El camino hacia el fin del racismo en Estados Unidos: la herencia de Martin Luther King
El reverendo activista luchó por alcanzar la justicia social y conseguir una reforma que reconociera en la población afroamericana los mismos derechos civiles de los blancos, entre ellos, el voto
Le gustaba enseñar, estaba acostumbrado a dar sermones en su iglesia y a alentar a quienes lo seguían con el sueño de vivir en un Estados Unidos libre de racismo. Martin Luther King puso su fe en obras al organizar y dirigir protestas pacíficas (que consistían en recorrer las calles con pancartas y consignas), a las que miles de afroamericanos se unieron para respaldar su movimiento revolucionario.
King abrió el camino hacia el fin de la discriminación racial en América del Norte. Es una lucha que se mantiene viva a 47 años de su asesinato, el 4 de abril de 1968.
El reverendo activista luchó por alcanzar la justicia social y conseguir una reforma que reconociera en la población afroamericana los mismos derechos civiles de los blancos, entre ellos, el voto.
La sociedad norteamericana para las décadas de 1950 y 1960 prohibía los matrimonios e incluso relaciones sexuales entre blancos y negros.
Los afroestadounidenses no podían asistir a las mismas escuelas, hospitales, clubes, restaurantes, hoteles, cafeterías, iglesias y otros centros sociales a las que iban los blancos.
Tenían prohibido permanecer juntos o cerca en lugares públicos. Los negros fueron obligados a construir sus aldeas en lugares alejados de los barrios de blancos, en condiciones miserables.
La política segregacionista también señalaba que si una persona negra era herida en la calle, tenía que esperar ser auxiliada por una ambulancia para individuos de su raza.
La lucha del pastor bautista tomó fuerza cuando en 1955, Rosa Parks, una obrera negra, fue ultrajada y detenida por un policía caucásico por haberse sentado en una silla "solo para blancos" en un autobús, y haberse negado a cederla al subirse un hombre blanco.
El momento más recordado de King fue cuando pronunció el discurso "Yo tengo un sueño" (I have a dream), el 28 de agosto de 1963, ante más de 250.000 personas concentradas frente al Licoln Memorial Park en Washington, capital de ese país.
"Cuando los arquitectos de nuestra República escribieron las magníficas palabras de la Constitución y la declaración de independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, sí, tanto a negros como a blancos, les serían garantizados los inalienables derechos a la libertad y la búsqueda de la felicidad", expresó en aquel histórico episodio, que recogía el espíritu de su lucha: libertad, igualdad y trabajo.
Premio Nobel de la paz
La gesta del afroamericano le llevó a ser merecedor del Premio Nobel de la Paz en 1964.
En su libro Mi Vida con Martin Luther King, la esposa del reverendo, Coretta Scott King, narró el momento en que recibió la llamada de notificación sobre el galardón: "En nuestra casa, el teléfono sonaba sin cesar. Muchas de las llamadas eran de personas con quienes Martin trabajaba o que querían prestar apoyo al movimiento, así que un día contesté, y del otro extremo de la línea dijeron: ‘Aquí la Associated Press. Quisiera hablar con el doctor Martin Luther King".
Él no estaba en casa, y el periodista le contestó: "Se nos acaba de comunicar desde Noruega que su marido ha obtenido el Premio Nobel de la Paz de 1964".
"Naturalmente, yo me sentía complacida, pero al mismo tiempo pensaba: ¿Por qué? ¿Por qué se consideraba de importancia internacional la lucha de Martin? ¿Cuál era el profundo significado del premio, un significado que aún no éramos capaces de comprender? Pues aquel no era tan solo un premio otorgado por luchar en favor de los derechos civiles sino por contribuir a la paz mundial", cuenta.
