Economía

Buhoneros con puntos de venta recargan la comisión a los clientes

La plataforma se la alquilan a algún comercio formal, a quienes pagan entre 5 y 10% por venta

El poco efectivo circulante, los altos precios de los productos que venden, entre otras, son algunas de las razones que asoman los vendedores ambulantes cuando se les pregunta por qué están usando la plataforma electrónica para cobrar sus ventas.

La joven que vende lazos y ganchitos para el pelo de varios colores en la esquina de El Chorro, los parrocalenteros de Plaza Venezuela, Catia y el casco histórico, así como un muchacho que ofrece el servicio de cambio de pilas, correas y pasadores para reloj en La Hoyada, se han sumado a esta práctica que pica y se extiende a lo largo y ancho de la ciudad.

Este servicio, que se ofrece de buena fe, tiene en el fondo sus argucias. Cuando el cliente cancela en el tarantín con débito o crédito, también paga de manera inconsciente la comisión que, de forma obligatoria, el buhonero debe suministrar al comerciante formal por el alquiler del dispositivo de cobro electrónico.

“A la mercancía le colocamos un precio por encima de lo que fija el mercado, por ejemplo, una hamburguesa que cuesta 2 mil 200 la cobramos en 2 mil 400 para que el cliente pague el porcentaje”, señaló Carlos Arteaga, quien administra un carro de perros calientes en Corazón de Jesús.

Los informales relataron que han establecido una alianza “comercial” con los propietarios de los locales cercanos al lugar donde trabajan. Deben pagar una comisión por usar la tecnología que oscila entre 7 y 10%.

Cuando hacen una venta, los informales que están cerca de La Hoyada salen disparados hasta un centro comercial ubicado en el edificio JM, en la avenida Universidad, donde “raspan” tarjetas.
“Yo voy corriendo un momentico hasta un local que está ahí adentro, por aquella puertica, y paso la tarjeta mientras usted me espera aquí”, dijo la joven mujer que vende las colitas multicolores en la esquina de El Chorro, al tiempo que señaló con la mano hacia el Mercado de la Economía Popular de San Jacinto.

A lo largo del bulevar de La Marrón hay buhoneros que utilizan esta modalidad de cobro desde hace unos cuatro meses. Alegan que la gente no puede cargar tanta plata encima y si llevan algo de efectivo se les agota muy rápido cuando hacen una compra, “porque todo está muy caro”, a decir de Marta Carleone, una vendedora de juguetes que trabaja en la zona.

Entre los árboles, que tienen bancos de cemento como jardineras, también laboran quienes ofrecen comida navideña. El combo contiene un bollo pequeño, una ración de ensalada de gallina y un trozo de pan. Cuesta dos mil y si se combina con una malta la cifra asciende a dos mil 800 bolívares.

“Si son dos personas las que comen se quedan sin efectivo de inmediato (…) Por eso busqué la opción del punto, para poder seguir vendiendo. Yo no cobro nada al cliente, el porcentaje que pago por usar el punto lo pierdo yo”, dijo María Rojas, una vendedora.

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“Legalidad”

El Carrito de El Gordo, un puesto de venta de arepas rellenas ubicado en frente de la iglesia Corazón de Jesús, es uno de los pocos del centro que cuenta con un punto de venta inalámbrico propio.

Los clientes que devoran allí arepas rellenas con salchicha, pollo, atún, o pernil pagan de mil 150 bolívares a mil 750 por las redondas de harina de maíz.

El dependiente no soltó prenda de cómo consiguió su dispositivo, pero una cosa está clarísima, este establecimiento no reúne dos requisitos claves exigidos por la banca para otorgarlo: una línea telefónica exclusiva y una toma eléctrica propia de 110 o 129 voltios para el aparato.

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