¡Vienen los rusos! ¡Vienen los rusos!
Desde la toma de posesión de Donald Trump y su llegada a la Casa Blanca he pasado casi todas mis noches viendo programas de opinión y política en los canales de cable de Estados Unidos. Puede ser que soy masoquista. Es, sin duda, una tortura ver el espectáculo de la gestión presidencial de un narcisista estrella de la televisión ‘reality’ pero nosotros, que trabajamos en televisión y política, no tenemos alternativa. Estamos sometidos a la tormentosa experiencia de seguir los pasos de un mentiroso patológico que tuitea como loco a primera hora de la mañana desde la soledad de su cuarto (¿o su baño?). Y en las noches, en canales como MSNBC y CNN, el tema constante, día tras día en estos primeros meses de Trump, ha sido la rusofobia.
Trump es un agente de Putin, ¿o acaso no lo sabías? Claro que es cierto, lo dicen en la televisión y tienen las pruebas. Primero, Trump tuvo palabras positivas para Putin durante toda su campaña y eso ya comprueba que trabaja para el Kremlin, porque nadie puede hablar bien de Putin sin ser de la KGB, o perdón, el FSB. Así también han dicho en la televisión y, entonces, debería ser verdad. Sería inédito e insólito para el ‘establishment’ de Washington que un presidente estadounidense mostrara señales positivas hacia Rusia. Eso sería una traición. La prioridad número uno de Washington es seguir promoviendo la guerra fría con el viejo enemigo soviético para justificar ese enorme presupuesto del complejo industrial militar y legitimar el liberalismo global como la única salvación del planeta.
Es verdad, Trump se ha rodeado de pura gente con vínculos a Moscú y, directa o indirectamente, al propio Vladímir Putin. Su secretario de Estado, Rex Tillerson, es el mejor amigo de Putin y hasta ha sido condecorado por Vlad cuando era jefe ejecutivo de Exxon, la petrolera más grande del mundo. He visto las imágenes en la televisión justo en el momento cuando Putin le coloca la condecoración a su amigo Rex. Sin duda, es una prueba innegable. Y todos sabemos del vergonzoso Michael Flynn, ex asesor de Seguridad de Trump quien, en su momento, fue director de Inteligencia Militar durante el Gobierno de Obama. Flynn era súper pana del embajador ruso en Washington y habló con él varias veces durante y después de la campaña electoral. Fueron muy misteriosos sobre los temas que conversaron, pero todo fue descubierto por el FBI porque estaban grabando todas las conversaciones del embajador de Moscú, como es costumbre de la inteligencia estadounidense. Espían a todo el mundo, ¿o no se acuerdan deEdward Snowden y todo lo que reveló? Claro, ese es otro que trabaja para Putin, todos sabemos que por eso está viviendo su vida lujosa en Moscú.
Volviendo a Michael Flynn, recuerden que hace poco fue forzado a renunciar cuando se comprobaron públicamente sus vínculos con Rusia y sus intentos de encubrirlos. Además, se descubrió que Flynn había conversado con el embajador ruso sobre las relaciones entre Washington y Moscú. Imagínase, eso está totalmente fuera de lugar para un representante del presidente electo de Estados Unidos y un diplomático de un país importante y poderoso a nivel mundial. Increíble la falta de discreción de ese tipo. Pero lo más imperdonable de Flynn, lo que han reseñado todos los medios estadounidenses una vez tras otra, fue su asistencia a una cena en Moscú para la celebración del décimo aniversario de RT. Y Flynn se sentó en la mesa con Putin, ¡a su lado! Un ‘smoking gun’ como dirían e inglés: la evidencia habla por si sola. En este momento de mi texto debería divulgar que también estuve en esa cena, aunque no me invitaron a la mesa de Putin. Sin embargo, lo saludé y él me saludó, conversamos unos tres minutos. Y desde mi mesa podía ver a Putin y también a Flynn. Que saquen sus conclusiones…
Hay otros también en el entorno de Trump que tienen supuestos vínculos con Rusia. Uno de sus jefes de campaña, Paul Manafort, fue asesor del expresidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, antes del golpe de Estado en su contra en 2014. Yanukóvich era aliado de Putin y, entonces, obvio que Manafort trabajaba para Putin. Esas conclusiones tan contundentes han sido divulgadas por medios estadounidenses. Tanto como el tema del loco Roger Stone, un viejo amigo de Trump (que ya dice mucho), quien se autodescribe como ‘un provocador profesional’. Admite que tuitea después de beber dos martinis y, en uno de esos tuits, dijo que había conversado con alguien que decía haber tenido contacto con Julian Assange, de WikiLeaks. Bueno, ¿no ven qué obvio es? Los medios estadounidenses han dicho que Assange trabaja para Putin porque tuvo un programa en RT hace unos años (¡otra vez RT es el culpable!) y, entonces, cualquiera que dice haber hablado con Assange también trabaja para Putin. Son conclusiones muy lógicas y rotundas.
