Cristina Fernández de Kirchner: ¡Qué palo de mujer!
CFK, como se le conoce en su país, ha tenido también que lidiar contra las adversidades de su vida personal. La primera de ellas fue la súbita muerte de su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, en 2010
El pueblo argentino elige hoy a su sustituto. Se retira por la puerta grande: con alta popularidad, pese a las campañas de sus enemigos. Algunos dicen que seguirá siendo una figura de primer orden en la política de su país.
Es incombustible. La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, llega al final de su mandato con un nivel de popularidad digno de envidia, sobre todo si se compara con algunos de sus antecesores, quienes tuvieron que salir pitando de la Casa Rosada antes de terminar sus períodos, expulsados mediante golpes militares, jugadas políticas o acosados por pobladas enfurecidas.
Ella, en cambio, disfruta de 50% de popularidad, a pesar de que ha sufrido toda clase de problemas y vicisitudes y de que tiene enemigos formidables, como los grandes medios de comunicación, la clase alta y buena parte de la media. Su secreto es simple: el pueblo la quiere… y mucho.
La pelea contra la oligarquía mediática argentina ha sido especialmente cruenta. El principal rival es nada menos que el Grupo Clarín, un pulpo multimedia acostumbrado a poner y quitar funcionarios del más alto nivel. Para los venezolanos no es difícil imaginar esa situación porque “se parece igualita” a la que hemos vivido acá durante 17 años.
CFK, como se le conoce en su país, ha tenido también que lidiar contra las adversidades de su vida personal. La primera de ellas fue la súbita muerte de su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, en 2010. También ha sufrido graves percances de salud, incluyendo un cáncer de tiroides y otra dolencia que ameritó una delicada operación de neurocirugía.
De todo eso ha salido airosa y también de una situación económica que ha ido complicándose hacia el final de su mandato, con algunos rasgos que hacen pensar —una vez más— en la guerra económica que se desarrolla contra Venezuela. Los analistas dicen que tiene un traje de amianto, que es capaz de pasar por el medio de las llamas sin quemarse personalmente.
Con la frase “¡qué palo de mujer!”, resume la coronela Leisbeth Berríos, actual cónsul en Shanghái, el concepto que logró hacerse de la presidenta argentina. A esta oficial de la Aviación Militar Bolivariana le correspondió ser edecana de Cristina en una de sus visitas a Venezuela. De esa experiencia, Berríos (que por entonces tenía el grado de mayor) la recuerda en su rol de gran figura latinoamericana, pero también rememora momentos de trivial femineidad, como cuando le mostró fotos familiares, encerradas en un baño del Círculo Militar, como un par de comadres.
Natural de La Plata, provincia de Buenos Aires, la mandataria de 63 años estudió Derecho en su ciudad natal. Allí conoció a Néstor Kirchner, con quien, además de casarse, empezó su vida política en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. En 1989 fue electa diputada por esta región y en 1995 pasó a ser senadora, mientras su marido se desempeñaba como gobernador de la provincia. Durante el gobierno de Carlos Ménem, marcó distancia del Partido Justicialista, debido al carácter neoliberal de las políticas que se estaban poniendo en práctica.
Con el tiempo, los Kirchner terminaron formando parte de una nueva organización política, el Frente para la Victoria, que reivindicó las ideas peronistas. Sobre este aluvión electoral, Néstor Kirchner llegó a la presidencia de la nación. Cristina asumió entonces el papel de Primera Dama, pero no en los términos decorativos habituales sino a su manera: proyectándose como una figura de primer orden en la política argentina. No fue sorpresa para nadie que en 2007 se convirtiera en la segunda mujer en ejercer la presidencia de la nación sureña (luego de María Estela Martínez de Perón, conocida como Isabel) y la primera en lograrlo por la vía electoral.
Durante su gobierno, en medio de pugnas con los círculos de poder, Cristina Fernández de Kirchner ha acumulado logros que le permiten llegar a la meta con su liderazgo repotenciado. Políticas sociales como la Asignación Universal por Hijo, medidas de avanzada como la legislación sobre matrimonio igualitario y acciones nacionalistas como la estatización de YPF y Aerolíneas Argentinas le han forjado un prestigio que ni las peores campañas mediáticas han logrado mellar.
Los conocedores de la política argentina pronostican que, tras entregar su cargo, seguirá siendo la líder de un amplio sector del país. Hay Cristina para rato, duélale a quien le duela.
POR CLODOVALDO HERNÁNDEZ
CLODOHER@YAHOO.COM