En diciembre de 1964, la pareja viajó a Oslo, capital de Noruega, para recoger el premio. Este tributo representó una gran responsabilidad en la lucha del activista. Y en su discurso de aceptación, lo expresa claramente: "Tengo la sensación de que este premio me ha sido concedido por algo que aún no se ha conseguido de verdad. Es un mandato para continuar trabajando más intensamente todavía por las cosas en las que creemos".
Para esa ocasión, el galardón estuvo acompañado de 54.000 dólares, que fueron destinados al Movimiento por la Libertad.
Un día antes de su asesinato
A pesar de las constantes amenazas de muerte que recibía el dirigente, no permitió que su sueño menguara. King prosiguió luchando con la conciencia tranquila y la convicción de que había logrado su propósito: sembrar la semilla de revolución en el pueblo y abrir el camino para poner fin al racismo.
"¿Qué me ocurrirá a mí de parte de algunos de nuestros enfermos hermanos blancos?", preguntó el líder
defensor de los Derechos Humanos el 3 de abril de 1968, un día antes de su asesinato, en el púlpito de la iglesia Mason Temple de Memphis a sus seguidores.
"Como cualquiera, me gustaría vivir una vida larga. La longevidad tiene su lugar. Pero no me preocupa eso ahora. Solo quiero realizar la voluntad de Dios, y Él me ha permitido ir arriba de la montaña. Quiero que esta noche sepan que nosotros, como un pueblo, llegaremos a la tierra prometida (vivir en libertad y sin discriminaciones). Estoy feliz esta noche. Nada me preocupa. No le temo a ningún hombre. ¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor!",expresó en el que sería su último discurso.
Al día siguiente, Luther King ofrecería unas palabras desde el motel Lorraine de Memphis e iniciaría una nueva protesta, pero el francotirador James Earl Ray cercenó su vida luego de un disparo en la cabeza. Este fue condenado a 99 años de prisión. Murió a los 70 años estando en la cárcel.
La lucha continúa
La discriminación racial en Estados Unidos todavía persiste, pese a que el presidente de esa nación, Barack Obama, es un afroamericano. Sin embargo, en su gestión se han presentado hechos de violencia racista que han ocasionado la muerte de varios ciudadanos.
Para el congresista estadounidense John Lewis, colaborador estrecho del reverendo, "si no hubiese habido un Martin Luther King, no habría un Barack Obama como presidente".
El historiador y biógrafo del reverendo, David Garrow, sostiene que aunque Obama es el primer jefe de Estado afroamericano en Estados Unidos, electo el 4 de noviembre de 2008 y reelegido en 2012, su experiencia está muy alejada de la mayoría de los líderes afroamericanos.
"Rebuscando en sus discursos (de Obama) de Illinois no se encuentra ninguna referencia a la raza. Su experiencia personal es distinta por nacer en Hawai, muy diferente culturalmente del continente. Me gustaría que Obama hablara menos de su propia historia y más de la de los demás", expresó Garrow.
Durante el mandato de Obama, quien también ostenta un Nobel de la Paz, se ha evidenciado nuevamente el asesinato a jóvenes afroamericanos, presuntamente por motivos raciales, lo que trae a la memoria tiempos del apartheid.
En febrero de 2012 fue asesinado en Sanford, Florida, el joven afroamericano Trayvon Martin, de 17 años. El autor del crimen fue el guardia de seguridad George Zimmerman, quien lo mató por considerarlo "sospechoso".
En agosto 2014, en Missouri, San Luis, un oficial de policía asesinó de varios disparos al afroamericano de 18 años Michael Brown, quien iba desarmado caminando por una calle a plena luz del día. Al criminal se le absolvieron los cargos, aunque fue considerado culpable, pero no tuvo que ir a prisión. Este hecho conmocionó a la población.
En septiembre, funcionarios de la policía de Utah le quitaron la vida con seis disparos al afroamericano Darrien Hunto, de 22 años.
Estos hechos provocaron manifestaciones en varias ciudades de Estados Unidos en reclamo de justicia y del cese a la agresión contra la población afroamericana en el país.