¿Y tú de qué clase eres?
Entonces lo que nos une son actitudes como el altruismo, la conciencia, la justicia, la equidad, el sentirnos iguales, el compartir, el actuar por el bien común
Esto es una guerra entre clases ¿Y tú a qué clase perteneces? .
Muchos dicen que justamente por el uso de la teminología de lucha de clases es que no se entendió el mensaje del gobierno en las pasadas elecciones legislativas en nuestro país.
Y es que desde la Constitución venezolana de 1936 se estigmatizó oficialmente cualquier palabra que tuviera que ver con el marxismo, y así: comunismo, clase obrera, explotados se volvieron conceptos peyorativos, insultantes, violentos, agresivos, un insulto.
Y cuando se le pregunta a las personas a qué grupo humano se adscribe: termina siendo clase media. Un concepto heterogéneo, un saco de gatos, donde están los que tienen una casita, o tienen un celular de deíto, o van a la playa una vez por cuaresma.
Pero el brasilero Theotonio Dos Santos dice que el concepto de clase social no es marxista, y demuestra que en la antigüedad ya los egipcios y los griegos utilizaban esa terminología. Hablaban de esclavos y hombres libres. ¿Libres de qué? De las cadenas físicas, pero portadores de las otras cadenas (psicológicas, sociales, económicas, filosóficas), por algo Platón habló de una caverna y nos pintó amarrados mirando sombras del mundo real.
Después Tomás de Aquino, uno de los padres de la iglesia Católica, miró al mundo clasificados por las jerarquías feudales; luego vino la Revolución Francesa y se habló de tres grupos humanos (el clero, los empresarios o burguesía y los que no pagaban impuestos por no tener nada), a los cuales se acogería más tarde Adam Smith quien dividió a la sociedad en campesinos, industriales y asalariados.
Y es esa manía de dividir en lugar de unir la que nos ha echado una buena broma: esa de sentirnos diferentes y nunca iguales, respondiendo a la máxima romana de divide y vencerás, porque los dueños de las propiedades, de las industrias y las patentes, de los reales y del poder político real (la toma de decisiones) forman un bloque sólido, transversal, universal, globalizado. A todos los demás deben mantenernos enfrentados, negados, irreconciliables.
Por eso había que naturalizar que si se estudia en una universidad formas parte de la educación SUPERIOR; si eres dueño de un vehículo estás POR ENCIMA de un peatón; si tienes un camión le puedes IMPONER al campesino el precio a su producción; si posees una máquinas entonces puedes VALORAR lo trabajo de quienes las usen; si logras acumular varios productos regulados y subsidiados por el Estado te sientes con el derecho de PONERLE EL PRECIO que te dé la gana.
Entonces ¿qué elemento o factor divide? Separa y segrega el deseo de ser diferente para fregar a los demás, para quitarle lo que es justo, para disfrutar de un poder que te permita abusar, imponer tu voluntad, usar a los demás (física, psicológica, cultural, o económicamente).
Lo que nos divide son actitudes como el egoísmo, la avaricia, la inconsciencia, las ganas de imponernos y utilizar a las otras personas.
Entonces lo que nos une son actitudes como el altruismo, la conciencia, la justicia, la equidad, el sentirnos iguales, el compartir, el actuar por el bien común.
Es en ese discurso de AMOR donde podremos derrotar al infeliz sentimiento de la segregación. Es allí donde nos podremos encontrar sabiendo que tenemos un puesto en un gran salón donde todas las sillas están en un mismo nivel, donde nadie nos representa, sino en el que todos somos corresponsables, participativos y protagónicos. Sólo así podremos enfrentar los retos que nos vienen por delante, ante un planeta agobiado por el desastre ecológico, ante un sistema económico que nos ha convertido en esclavos consumistas, ante una mediática globalizada que promueve la violencia sin sentido y promueve una sociedad marcadísima de clases.
¿Y qué soy? Un ser humano igual a ti, como me enseñó mi mamá, una costurera humilde de una fábrica cualquiera, a la que vi sufrir el vejamen de patrones que la medían por su capacidad para producir; soy uno de esos que estudio como el mejor para ganarse las becas que le permitieran cursar a cambio de trabajo duro y silencioso; soy aquel que como reportero vió a los poderosos burlarse a los desposeídos, cubrió durante décadas las noticias de las élites vacilándose las leyes y convirtiendo en personajes a quienes no llegaban ni a la suela del chichero de la esquina, o del sembrador de mandarinas en Araira; soy ese que como tú está dispuesto a dar la batalla para imponer un mundo de justicia, equidad, corresponsable y participativo. En resumen: soy uno de esos cinco millones y medio que firmes estamos dispuestas a construir un mundo de Amor.