Sufrir por manía /Roberto Hernández Montoya
Hay gente tan reloca que se indigna cada vez que Venezuela gana una. Aprovecho que no soy siquiatra para opinar sobre esta enojosa y enojada demencia
Hay gente tan reloca que se indigna cada vez que Venezuela gana una. Aprovecho que no soy siquiatra para opinar sobre esta enojosa y enojada demencia.
No desperdicio mi energía emocional odiando a nadie. Odiar es tomarse un veneno para que se muera otra gente. No siempre lo consigo pero procuro no perder ese rumbo y ese tiempo.
No milito en la oposición no solo por convicciones sino porque se sufre mucho. Ahí tienen a la agónica María Corina, debatiéndose de espejismo en espejismo. Y sufre, tengo pocas seguridades pero una de ellas es que María Corina pasa noches de Walpurgis cada vez que la oposición tiene una de esas derrotas perfectas que se autoinflige. Saco la cara por María Corina Purísima.
No respondo por más nadie. Ahí no hay a quien ponerle una vela. La oposición no pega una, por su falta de vuelo y su soberbia. Lo siento pero cumplo con el doliente deber de anunciarles que esa patética locura es incurable. Quien la padece prefiere inmolarse porque en ello le va la vida. No la vida biológica sino la óntica, es decir, la que les define su esencia humana. Sería aceptar que es mentira la cantaleta de que son “la gente decente y pensante de este país”. Y que la que perciben como gente chusma, horda, chancletúa, tierrúa, parda, zarrapastrosa y demás no solo es más inteligente sino que constituye la vanguardia intelectual de la República Bolivariana. ¿Se entiende así o prefieren un dibujito? ¿Dos décadas de derrotas implacables e impecables no les bastan?
¿No se dan cuenta de que sus únicas victorias a través de la historia de Venezuela han sido solo por la traición de una vanguardia tierrúa acomplejada que les hace el favor, desde Páez hasta Betancourt? Si no es por esa transfusión social no podrían gobernar ni veinte minutos. Porque no entienden nada. Y lo más patético es que lo que tienen que entender no es difícil. Pero la soberbia embrutece, ¿ya lo dije? Bueno, lo repito por si acaso. Nunca está de más. Repitan conmigo: La soberbia embrutece. Les recomiendo hacer una plana.
Y conduce al ridículo, de donde no se regresa, dijo Perón. Ahora les mortifica cada síntoma de recuperación de Venezuela, por leve y pálido que sea. Se indignan, se alarman, no duermen.
Hasta el próximo fracaso. Suerte.
@rhm1947