«Podemos desmentir 100 ollas periodísticas, pero no borramos la tesis del Estado Fallido»
El semiólogo venezolano Arlenin Aguillón, alertó que en Venezuela se está desarrollando una guerra en el campo de la semántica que el Gobierno no ha sabido responder de manera eficaz.
Aguillón, con más de 10 años dedicados al análisis del discurso, prevé que en el 2016 esta guerra se va a elevar, incluso, a niveles superiores a los que se desarrollaron antes del golpe de estado y del saboteo a la industria petrolera en abril de 2002.
– ¿Por qué dice que se intensificará la guerra?
– Porque Estados Unidos con todo su aparataje comunicacional, debe legitimar el golpe parlamentario que intentará dar la derecha en Venezuela, sin cometer los errores que tuvieron en Honduras o Paraguay.
– ¿Cómo sería la legitimación del golpe?
– Imponiendo una realidad conveniente a través de eufemismos bien pensados y con una carga semántica precisa, incluso, con un supuesto sustento legal. Ya lo hicieron en el año 2002, cuando el golpe de estado fue disfrazado, como un vacío de poder y los militares estaban preñados de buenas intenciones.
– ¿Pero, golpe es golpe, y va contra la Constitución?
– El golpe de estado se presentará como una necesidad para “consolidar la democracia”. Utilizarán términos aceptados por lo que ellos llaman, la “comunidad internacional” e intentarán desarrollar una serie de políticas en contra del pueblo y a favor de los intereses del Departamento de Estado de EEUU.
– Pero eso no será aceptado por el pueblo, y tampoco por el resto de los Poderes Públicos venezolanos.
– Exacto. Justamente ahí se dará la intensificación de la guerra en el campo de la semántica.
– ¿Por qué?
– Se iniciará una lucha entre la realidad real, la que busca difundir el Gobierno, contra la realidad-conveniente (percepción), que tratará de imponer el antichavismo. Realidad contra percepción. El Gobierno Bolivariano deberá activar una serie de tácticas en el campo de la comunicación política para ganar la batalla. El antichavismo pujará por imponer “su verdad”. Recordemos el 2014. El Gobierno activó todos sus recursos para contener los ataques terroristas en el país, pero, un amplio sector de la opinión pública todavía cree que el mismo Presidente Nicolás Maduro desplegó “colectivos armados”, para provocar un autogolpe que lo mantuviera en el poder. La derecha logró que buena parte de la opinión pública pensara que los cuerpos de seguridad del Estado reprimieron protestas estudiantiles pacíficas. En pocas palabras, el malo fue el Gobierno.
– ¿Cómo lo hicieron?
– A través de una estrategia discursiva definida y activada desde laboratorios especializados en la propaganda de guerra. La derecha sabe que en el campo de la guerra semántica todo signo que se emite es de vital importancia. Ellos no improvisan. En Venezuela ellos controlan el 80% del espectro radioeléctrico, pero, además de los canales convencionales, el antichavismo también maneja con mayor eficacia la comunicación no convencional. A esta desproporción 8-2 debemos sumarle el apoyo de megacorporaciones mediáticas como el Grupo Prisa en Madrid, o los centros de operaciones en Miami, Bogotá, Londres o Buenos Aires. Sin embargo, más allá de los canales a utilizar, está la construcción del mensaje. Se trata de escoger cada palabra y pensar, incluso, el orden en el que deben emitirse, es algo que va más allá de la sintaxis o las reglas de la gramática.
– Pero, a la hora de la verdad, se debe imponer la razón.
– En esta guerra no hace falta tener la razón. No se trata de saber quién es el dueño de la verdad. El asunto consiste en el manejo de la opinión pública tanto nacional, como internacional. Lastimosamente, el Gobierno venezolano no ha sabido responder por ahora, en este tipo de batallas.
– ¿Por qué afirma eso?
– La pregunta tiene una respuesta compleja, pero trataré de precisar al menos una idea. Todo mensaje tiene una carga explícita que es publicada y una carga implícita que por obvias razones se omite. Si continuamos batallando para desmentir lo que publica la derecha, no estaremos contrarrestando el verdadero impacto que tienen sus mensajes. Impacta mucho más el elemento implícito que el texto o el discurso publicado. Lo implícito se queda en la mente del receptor. Lo explícito se olvida.
– ¿Puede dar un ejemplo?
– La derecha de manera constante, publica informaciones falsas sobre la actuación del Gobierno Nacional. Luego, desde el Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (Sibci) se trata de desmentir tales afirmaciones. Y lo logran desmontar, en muchos casos. No obstante, la intención que tiene la derecha al publicar estas informaciones, es la de dibujar en la opinión pública un “estado fallido”, es decir, un desgobierno y eso no se está contrarrestando con eficacia. La agenda del Sibci en buena parte, se concentra con mayor fuerza para desmentir a la derecha y no para difundir la gobernabilidad que existe en el país, en otras palabras, los logros del Gobierno. De esta forma, podemos desmentir 100 ollas periodísticas, pero no borramos de la opinión pública la idea de un “estado fallido”.
