Venezuela, país de la primera vez
La patria de Bolívar fue también el primer país en el que un golpe de Estado, forjado por el sector empresarial y la derecha más cavernaria, con el apoyo de una facción de militares al servicio de la oligarquía, fuera derrotado en 2002 por la movilización masiva del pueblo en alianza con las Fuerzas Armadas
Después de lo ocurrido en Brasil el año pasado, cuando la presidenta Dilma Rousseff fue destituida ilegalmente utilizando todo tipo de argucias para apartarla del poder, uno suponía que había visto todo respecto de cuánto están dispuestos a hacer y hasta dónde son capaces de llegar los sectores conservadores y retrógrados de la sociedad, para recuperar un espacio de poder perdido ante gobiernos que, sin cambiar profundamente el sistema, lo único que pretendieron hacer fue una redistribución un poco más equitativa del ingreso que permitiera dignificar a grandes sectores populares que se encontraban excluidos y no existían cuando de desarrollo y modernidad se hablaba.
Pero, los acontecimientos de los últimos meses en Venezuela echan al traste cualquier cálculo que se pudiera haber hecho, respecto del talante democrático de los sectores oligárquicos que durante siglos aparecían como los grandes defensores de ese sistema, ahora dejando claro que ello era válido, solo mientras les sirvió para acumular riquezas, expoliar recursos y avasallar indiscriminadamente a los que se oponían.
Una simple mirada a los hechos recientes permite concluir que la basura propagandística y la falsedad mediática hacen que Goebbels parezca un “niño de teta”, ante las monstruosas aseveraciones prefabricadas para engañar a la opinión pública. Increíblemente, eso se ha transformado en algo “normal”: presidentes, ministros, parlamentarios y, por supuesto, las transnacionales de la comunicación mienten impunemente, solo sustentados en declaraciones no fundamentadas, a partir de opiniones emanadas sin responsabilidad en las redes sociales o elementales trucajes que, como acaba de ocurrir en Venezuela con una foto publicada en el pasquín El País de España, de no ser desmentidas de inmediato pasan al imaginario de los ciudadanos como verdades indesmentibles. Otro hecho similar acaeció con el periódico La Tercera, propiedad del principal grupo de comunicaciones golpista de Chile, que publicó una supuesta entrevista, que nunca se hizo, al expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, mediador internacional en el conflicto venezolano. El método se va haciendo rutina: lanzan la noticia sabiendo que es falsa o, por lo menos, sin comprobar su veracidad, después se disculpan, pero en el subconsciente el mal ya está hecho. Está estudiado para que así sea.
Pero, en Venezuela no solo eso se ha visto. Se sabía de la participación directa de sacerdotes y jerarcas católicos en la realización de torturas por parte de las dictaduras de seguridad nacional que inundaron Nuestra América en las últimas décadas del siglo pasado, incluso de la bendición y sacramento concedidos a asesinos y torturadores, pero se mantenía el prurito del silencio y la acción subterránea para evitar “escándalos”, sin que jamás el establishment vaticano o el propio Papa hicieran algo para condenar tales ejecutorias.
Hoy, cuando es públicamente conocido el carácter ajeno a cualquier supuesta ética religiosa, de las acciones de sacerdotes, obispos y hasta cardenales en todo el mundo, que han sido acusados por delitos de pederastia en algunos casos, o del ámbito económico en otros, la Iglesia católica venezolana agrega a esas prácticas, por primera vez, las de santificación y comunión de delitos terroristas que incluyen el asesinato, la quema viva de personas (rememorando la inquisición, que tal vez deseen que vuelva) o el ataque a centros de salud infantiles, entre otros. Esta vez, vale decirlo, sin el consentimiento del papa Francisco, pero con el apoyo del aparato del Vaticano, que utiliza a Venezuela como otra arma interna para ponerle obstáculos. Tal vez sea la primera oportunidad en la historia en que los obispos y la Conferencia Episcopal de un país hacen oposición abierta a un Papa.
