Solidaridad en tiempos de crisis
Paralelamente y ante la incertidumbre e inseguridad, se vive una crisis de legitimidad y una importante desconfianza de la ciudadanía en las élites políticas
Vivimos un presente difícil y de incertidumbre ante el futuro. Nos atraviesa una percepción generalizada de crisis, de ruptura de la “normalidad” tanto política como económica, que no respeta clases sociales y abarca tanto al ciudadano común como al político. Angustia que recorre el ámbito de la economía, la política, el familiar, la calle y está presente en discursos, relatos y prácticas de la cotidianidad. Crisis política, económica y moral que inevitablemente pasa por el tamiz político, lo cual da lugar a una suerte de “relato patriótico” por partida doble, condimentado con las pasiones de la confrontación entre los dos polos políticos.
Paralelamente y ante la incertidumbre e inseguridad, se vive una crisis de legitimidad y una importante desconfianza de la ciudadanía en las élites políticas.
Una sociedad cada vez más inhóspita, menos acogedora, insegura y llena de amenazas tiende a debilitar la trama de la solidaridad. Crisis que se expresa en el debilitamiento de patrones participativos y solidarios, además de una profunda segmentación de respuestas ante las dificultades. Bajo la sensación de protección pública insuficiente, desidia de la responsabilidad institucional y escasa solidaridad colectiva, se claudica ante el impulso de recluirse en el espacio privado y de trasladar la responsabilidad al ámbito familiar. Se imponen sentimientos individualistas y peligrosamente derrotistas, impera la individualización, fragmentación y desafección en detrimento de la cohesión y la convivencia social.
Sin embargo, la rudeza de la crisis nos ha restituido gradualmente “un aire de familia”, al igual que el valor de la reciprocidad y la equidad, la igualdad y la participación ciudadana. Curiosamente, desde la crisis, se refuerzan e integran los derechos individuales con los colectivos en la procura de compensar las desigualdades y, en lo posible, lograr una redistribución más igualitaria. Desde el microcosmos social se han rescatado valores tales como solidaridad, cooperación, respeto, convivencia, paz, igualdad… Gradualmente, de una solidaridad espontánea se ha accedido a una solidaridad comunitaria organizada. Y, a partir de allí, hemos ido redescubriendo la cultura de la solidaridad, donde “todos somos responsables de todos”.
@MaryClens
/N.A