– Pero, desmontando las mentiras logramos desenmascararlos.
– Puede ser, pero con eso sólo lograrás decirle a la opinión pública que existen medios de comunicación mentirosos. Sin embargo, no contrarrestaste la tesis del estado fallido que es justamente, lo que ha impuesto la derecha en todos estos años.
– Pero sigue pasando eso que usted dice.
– Correcto, y ahora con nuevos elementos que nos hacen más daño.
– ¿Cómo cuáles?
– Es terrible ver cómo ahora, estamos desmintiendo cosas que ni siquiera los activistas de la derecha han dicho. Por ejemplo, desde una cuenta falsa (@roosengustavo) se emitió el tuit en el que se solicitaba la privatización de la Cantv y el despido de miles de trabajadores de la estatal telefónica. La cuenta se suponía que era de Gustavo Rossen, ex presidente de esa compañía, pero, más adelante, se comprobó que este activista de derecha no había emitido ninguna opinión al respecto. Otro caso puntual ocurrió con Telesur. Durante más de 24 horas, miles de mensajes rechazaban la salida del aire de ese canal en Argentina. Hasta se convirtió en trending topic (tendencia) en Venezuela. Luego, la misma Patricia Villegas, Presidenta de ese canal, tuvo que salir a desmentir todo.
– Ahora que toca el tema internacional, ¿cómo ve en el exterior la guerra en el campo semántico contra Venezuela?
– En el exterior la derecha trata de imponer la tesis del “estado forajido”. Coyunturalmente, se activan campañas en defensa de Venezuela, pero esos esfuerzos que son muy necesarios, se limitan a momentos específicos y puntuales, por ejemplo, cuando Barack Obama emitió un Decreto en el que tildó como una amenaza al Gobierno venezolano. Para describir un estado forajido, la derecha internacional promueve la idea de la violación de los Derechos Humanos. Volvemos a lo que ya expliqué. En el exterior, en vez de sólo desmentir las ollas periodísticas, es necesario mostrar de manera continua y planificada los logros del Gobierno venezolano en materia de vivienda, alimentación, salud y educación, por nombrar cuatro áreas claves para poder “Vivir viviendo”. Los Derechos Humanos se garantizan en Venezuela a través de las Misiones Socialistas, pero, la inmensa mayoría de los ciudadanos fuera del país desconocen hasta la existencia de las Misiones.
– ¿Cómo ha logrado crecer el antichavismo?
– Ellos han transformado su forma de hacer política. El antichavismo evolucionó su estrategia comunicacional y la llevaron al plano de la comunicación política.
– ¿En qué sentido?
– Cambiaron sus códigos. Cambiaron su vocería. Cambiaron su mensaje. Cambiaron su canal. Cambiaron el contexto.
– ¿En cuánto tiempo?
– Llevan poco más de 10 años, transformando su mensaje y penetrando con eficacia a nuestra gente. Pero, tienen el apoyo histórico de más de 500 años de dominación simbólica. La derecha ha refrescado el egoísmo, la envidia, el individualismo, que son valores intrínsecos del capitalismo.
– ¿Nos da un ejemplo?
– Cuando alguien ve que a un ciudadano le otorgan una casa, en vez de alegrarse se molesta porque a él no le llegó esa casa. Entonces, más de 950 mil casas han alegrado a igual número de familias, pero, la derecha se ha encargado de que esas entregas causen molestias en un sector más amplio de la población, el de los que no han recibido casa. La política comunicacional del Gobierno no ha podido conectarse con ese otro sector de la población que aún espera su vivienda. O que aún espera su pensión. O que aún espera resolver un caso de salud. Podemos ir más allá. En muchos casos, la política comunicacional del Gobierno no ha logrado, ni siquiera, que personas beneficiadas directamente por una Misión entiendan que ese beneficio sólo lo pudieron obtener gracias a la Revolución Bolivariana.
– ¿Entonces, la oposición sabe llegarle a ese sector que está molesto?
– Efectivamente es así. No sólo que absorben a las personas que aún no tienen conciencia política de los logros de este Gobierno, sino que abarcan a una mayoría que no está beneficiada, directamente por alguna Misión.
– Usted habló de una evolución de la política comunicacional opositora. ¿A qué se refiere?
