Política

Nicholas Casey, el bobopila del The New York Times en Caracas

Nicholas Casey (quien prefiere ser llamado Nick en las redes sociales para darse caché) procede "periodísticamente" a exactitud con lo que determina la línea amarillista y sensacionalista de la corporación mediática para la cual trabaja

Su nombre es Nicholas Casey. Llegó a Venezuela a pocos días de que se instalara la nueva Asamblea Nacional con mayoría opositora en representación de una de las agencias mediáticas gringas más afincadas en contra de Venezuela y más específicamente contra la imagen pública internacional del presidente Nicolás Maduro.

Con un colosal portafolio de editoriales, columnas de opinión y bodrios propagandísticos que redactan los infomercenarios y profesionales de la propaganda que allí conspiran, y con un gigantesco poder financiero internacional con multimillonarias cotizaciones en la bolsa de Wall Street, la corporación mediática The New York Times se ubica en las planas gerenciales con mayor poder de decisión a lo interno de ese gran laboratorio de guerra mediática transnacional contra Venezuela, tanto es así que el reaccionario medio de comunicación español conocido como El País, muchas veces analizado como una agencia autónoma, es tan sólo una antena repetidora afiliada a los intereses del The New York Times.

Nicholas Casey (quien prefiere ser llamado Nick en las redes sociales para darse caché) procede "periodísticamente" a exactitud con lo que determina la línea amarillista y sensacionalista de la corporación mediática para la cual trabaja, pero esta vez aliñada con alegatos faranduleros que lo posicionan más bien como un periodista de moda o de la sección de arte y espectáculo.

En nombre del mojón mental aventurero y del falso heroísmo que él mismo le adjudica a su visita laboral por Venezuela, Nick Casey fotografió el "kit de supervivencia" que llevaba en la maleta antes de salir a Caracas. Así reflexionó sobre esta circunstancia: "Si una selfie en el aeropuerto es el ritual para quienes abandonan Venezuela, una pasada por el supermercado para llenar la maleta con artículos de primera necesidad, es lo recomendado para quienes viajan a este país".

Y es así como este corresponsal, con ciertos rasgos oligofrénicos, convierte su llegada a Venezuela en una suerte de tips o consejos cosméticos para su farandulesca audiencia. Pero el derroche de intelecto de Nick Casey no se detiene allí. De esta forma se refiere a Caracas y a la caterva de jóvenes flojos clase media del este capitalino que han decidido irse: "En todos esos mensajes era evidente la nostalgia por la Caracas de su juventud, con calles limpias, edificios nuevos y colorida moda".

Confundir política con espectáculo y moda con economía: virtudes del periodista "tonto útil"

Es obvio, entonces, que un periodista que se refiere a la realidad política venezolana de una forma tan burda y mediocre, es normal que cuando aparezcan los momentos verdaderamente álgidos en la arena política le termine de dar la chiripiorca en el cerebro. Con esta brillantez y profundidad investigativa serefirió al desmontaje de los cuadros de Chávez y Simón Bolívar de la Asamblea Nacional por parte de Ramos Allup: "No fue la primera vez que Chávez enfureció a la gente cambiando una imagen histórica. María, una colega venezolana, me contó sobre su molestia cuando en 2006, el caballo del escudo de armas del país cambió de repente. Antes miraba hacia la derecha y Chávez, un socialista, lo giró a la izquierda. Y nadie pudo hacer nada, dijo".

 

De las aventuras posmodernas de Nick Casey y de sus breves artículos pornopolíticos, ahora sobre aspectos cotidianos de la guerra económica, resaltan sus últimos dos. El primero se encuentra basado en una fotografía de varios fajos de billetes en su bolso, él lo titula así: "¿Atracando un banco? No, sólo comprando café y chucherías". Nick banaliza la especulación y la usura empresarial, haciéndonos creer que él no se beneficia enormemente al cobrar en dólares.

La segunda tiene que ver con Nick admirando heroicamente la dinámica del bachaqueo en Caracas y respondiendo preguntas de su audiencia, cuando seguramente en el fondo se encuentre bastante molesto porque las cremas corporales que él usa no las venden en Petare.

El corresponsal del New York Times es la mejor expresión de lo que se puede llamar un "tonto útil". Más allá de la mediocridad y lo farandulero de su actividad periodística en Venezuela, en el marco de las operaciones mediáticas y bodrios propagandísticos dirigidos contra los dirigentes del chavismo, donde estos ataques tienen una importante carga de chisme, espectacularidad, intrigas noveleras y efectos especiales, Nick Casey es el operador más eficiente para tejer en caliente y dentro del hemiciclo parlamentario escenas ficticias e intrigas de distinto diseño y público para construir un relato de opinión fácilmente consumible para la clase media nacional y extranjera, aquella que se atraganta de cualquier bazofia mediática siempre y cuando tenga la pertinente escritura que sólo un redactor de artes, espectáculos y moda estadounidense le puede dar.

Él también se incluye como un actor infomercenario de la guerra mediática contra el país, aunque aparentemente sus artículos y opiniones no tengan una construcción tan corrosiva como los runrunes de Bocaranda o las cocainómanas publicaciones del portal Dólar Today.

Casi se nos escapa. Nick Casey es el modelo de periodista que todo estudiante de la Ucab y UCV quiere llegar a ser en algún momento de sus patéticas vidas: aquel que confunde política con espectáculo y moda con economía. Suerte con eso.

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