Viernes negro
Someten a juicio el sainete de La Carlota, el Cucutazo, Monómeros; el reparto político-partidista de cargos, el liderazgo, la institucionalidad paralela
El 29 de noviembre se torna en fecha clave para la oposición. Unas declaraciones de Calderón Berti, destituido por Juan Guaidó dos días antes de su cargo como embajador de Venezuela en Colombia, atizan la caldera del diablo y un fuerte olor a azufre emana del infierno opositor.
Viernes negro cuando se hace pública la corrupción campante en la oposición, debilitando aún más su frágil unidad. Ante tal descomposición moral, cunde la desesperanza y la pérdida de la fe. Indefensión que abre la interrogante “¿En quién creer?” El fin de la inocencia da inicio al doloroso reconocimiento de una oposición propia de un país paralelo imaginario; presidente, instituciones y embajadores igualmente imaginarios.
Arranca una tímida etapa de control de daños con una limpieza ética de cara a la opinión pública. Con el apoyo de medios y redes, un autonombrado elitesco jurado incrimina a la “oposición extremista G4”; a Guaidó, “un nefasto tropiezo”; a Leopoldo López, responsable de los “grandes errores” y acusado de ejercer “un tutelaje” sobre Guaidó.
Someten a juicio el sainete de La Carlota, el Cucutazo, Monómeros; el reparto político-partidista de cargos, el liderazgo, la institucionalidad paralela… Estrategia que favorece solidaridades político-partidistas y, consecuentemente, afecta la debilitada cohesión interna de la oposición.
En un segundo momento Guaidó -en su rol de presidente de la AN- intenta tomar las riendas y anuncia “la intervención de la Comisión de Contraloría de la AN, la suspensión de los diputados y el inicio de una investigación independiente”. AD, PJ, y un Nuevo Tiempo se abocan a investigar la trama de corrupción Clap.
Más allá de la situación interna de la oposición, preocupa la crisis ético-política que aqueja al país. Destaca el entramado corrupto- solución de continuidad entre los polos políticos y sectores económicos- que actúa como tejido y poderoso pegamento de los elementos corruptos, independientemente de la posición política. Debacle moral que curiosamente favorece el anhelado reencuentro por la vía de la complicidad y la corrupción.
La democracia es tanto sistema político como de valores, estableciéndose a partir de allí nexos entre la política y la ética. El país enfrenta una ruptura ética que plantea un desafío por su gravedad, extensión y profundidad.
@maryclens