– Una de las características fundamentales del discurso político es, deslegitimar al “otro-oponente”, y legitimar al “yo”. En concreto, se destaca lo malo del oponente y lo bueno “del yo”. Pero, entre muchos otros factores la emisión de ese tipo de discurso va a depender mucho del emisor, y, por razones lógicas del receptor. Entre emisor y receptor existe lo que Patrick Charaudeau denominó, como “contrato comunicacional”.
– ¿En qué consiste ese contrato?
– En términos de marketing político, significa que el receptor “compra” el mensaje, dependiendo de quién se lo venda. En otras palabras, el receptor acepta el mensaje, en mayor o menor grado, dependiendo siempre, del emisor de turno.
– ¿Cómo llevamos eso a Venezuela?
– Imaginemos que a una reunión de algún Consejo Comunal, entre María Corina Machado. ¿Qué sucedería? Machado, sin emitir una palabra sería rechazada. Lo mismo ocurriría en caso contrario. Imaginemos que, a una reunión de militantes de Primero Justicia, entre Diosdado Cabello. En ambos casos, los receptores van a rechazar cualquier palabra difundida por el emisor. La derecha entendió que su vocería jamás podía ser aceptada por el chavismo. Entonces, logró mutar y eliminó, en buena medida, el clásico discurso político de la confrontación, desde una perspectiva del “yo-oponente”.
– ¿Desde cuándo arrancó esa evolución?
– Como te dije, llevan más de 10 años en eso, pero, la primera vez que lo hicieron, de manera abierta, fue durante la campaña por la Reforma Constitucional, en 2007. Emplearon el color rojo, la imagen del Che, utilizaron supuestos chavistas que no estaban de acuerdo con esa Reforma. Desde ese momento, se podría decir que ellos entendieron que la manera más eficaz de llegarle al sector chavista, era cambiando su vocería para poder concretar el contrato comunicacional que les mencioné anteriormente. No es casualidad que aquellas elecciones también las perdiera el Gobierno.
– ¿Qué más tuvieron que hacer?
– Cambiaron el mensaje. Hay mucha diferencia entre el discurso opositor de 2002 y el de 2015. La agresividad no la expresan de manera explícita, como antes. Esconden muy bien sus agresiones. Sin embargo, pienso que lo fundamental es que ahora, le hablan al chavismo, desde el mismo chavismo y con simbología chavista.
– ¿Cuál considera que fue el principal acierto del discurso opositor, previo a las pasadas elecciones?
– Supieron entenderse en los mismos códigos, con un amplio sector de la población que no los acompañaba antes. El chavista y el opositor quieren tener una vida cotidiana normal. La oposición supo enviar un mensaje como “víctima”. Se expresó desde dentro. Expresó una molestia por no poder acceder a servicios públicos. Denunció la escasez desde la perspectiva del mártir. Se conectó con esa población que antes los rechazaba y ahora los ve como su igual. Bloquearon toda posibilidad de que los culpen de los males del país.
– Pero, el Gobierno denunció que se trataba de una guerra económica.
– Eso es cierto, sin embargo, la denuncia de la guerra económica, dentro del plano discursivo, resultó demasiado abstracta. Demasiado genérica. Igual sucede cuando se acusa al imperio de ocasionar algún mal en el planeta. Es muy amplia la denuncia. Es demasiado ambigua. A la guerra económica no se le dio rostro. A la guerra económica le faltó rostro. El Gobierno tuvo que darle identidad y no lo hizo. Esa denuncia no fue precisa. No tuvo culpable ante la opinión pública y eso facilitó que la derecha pudiera camuflarse entre el sector chavista y acusar al Gobierno de ineficiente e incapaz.
En Frases
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En 2016 se iniciará una lucha entre la realidad real que busca difundir el Gobierno contra la realidad-conveniente (percepción), que tratará de imponer el antichavismo.
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En esta guerra no hace falta tener la razón. No se trata de saber quién es el dueño de la verdad. El asunto consiste en el manejo de la opinión pública, tanto nacional como internacionalmente.
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Podemos desmentir 100 ollas periodísticas, pero no borramos de la opinión pública la idea de un “estado fallido”.
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Coyunturalmente, se activan campañas en defensa de Venezuela, pero esos esfuerzos que son muy necesarios, se limitan a momentos específicos y puntuales.
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Los Derechos Humanos se garantizan en Venezuela a través de las Misiones Socialistas, pero, la inmensa mayoría de los ciudadanos fuera del país desconocen hasta la existencia de las Misiones.
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La derecha ha refrescado el egoísmo, la envidia, el individualismo, la acumulación, que son valores intrínsecos del capitalismo.
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La política comunicacional del Gobierno no ha logrado, ni siquiera, que personas beneficiadas directamente por una Misión entiendan que ese beneficio sólo lo pudieron obtener gracias a la Revolución.
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La denuncia de la guerra económica dentro del plano discursivo, resultó demasiado abstracta. Demasiado genérica.