Selección de baloncesto: Talento con desparpajo
Los conquistadores de México se sobrepusieron a grandes ausencias y a rivales que parecían superarlos en todo. Con capacidad deportiva, algo de la malicia y la guía de un che tropicalizado, la Vinotinto basquetera se metió en las Olimpíadas de Río y puso a vibrar a Venezuela
Los rivales son más altos, más corpulentos, más atléticos, juegan en mejores ligas y tienen unos patrocinantes que ni te cuento. Las canchas de los otros son fabulosas y no se quedan atrás sus gimnasios, sus camerinos y los hoteles donde se hospedan. Pero los integrantes de la selección venezolana de baloncesto tienen ciertas características que borran esas ventajas y emparejan las partidas sobre el tabloncillo.
Estos muchachos tienen una singular mezcla de talento con desparpajo; una combinación de grandes capacidades deportivas naturales con la malicia que solo se obtiene en esas canchas que, además de lugar de esparcimiento deportivo, son el epicentro de todos los temblores del barrio. Y, por si eso fuera poco, tienen la experiencia que dan las ligas y torneos locales, con unos fanáticos que no son precisamente peritas en dulce.
El equipo que acaba de imponerse en el torneo Preolímpico de Ciudad de México ni siquiera llegó completo a la cita. Varias de sus principales figuras estaban fuera, por lesiones, por falta de permiso de sus equipos profesionales o… bueno, porque sí… Pero esas ausencias no amilanaron el ánimo del grupo y más bien parecieron robustecer la cohesión colectiva.
“Estos chicos saben jugar bajo presión”, fue una de las observaciones recurrentes de los comentaristas de otras naciones latinoamericanas cuando vieron a los venezolanos desplazarse sin complejos entre colosos con sello de NBA, a veces remontando desventajas notorias y, otras, administrando astutamente la victoria. A los aficionados venezolanos no les resulta extraña esa capacidad de controlar los nervios en situaciones al límite. ¿Qué extraño les va a parecer si han visto a esos bárbaros jugando en genuinos campos de batalla, como el Papá Carrillo, el Naciones Unidas, el Domo Bolivariano o la Caldera del Diablo?
Otro factor que tiene el seleccionado nacional de básquet es que los dirige Néstor García, un argentino al que apodan el “Che” y que, a su manera, en su especialidad, es un líder revolucionario e histórico. Igual que el otro Che, este se ha tropicalizado (o, tal vez, ambos nacieron para realizar sus sueños en el trópico) y por eso salta como un niño hiperkinético durante todo el partido, anima, arenga, protesta, felicita y palmotea cuando algo sale bien; dice palabrotas y se pone las manos en la cabeza en caso contrario. Es el director técnico ideal para cualquier equipo: uno que se tripea las victorias y sufre las derrotas.
El “Che” comparte con sus muchachos ese desenfado del humilde que tiene un don. En la cancha paralela, un escenario casi político donde las grandes selecciones reclaman fueros, García ha sabido también jugar bajo presión y hablar con voz firme. Tal vez por eso una de sus mayores alegrías reventó cuando los árbitros revisaron los videos y declararon una falta que fue crucial en el resultado del juego contra Canadá. “Ese foul demostró que nos ganamos el respeto”, dijo el “Che”, consciente de que, en otra época, el pitazo hubiese sido a favor de los canadienses.
A la Vinotinto de baloncesto le ha correspondido un reto tan gigante como sus adversarios: emular y superar a los Héroes de Portland, autores de la primera gran hazaña del básquet venezolano, en 1992. Para todas las generaciones sucesivas, Portland ha sido una inspiración, pero también una especie de hechizo. Cada vez que una selección regresaba sin poder clasificar a los grandes torneos (Olimpíadas, Campeonato Mundial, Panamericanos), los Héroes de Portland surgían como una sombra. En México 2015, el conjuro quedó deshecho.
Hoy, Venezuela vive una luna de miel con su seleccionado y se prevé que así será hasta que los guerreros lleguen a Río de Janeiro a batirse con los otros once mejores equipos nacionales del orbe. Como es natural, no todo será pétalos de rosas. Se prevén algunos problemas en la estructuración final, pues algunos de los que no fueron a México podrían estar presentes en Río y eso ya se perfila como un asunto muy espinoso. De hecho, todavía no había sonado la chicharra final del juego decisivo ante Canadá y ya había nacido un movimiento de fanáticos puristas que se han anticipado a defender a los integrantes del combinado que nos representó en México. Eso significa, en otras palabras, que están en contra de que para los Juegos Olímpicos aparezcan los grandes ausentes. Los dardos tienen nombre y apellido: Greivis Vásquez, nuestro único NBA, quien prefirió no ir al Preolímpico.
Fernando Peñalver, un periodista deportivo especializado en baloncesto, fustigó en su blog Rebotando hoy a esas personas, a las que calificó de fundamentalistas y advirtió que “este quinteto, el de los Conquistadores del Palacio de los Deportes de Ciudad de México, va a ser reestructurado y perfeccionado con todos los talentos disponibles, estén donde estén”. Por lo visto, al “Che” le va a tocar seguir jugando bajo presión. Menos mal que sabe hacerlo.
ILUSTRACIÓN ALFREDO RAJOY