Internacionales

Una estrategia política mediática-electoral para derrotar a Donald Trump

El pueblo estadounidense es uno de los más desinformados del mundo por su ignorancia de la realidad debido al ocultamiento que los medios provocan.

Aún no saben que la selección en Venezuela del autopostulado Juan Guaidó fue hecho por la cleptocracia internacional, exactamente aquella que se opone a que EE.UU. sea realmente uno de los países democráticos en el mundo y no un estado terrorista que asesina a quien se enfrente a intereses transnacionales. El robo de más de 800 millones de dólares entregados a éste supuesto líder por diversos mecanismos, extraídos del erario de EE.UU., demuestra cómo se defrauda a los contribuyentes.

Las elecciones del 2020, ya confirmada la predicción sobre la escogencia de Donald Trump en 2016, basada en el Geopoder, permite vaticinar que su reelección será efectiva si no suceden los siguientes hechos:

Primero, que la oposición a este funcionario del Estado profundo no se fundamente en el desaliento sino en la esperanza que unidos todos aquellos que desean finalizar la era de las guerras y el riesgo de una catástrofe nuclear piensen con inteligencia y se den cuenta que los medios, incluso contradictores, especulan con sus propias debilidades. Creer en el triunfo, independientemente de la traición del Senado, es definitivo.

Segundo, hacer que la campaña para elegir al candidato de oposición a Trump sea transparente y que quien salga elegido tenga todo el apoyo del pueblo estadounidense que quiere la paz, desarrollo económico y bienestar social, contando con los líderes demócratas como Barack Obama, Hillary Clinton, Joe Biden, Nancy Pelosi y otros.

Esto implica que los ataques no se den entre aspirantes, sino que se postulen exponiendo programas, en cuyo campo la solidez de Bernie Sanders es la más potente, pues perfila un mundo humano y con oportunidades efectivas para los estadounidenses, especialmente ahora que existen cada vez más pruebas que el caos en Iowa fue para frenar su ascenso. El grave error cometido por intereses personalistas con ideología elitista ya le dio ventaja al candidato republicano por obra de una desinteligencia y desastroso evento. No se puede volver a repetir.

Tercero, una vez elegido quien disputará la presidencia, toda la campaña debe darse en dos frentes que deben aceptar porque es la única opción de éxito ya que, de no hacerlo, perderán: A, una exposición mediática demostrando el peligro que engendra Trump y su círculo para el país norteamericano en el campo internacional y derrotas permanentes en lo militar, exponiendo las vidas de sus nacionales a muertes innegables de soldados y civiles, lo que ya está sucediendo producto de la aversión a la milicia ocupante. Ser atacados es el único destino que les espera en Asia Occidental, y los territorios palestinos ocupados por Israel, el hermano mayor, estará en verdadero riesgo si continúa con la escalada de tensión.

B, Ratificar un programa social que sacará al país de la ilusión económica de ser los primeros en democracia y empleo al develar que existen más de 50 millones de pobres y un endeudamiento familiar no sostenible.

Cuarto, además del diseño de una estrategia electoral mucho más sólida e incluyente que demuestre a los latinos y afrodescendientes que es absurdo acompañar a una persona racista que los desprecia y utiliza, riéndose de la incapacidad para comprender su propia desdicha basado en su presunta inferioridad de razonamiento, se tendrá que insistir en el componente siquiátrico del mandatario actual.

Este punto es definitivo al confirmarse la personalidad disfuncional de Trump, científicamente evaluada y sin contaminación política, lo que implica un gravísimo peligro para la nación.

En ese sentido, hay que considerar su incapacidad para articular discursos lógicos (el tuiter implica escaso trabajo intelectual), la actuación basada en emociones sin coherencia y por impulso, la destrucción de todos los pactos que dan al mundo estabilidad a nivel nuclear, climático, comercial, militar, entre otros, y el desquiciado “derecho divino” a asesinar o repartir el mundo, lo que configura un antecedente sólido de personalidad paranoide.

Si el pueblo estadounidense no desarrolla la capacidad que se posee en naciones supuestamente inferiores en América Latina o Asia, por ejemplo, para darse cuenta de lo existente y el caos del planeta que se avecina, tendrán que ser considerados como responsables por omisión ética de sus decisiones. El punto en que se encuentra el mundo es de tal magnitud que un solo error de este gobernante puede provocar una conflagración mundial y quien lo secunde deberá saber que, más temprano que tarde, le llegará su castigo por mano de los propios ciudadanos indignados o por obra de una derrota mayúscula.

Las dos amenazas al desarrollo democrático del país son: si esta cleptocracia se dará cuenta del riesgo al que expone a su propio pueblo en EE.UU. (lo que es improbable), o la traición del sector-derecha del partido demócrata que prefiera apoyar al magnate antes que a las clases trabajadoras y media representadas por un líder progresista.

El día que Donald Trump ordenó cobardemente asesinar a Qasem Soleimani y Abu Mahdi al-Muhandis, quienes extirparon de vastos territorios a los grupos terroristas EIIL (Daesh,en árabe), Al-Qaeda y Frente Al-Nusra, pese a que Estados Unidos los emplea como sus herramientas mortales, el orbe ha cambiado y la realidad es otra: los países soberanos avanzan mientras los vinculados al terror retroceden, lo que indica que la Resistencia ha dado un paso cualitativo sustancial: transformar el martirio en una fuerte respuesta que nunca había considerado hasta el día de hoy, especialmente al imbricarse varias potencias y naciones autónomas.

Estados Unidos y su pueblo tendrán que jugar un papel decisivo en el devenir global ya que el destino del mundo civilizado hoy deberá estar en las manos de dirigentes que prioricen la sabiduría por sobre el crimen y los atentados, en manos de mandatarios que amen el amor por encima de los odios, que crean que la humanización es el único camino para que la tierra y sus ocupantes puedan sobrevivir de modo definitivo. Así deberá ser.

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