción Social; su ministro, Osmar Terra, también fue Ministro de Desarrollo Agrario durante el gobierno de Temer. Por ello, es el responsable de la reducción de los beneficiarios del programa Bolsa Família –uno de los principales programas de erradicación del hambre en el país–. Asimismo, Osmar desarrolló el Plano Progredir con el objetivo de estimular el emprendedurismo y la inserción en el mercado de trabajo. Una de las propuestas actuales que ya era objeto de evaluación durante el gobierno de Temer, es la reducción de la edad laboral mínima por debajo de los 14 años.
El Ministerio de Derechos Humanos fue transformado en el Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos y estará a cargo de la pastora evangelista Damares Alves. El gobierno de Bolsonaro defiende la prohibición del aborto en casos de violación y riesgo de muerte de la persona gestante, más allá de apoyar al Estatuto do Nascituro –que prevé un plan de apoyo financiero y psicológico para que la persona violada siga con el embarazo y que el violador cumpla con sus obligaciones de “padre”–. La Funai (Fundación Nacional del Indio, por su sigla en portugués) debe ser incorporada a ese ministerio. Damares es abiertamente anti derechos indígenas y Bolsonaro ya anuncia que las tierras de los pueblos originarios serán reducidas durante su mandato.
La futura Ministra de Agricultura, Tereza Cristina, defensora del uso de agrotóxicos, fue la líder de la banca ruralista en la Cámara Baja. Cristina trabajó activamente contra los programas de desarrollo sustentable de los pueblos originarios y comunidades tradicionales brasileras. En conjunto con otros diputados terratenientes, la futura ministra sugirió que líderes indígenas y profesionales que trabajan por los derechos de los pueblos tradicionales sean investigados judicialmente. Los principales financiadores de las campañas electorales de Teresa son empresarios vinculados al agronegócio, muchos de ellos involucrados en asesinatos de indígenas en la región de Mato Grosso do Sul.
Ernesto Fraga Araújo, elegido por Bolsonaro como Ministro de Relaciones Exteriores, es un negacionista del cambio climático que prometió eliminar el “marxismo cultural” de las relaciones diplomáticas de Brasil y dijo que el cambio climático era una “conspiración marxista”. El nuevo gobierno tiene la intención de seguir enteramente las políticas de los EE.UU. y de apoyar a Trump, su negacionismo climático, su discurso racista y sobre todo, sus alianzas con Israel. Brasil, que apoyaba Palestina, se posiciona ahora como fiel aliado de Israel y de su presidente Netanyahu, como lo muestra la decisión de mudar la embajada de Brasil de Tel-Aviv a Jerusalem.
Ricardo Salles, un abogado ultraliberal, fue elegido como Ministro del Medio Ambiente. Esta decisión fue muy criticada por varias organizaciones ambientales que han denunciado sus proyectos que profundizan el cambio climático y la catástrofe ambiental. Apoyado por el lobby ruralista y de la agroindustria, Salles promueve un agenda anti-ambientalista y ecocida con políticas de intensificación de la deforestación de la Amazonia, la explotación minera en zonas protegidas, la comercialización de pesticidas y el cuestionamiento de los Acuerdos de París (de los cuales ya salieron los EE.UU.). Durante su tiempo como secretario de Medio Ambiente del estado de São Paulo en 2016 y 2017, Salles fue acusado de improbidad administrativa cuando modificó los planes de gestión de una zona de protección ambiental para favorecer a empresas privadas. La postura negacionista del nuevo gobierno se destaca también con la renuncia de organizar la COP 25 –una de las conferencias mundiales más importantes sobre el medio ambiente– en Brasil.
Sérgio Moro será el Ministro de Justicia y Seguridad Pública del nuevo gobierno. El reconocido juez responsable por el encarcelamiento de Lula y famoso por su línea “tolerancia cero con la corrupción” tendrá como colegas por lo menos tres ministros involucrados en denuncias por su participación en casos de corrupción pasiva, lavado de dinero y desvío de dinero público en los ministerios de Salud, Medio Ambiente y en la Casa Civil.
El nuevo gobierno de Brasil –con solo dos mujeres y ningún/a afro-descendiente– está compuesto por miembros del ejército, ultra-derechistas, escéptico-climáticos y evangelistas. Representa una grave amenaza para los Derechos Humanos y para el medio ambiente en el país, la región y el mundo. El año 2019 trae muchos desafíos e incertidumbres para las mayorías sociales y cobra madurez de las izquierdas. En un contexto global de giro neo-fascista, dar una respuesta unitaria y contundente se volvió una necesidad urgente así como la lucha y la construcción colectiva de proyectos políticos –con todas sus diferencias– capaces de frenar el avance reaccionario y defender los derechos fundamentales de los pueblos.