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Canal chino CGTN critica a EEUU por abusar de aranceles: Es una forma de explotación

Indica que la situación está "en una fase de pulso"

Estados Unidos volvió a cambiar de tono. Durante la última reunión en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump dijo que si no se llegaba a un acuerdo con los países afectados en los próximos 90 días, podría restablecer aranceles. Respecto a China, se mostró optimista sobre un acuerdo arancelario. Justo el día anterior, Trump había dado bruscamente marcha atrás, anunciando una suspensión de 90 días de los aranceles a múltiples países, manteniendo únicamente un llamado «arancel de base» del 10 %.

Sin duda, este vaivén ha dejado perplejos incluso a los funcionarios de aduanas estadounidenses.

Según informan los medios estadounidenses, así es como Trump explicó los próximos pasos sobre las exenciones arancelarias:

“Es más una cuestión de instinto que otra cosa.”

Sí, eso es lo que dijo, ¡instinto! Una decisión que afecta al comercio mundial, que implica billones de dólares, se está tomando basándose en el “instinto”. Por otra parte, cuando se imponen aranceles a todo (¡incluso a los pingüinos!) y el método de cálculo desconcierta incluso a los economistas estadounidenses, ¿en qué otra cosa se puede confiar sino en el “instinto”?

Ahora mismo, Trump está disfrutando de ver a los líderes mundiales haciendo una cola para negociar con él. Hace unos días, funcionarios estadounidenses aseguraban que más de 75 países le habían tendido la mano.

Sin embargo, tras anunciar la “pausa” arancelaria, Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, especificó rápidamente quiénes están realmente en la cola:

Unos 15 países han hecho propuestas “explícitas” a EEUU, y se espera que bastantes líderes mundiales visiten la Casa Blanca en las próximas semanas.

Vaya, de 75 a 15.

Independientemente del número, este es exactamente el escenario que Trump quiere: hacer añicos el sistema de comercio multilateral del mundo y obligar a todos los países a entablar negociaciones individuales con Estados Unidos.

Ahora, examinemos las preocupaciones del mundo desde dos perspectivas.

El lenguaje de la intimidación

(“Besándome el culo”)

Trump utilizó esta frase en una cena para burlarse abiertamente de los países que buscaban negociar aranceles con Estados Unidos.

Normalmente, ese lenguaje se consideraría grosero u ofensivo, pero Trump lo dijo públicamente, y nada menos que en un contexto diplomático. Estos países se abrieron a negociar solo para ser insultados como respuesta. Esta es la verdadera cara de Estados Unidos: arrogancia sin escrúpulos.

(“Deja de existir como país viable”)

Esta fue la valoración de Trump sobre Canadá durante las conversaciones sobre aranceles. Combinado con su sugerencia de que Canadá debería convertirse en el 51º estado de Estados Unidos. Pura humillación y todo amenazas.

(“Caer muy bajo”)

Así fue como Estados Unidos describió las contramedidas de sus vecinos. Estados Unidos ataca primero, y cuando los demás toman represalias, se les tacha de despreciables.

(“Débiles e ineficaces”)

Un típico ataque personal de Trump. Primero, te intimida verbalmente; si lo toleras, escala a la opresión económica real, haciendo que la resistencia sea aún más difícil.

Ese tipo de lenguaje habría sido impensable en el discurso diplomático del pasado. Sin embargo, hoy en día, el mundo se ha insensibilizado ante estos insultos.

Si eso no es suficientemente explícito, consideremos las palabras de Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca y arquitecto de los llamados aranceles “recíprocos” de Estados Unidos.

En un reciente discurso en un think tank, Miran exigió sin pudor que los países “simplemente extendieran cheques” al Tesoro estadounidense.

Se acabaron los pretextos y la extorsión ya se realiza a las claras, obligando al mundo a rendirse a las exigencias de Estados Unidos.

La realidad de las acciones estadounidenses

Veamos algunos ejemplos reales de “negociación”.

En primer lugar, Japón.

Kyodo News informó de que el ministro para la Revitalización Económica de Japón, Toshimitsu Motegi, podría visitar EEUU. la próxima semana para discutir los aranceles.

A principios de febrero, Trump anunció aranceles globales al acero y al aluminio. Japón, como uno de los principales proveedores de acero de Estados Unidos, se vio amenazado. ¿Qué hizo? Intentó negociar.