En otro ámbito, se conocieron las declaraciones del director de la CIA estadounidense, Mike Pompeo, en las que aseveró que había sostenido encuentros con representantes de los gobiernos de Colombia y México para cooperar, a fin de provocar la salida abrupta del presidente Maduro.
Aunque en América Latina conocemos desde hace décadas los desmanes de la CIA, es la primera ocasión en la que un funcionario de tan alto rango de esa agencia de inteligencia, acepta abiertamente que se propone derrocar a un gobierno elegido democráticamente y que para ello va a usar a otros países. Los gobiernos de los presidentes Santos y Peña Nieto se apresuraron a desmentir que estuvieran participando de un complot contra Venezuela, pero no refutaron a Pompeo, lo cual, además, poco importa por su conocida subordinación y lealtad a la potencia imperial.
También en Venezuela es primera vez que se produce el absurdo de intentar paralizar acciones e impedir el funcionamiento del comercio y los servicios, amenazando y atacando de manera prioritaria a quienes forman la base social de la oposición. Los que aterrorizados por la violencia fascista que los perturba prefieren el silencio ante el miedo que pueda significar el rechazo a medidas que afectan la propiedad privada de parte de quienes dicen defenderla.
De la misma manera, pero en el plano internacional, es la primera ocasión en la que un secretario general de la OEA, desesperado porque como canciller de Uruguay no pudo impedir que Venezuela entrara a Mercosur, y que en su actual cargo no tuvo capacidad para convencer a la región de aplicar la Cláusula Democrática a Venezuela, asista al Comité de Asuntos Exteriores del Senado de Estados Unidos a solicitar que se apliquen mayores sanciones económicas al país. En el mismo tono, el expresidente español Felipe González –despechado y molesto porque el presidente Chávez rechazó vender por su intermedio la estatal de comunicaciones Cantv a Carlos Slim, patrón del español, privándole con ello de una gigantesca comisión– desató su furia contra Venezuela aseverando: “A mí lo único que se me ocurre como solución [para Venezuela] es que hubiera una intervención militar”.
Asimismo, no había habido una ocasión anterior en la que un dirigente político de la oposición de Venezuela, como lo es el diputado Freddy Guevara, llamara a repetir como necesario para el país un golpe de Estado similar al de Pinochet en Chile, que causó decenas de miles de muertos, torturados, desaparecidos y exiliados. Supongo, –aunque no estoy seguro– que ello puede haber causado estupor en ese país, sabiendo que su clase política, (con contadas y honrosas excepciones), encabezada por su Presidenta, han apoyado incondicionalmente al terrorismo en Venezuela, incluso olvidando que algunos de ellos y sus familias fueron víctimas directas o indirectas del dictador.
Pero, Venezuela también fue el primer país de la región que organizó y financió un Ejército que, bajo el mando del Libertador Simón Bolívar, atravesó las fronteras del país, no para conquistar territorios ni esquilmar riquezas, sino para llevar la independencia y la libertad a pueblos hermanos, entregando esfuerzo, sacrifico, sudor y sangre en las batallas. Las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas hoy son herederas de esas tradiciones. Por ello, cada oficial lleva con orgullo en su uniforme el estandarte que le designa como “forjador de libertades”.
La patria de Bolívar fue también el primer país en el que un golpe de Estado, forjado por el sector empresarial y la derecha más cavernaria, con el apoyo de una facción de militares al servicio de la oligarquía, fuera derrotado en 2002 por la movilización masiva del pueblo en alianza con las Fuerzas Armadas, para reponer en el poder al presidente constitucional del país, el Comandante Hugo Chávez.
Es bueno reflexionar y recordarlo, Venezuela está signada por la historia para ser un país de primeras veces y seguirá forjando su futuro y trazando un derrotero en la historia cuando la primigenia de sus acciones señale la paz y la luz, al mismo tiempo que las borrará rápidamente cuando se orienten a la guerra y la oscuridad. Es la condición natural de este pueblo alegre que no aceptará jamás la violencia y la confrontación como forma de hacer política, aunque a los poderes globales, a los gobiernos neoliberales de la región y, en especial al de Estados Unidos, no les guste.