Reportajes

Rummie Quintero y los anhelos de reconocimiento (Entrevista)

Lo primero que hizo Rummie fue analizarme, según lo que percibía de mí a primera vista y por mi signo zodiacal. Parece que sabe algo de astrología y, además, confía mucho en la disciplina. Después, nos quedamos conversando sobre el tema: el movimiento sexo-género diverso y la candidatura de Rummie a la Asamblea Nacional (AN). Contó que no le costó reconocer su género y su sexualidad. A los 4 años, cuando entró a la escuela, en pleno Carnaval, le preguntaron de qué se quería disfrazar. Ella, muy segura, dijo que de Batichica y todo el mundo se echó a reír. Como era de esperar (y para que digan que solo un régimen comunista es capaz de adoctrinar e ideologizar), la conducta correctora de la profesora, buscando encauzarla, volvió a tronar: “No, en serio, ¿de qué te quieres disfrazar?”, y Rummie, segura, repitió el nombre de la heroína que quería ser y todos repitieron la risa de burla ante lo que, supuestamente, no podía ser. Ahí supo que pasaba algo. En ese momento comenzó la batalla contra el sistema.

—Nombre
—Rummie Quintero.
—Sexo
—Masculino.
—Género
—Femenino.
—Sexualidad
—Heterosexual.

—¿Qué papel juega el movimiento sexo-género diverso en la construcción de otra sociedad?

—Las disidencias sexuales y de género representan para la sociedad, en cualquier latitud, y en Venezuela específicamente, un camino más para consagrar las libertades, un camino más para el reconocimiento sin ningún tipo de discriminación hacia cualquier persona, unos escalones más para respetar la autenticidad.

No solamente es para consagrar los derechos humanos de las personas que son abiertamente sexo-género diversas, entiéndase homosexuales, lesbianas, transexuales, entre otros. Es para toda la sociedad de manera indirecta, que se va a ver beneficiada cuando se respete la autenticidad de cada una de las personas, desde la diversidad de orientaciones sexuales, de expresiones de género. Por supuesto, va a haber más libertad para todo mundo y va a haber menos gente traumada, menos gente estereotipada, menos gente que critique al otro porque no tiene un traje de pingüino todo el día puesto. Es ser la persona, es amar a la persona como es. Y para mí ese es el aporte más importante del movimiento en cuanto a la transformación social. Nos encontramos como seres habitantes de este hermoso planeta Tierra y debemos, también, ir construyendo espacios para que todos y todas seamos lo más libres posible.

—¿Cómo ha sido la receptividad de los sectores conservadores del mismo PSUV?

—La historia nos dice, en estos 15 años, que el fundamentalismo religioso no ha permitido permear los espacios que pensamos, en un momento, que podían ser mucho más amplios. Te puedo citar, específicamente, la Asamblea Nacional. Esta no ha tenido una apertura real hacia lo que son las reivindicaciones de la comunidad sexo-género diversa. Creo que es importante que cualquier servidor o servidora pública se deslastre de sus fundamentalismos y preceptos religiosos. Deberían formarse mucho más en el tema de los derechos humanos, con un enfoque crítico de lo que son, para poder consagrarlos, garantizarlos y aplicarlos. Fundamentalmente eso. Si rompemos con eso, estamos abriendo esa ventana que antes se abrió en cuanto al tema de las sexuales disidentes, a las mal llamadas minorías (personas con discapacidad, adultos y adultas mayores, a las mujeres). Si seguimos manteniendo una cultura judeocristiana, que sea la que mande, que rija los preceptos y las conductas, no podremos avanzar.

Debemos, en su lugar, tratar de aplicar una mayor fortaleza hacia la espiritualidad en general. No hacia la religión. Y ahí podemos empezar a reconocer que cada ser humano, inclusive antes de que nazca, tiene derechos.

Casi paralelamente a las primarias del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), miembros de la comunidad sexo-género diversa realizaron unas elecciones con la intención de que las personas seleccionadas fuesen, después, postuladas por el Gran Polo Patriótico (GPP) entre sus candidatxs a la AN.

En el proceso de redacción de la entrevista, recibimos un mensaje de Rummie. Nos dijo, decepcionada, que el GPP no reconoció esas elecciones. Ahora ellos, en su impotencia, afirman que solo les queda incrementarle fuerzas a la lucha. El GPP va, para la AN, sin voceros de esa comunidad.

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—¿Crees que en los últimos años ha habido un cambio con respecto a la conciencia de la gente, no solo en las instituciones sino en la población en general?

—En Venezuela tenemos ese gran avance. Fíjate, yo estoy aquí contigo hablando tranquilamente. En algún otro momento la gente pudo haberse burlado, se hubiese parado medio mundo a curiosear, y te diste cuenta de que la gente ni pendiente. Puedo salir agarrada de mano con mi novio por la calle a cualquier hora. Eso era motivo para ser burlada. Hoy no. Hoy hay espacios hasta institucionales. Antes, las transexuales éramos totalmente invisibles para la sociedad venezolana. Hoy día vemos más transexuales en la calle durante el día; antes éramos unas vampiras: solo en la noche. Esos avances han sido bien importantes en lo cultural. Por eso decimos que no nos conformamos con tan solo la tolerancia.

No somos ciudadanos de segunda ni de tercera. Somos iguales. Por el otro lado, hay personas muy guabinosas, personas oportunistas, que si el presidente Maduro dice: “Mira, hay que atender a las pocetas’’, entonces todo el mundo se vuelve loco buscándolas debajo de la tierra, todo el mundo comienza a trabajar en ellas. Cuántas veces le hemos dicho a la Asamblea Nacional que nosotros estamos dispuestos a dar formación en el tema de la diversidad sexual. Tenemos una escuela dentro de la Asamblea Nacional y el año pasado, por primera vez, nos dieron la oportunidad de dictar un taller de sexo-genero diversidad, al que no asistió ni un diputado.

—¿Esos talleres se engranan con formación política?

—Claro, por supuesto. Te digo por qué, con mi ejemplo: yo le tenía mucho miedo al comunismo, porque nos lo inocularon. Nos inyectaron que era satánico, que era totalmente algo nefasto, que no garantizaba tus derechos humanos, y resulta que es todo lo contrario: el comunismo es un estado filosófico y de vida tan maravilloso que creo que no lo veremos ni en mil años. El tema de la ideología política es importantísimo porque solo con movimientos de izquierda hemos podido lograr la visibilización, hemos podido lograr algunas reivindicaciones en lo legislativo que no son vinculantes directamente con la comunidad pero que, de una manera global, permiten permear espacios en la sociedad venezolana y tener participación protagónica en la política de manera legal, para que nadie nos pueda decir, bien sea en el Consejo Comunal o en el Tribunal Supremo de Justicia, que no podemos estar ahí porque somos lesbianas o transexuales. No, tenemos una ley del Poder Popular que nos respalda.

—¿Cuál es el fin máximo del movimiento? ¿reconocimiento legal o va más allá?

—La transformación que queremos es cultural. Debemos limpiar nuestra mente de los estereotipos sobre lo que debe ser una mujer y lo que debe ser un hombre. Hacia allá es que apuntan las chicas transexuales. Los únicos trabajos que se nos ha permitido realizar son la estética o la prostitución. Pero seguiremos empujando. No es fácil la batalla, pero no es imposible.

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