Turquía celebra este domingo elecciones presidenciales
Las elecciones presidenciales y legislativas que celebra Turquía este domingo son, probablemente, las más cruciales en lo que va de siglo, ya que, además de decidir el mapa político para los próximos cinco años, proponen elegir entre dos modelos de Estado muy distintos.
Eso es lo que promete el presidente actual, Recep Tayyip Erdogan, cuyo partido, el islamista Justicia y Desarrollo (AKP), gobierna el país desde 2002: si gana, remodelará a fondo el sistema para crear una “nueva Turquía”.
El mismo día se elegirán a los 600 diputados del Parlamento y, en papeleta separada, al presidente del país.
En este nuevo sistema, esbozado por la reforma constitucional del año pasado pero aún no plenamente en vigor, desaparecerá la figura del primer ministro, y el presidente concentrará todo el poder en sus manos, sin apenas control por parte del Parlamento.
La oposición, por su parte, ha prometido deshacer los cambios constitucional y recuperar el papel del Parlamento como centro del poder legislativo y determinante para formar el Ejecutivo.
Las elecciones, previstas para noviembre de 2019, fueron adelantadas por una decisión sorpresa de Erdogan en abril, y la campaña electoral se centra sobre todo en la figura del presidente: o con él o contra él.
Los sondeos conceden a Erdogan un apoyo cercano al 50 % de los votos, y el AKP, que se presenta en coalición con el derechista Movimiento de Acción Nacionalista (MHP), superará el 40 %, pero probablemente no alcanzará la mayoría absoluta.
Si el presidente no supera la mitad de los votos, tendrá que enfrentarse el 8 de julio con su rival más cercano, a todas luces el socialdemócrata Muharrem Ince, candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP), al que los sondeos otorgan entre el 20 y 30%, al igual que a su formación política.
En tercer lugar viene el Partido IYI, escindido del MHP el año pasado, y dirigido por Meral Aksener, antigua ministra del Interior, a la que los sondeos dan entre el 10 y 20 % de los votos.
La aparición de Aksener en escena supuso un revulsivo para el estancado panorama ideológico, ya que se prevé que arrebatará una importante parte de los votos de centroderecha a la alianza AKP-MHP, y puede ser uno de los motivos por los que Erdogan decidió adelantar los comicios casi año y medio.
Aunque Ince y Aksener se presentan por separado, sus partidos han formado, junto al minúsculo Saadet, islamista, la coalición Millet (Nación), que según los sondeos obtendrá prácticamente el mismo porcentaje que Cumhur (Público) la alianza de AKP y MHP.
Fuera de los dos bandos rivales queda el izquierdista Partido Democrático de los Pueblos (HDP), conocido por su defensa de los derechos de la población kurda, que muy probablemente conseguirá superar la barrera electoral del 10 %.
El candidato del HDP, Selahattin Demirtas, hasta el año pasado copresidente de la formación, hace campaña desde la cárcel de alta seguridad de Edirne, donde lleva desde noviembre de 2016 encerrado provisionalmente por supuestos vínculos con la guerrilla kurda PKK.
El HDP ha anunciado que en una hipotética segunda vuelta de las presidenciales daría su apoyo al candidato que se enfrente a Erdogan, sea Ince o Aksener, por lo que una derrota del actual presidente el 8 de julio entra dentro de lo posible.
Si Erdogan gana, probablemente tendrá enfrente un Parlamento dominado por la oposición, algo que le puede dificultar su gobierno, pero no bloquearlo.
Es que desde la reforma constitucional de 2017, el hemiciclo apenas tiene prerrogativas para interferir en la labor del Ejecutivo, compuesto por el presidente y el equipo que este elija.
Mientras que Erdogan pide el voto para poder gobernar “sin ataduras” y devolver a Turquía la grandeza de la época otomana, la oposición advierte contra el peligro del “régimen de un solo hombre” y se congrega en torno a un objetivo único: frenar a Erdogan.