Trump también hizo negocios en Rusia y con empresarios e inversionistas rusos y, por supuesto, esa es otra prueba muy contundente de su relación encubierta con Moscú. Es verdad que Trump ha sido muy ambiguo y, a veces, se ha contradicho (bueno, ha mentido realmente) sobre sus vínculos con Rusia, pero recuerden que su papá tuvo demencia a una edad más joven que Trump y la demencia es hereditaria. El jefe del FBI, James Comey, reveló esta semana que están investigando a Trump, su equipo y su campaña por sus vínculos con Rusia. El tema es real y explosivo en Estados Unidos, a pesar de las locuras dichas por los medios. Algunos expertos jurídicos y dirigentes políticos lo consideran una crisis constitucional. No han revelado más evidencias concretas sobre esos vínculos con Moscú, pero tampoco se puede descartar las posibilidades.
Donald Trump es un incapaz. Es un narcisista, mentiroso patológico, charlatán. Es racista, misógino y posee un intelecto muy bruto. Es verdad que ganó la elección a través del colegio electoral y millones de estadounidenses votaron por él, pero eso no significa que tiene la capacidad y la competencia de ejercer el rol de jefe de Estado. Ya hemos visto sus errores y decisiones erradas, como la medida contra musulmanes viajando a Estados Unidos, el muro que (no) pagará México y sus acusaciones sin fundamento alguno contra Barack Obama.
A veces veo todo este ‘show’ y los presentadores y analistas en televisión con tantas reacciones escandalosas y sorprendidas, incrédulas sobre la posibilidad de que una potencia externa haya intervenido en el proceso electoral aquí en Estados Unidos, y me pongo a reír. No por ser chistosa la situación, sino porque es absurda, insólita e hipócrita. He escrito seis libros sobre la injerencia de Washington en países latinoamericanos y cientos de artículos sobre el tema, tanto como lo han hecho decenas de autores, investigadores, académicos, escritores y periodistas.
La injerencia mundial de Estados Unidos en procesos electorales, campañas políticas y hasta movimientos sociales y medios de comunicación es notoria, abierta y comprobada. A través de sus agencias y fundaciones como NED y USAID, Washington está activamente interviniendo en este momento en procesos electorales y políticos en países como Bolivia, Ecuador, Venezuela, Cuba… y pare usted de contar. También lo hace en Rusia, Ucrania, Bielorrusia: en todos los lugares y de manera clandestina, engañosa e ilegal. Ayuda a crear organizaciones ‘electorales’, como Súmate en Venezuela o Participación Ciudadana en Ecuador, que promueven la agenda de Washington y de sus aliados e intervienen en procesos electorales con encuestas falsas, propaganda negativa y campañas sucias. Su táctica preferida es cantar fraude si pierden las elecciones y luego reciben la ayuda y el apoyo político de Washington. Una historia ya muy conocida en América Latina y en Europa del Este.
No tengo idea sobre si Rusia intentó intervenir en el proceso electoral en Estados Unidos, pero no me sorprendería. Washington ha intervenido en todos los procesos electorales rusos desde la caída del muro de Berlin. A mi no me gusta Trump, para nadie que me sigue es una admisión sorprendente, pero tampoco me gusta la rusofobia. Trump puede tener una fijación con Putin, tal vez porque desea poseer tanta confianza, liderazgo y capacidad como el presidente ruso en lugar de ser un patético bruto con manos pequeñas, pero para nada sirve responsabilizar a otro por las malas decisiones y acciones tomadas por su propio país. Y tampoco se puede reclamar a otros por lo mismo que uno hace a los demás.
Bueno, como esto está escrito por alguien que tiene un programa y un blog en RT, obviamente, es propaganda del Kremlin.
Tomado de: Actualidad.RT