El mes pasado, el Ministro de Economía, Comercio e Industria de Japón fue a Washington, haciendo hincapié en lo mucho que las empresas japonesas han invertido en EEUU, cuántos puestos de trabajo han creado -incluso ofreciendo un proyecto de gas natural en Alaska de 44.000 millones de dólares como palanca-. Pero las concesiones de Tokio solo provocaron más presión estadounidense.

El 2 de abril, Trump anunció aranceles sobre los automóviles importados, un golpe directo a la industria automovilística japonesa, ya que Estados Unidos es su mayor mercado de exportación. El año pasado, las exportaciones de automóviles japoneses representaron casi el 30 % de las exportaciones totales de Japón a EEUU.

La debilidad invita a la agresión.

En 1985, Japón cedió, firmando el Acuerdo Plaza, que obligó al yen a apreciarse bruscamente, debilitando su competitividad exportadora. Más tarde, Washington presionó a Tokio para que firmara acuerdos como el de los semiconductores, que marcó el comienzo de las “tres décadas perdidas”de Japón.

En segundo lugar, Canadá y México.

A principios de febrero, nada más tomar posesión, Trump impuso aranceles a Canadá y México.

Al principio, ambos intentaron negociar. El presidente de México incluso se reunió con Trump, que calificó las conversaciones de muy amistosas.

Pero al final, Trump subió igualmente los aranceles.

El entonces primer ministro canadiense, Justin Trudeau, pronunció un discurso en el que instó a Canadá a plantar cara a su socio comercial. Poco después, Canadá contraatacó: Ontario impuso un recargo del 25 % a las exportaciones de electricidad a Estados Unidos, lo que afectó directamente al suministro eléctrico en Michigan, Minnesota y Nueva York.

Trump había amenazado con duplicar los aranceles al acero de Canadá, pero las contramedidas canadienses le obligaron a retractarse el mismo día.

Estas son las aleccionadoras palabras del nuevo primer ministro de Canadá, Mark Carney:

“La economía mundial es fundamentalmente diferente hoy de lo que era ayer. El sistema de comercio mundial anclado en Estados Unidos en el que Canadá ha confiado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, un sistema que aunque no es perfecto ha contribuido a la prosperidad de nuestro país durante décadas, ha llegado a su fin. Nuestra antigua relación de integración cada vez más profunda con Estados Unidos ha terminado.”

A ojos de EEUU, el mundo está dividido en jerarquías. Cuanto más te inclinas, menos te respetan. Cuanto más cedas, más te desangrarán.

Por último, hablemos de China.

Ahora mismo, Estados Unidos está desesperado por que China coja el teléfono.

En sus últimas declaraciones, Trump expresó optimismo sobre un acuerdo arancelario entre Washington y Beijing.

Al mismo tiempo que aplica aranceles a China, Estados Unidos extiende una rama de olivo, prueba de que China, la placa de acero más dura, ha superado las expectativas estadounidenses. También demuestra que las contramedidas de China son eficaces y precisas.

Ahora estamos en una fase de pulso, una prueba de resistencia y determinación.

La razón por la que Estados Unidos está dando marcha atrás se debe en gran medida al daño que los aranceles están infligiendo a su propia economía. Los economistas de JPMorgan predicen una recesión en EEUU a finales de este año, y el 92 % de los economistas en una encuesta de Bloomberg señalan que los aranceles aumentan los riesgos de recesión.

Incluso exfuncionarios como Janet Yellen han llamado a los aranceles “la peor herida autoinfligida”.

En el fondo, la guerra comercial de Estados Unidos es una forma más profunda de explotación contra las naciones en desarrollo. Cada vez más países temen que se les impongan condiciones desfavorables, pero se sienten impotentes para resistir.

Algunos sostienen que las negociaciones son inevitables. La postura de China es clara:

– ¿Hablar? La puerta está abierta.

– ¿Luchar? Llegaremos hasta el final.

Las verdaderas negociaciones no pueden realizarse bajo coacción.

El pueblo chino permanece unido, confiando firmemente en las decisiones estratégicas de su Gobierno.

Si Estados Unidos quiere hablar de verdad, primero debe crear una atmósfera de igualdad y respeto mutuo que China pueda aceptar.

Para China, independientemente de cómo cambie el panorama internacional, nuestra mayor fuerza reside en mantenernos centrados en nuestro propio camino. T/CGTN F/Referencial

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