Opinión

¿Qué pasará con Guaidó cuando regrese a Venezuela?

Ese es uno de los problemas de estar protegido por un pran: que cualquier día amanece de malas y te cambia la suerte

Juan Guaidó no necesita estar preso para saber lo que significa ser protegido por un pran. Al diputado de Voluntad Popular, autojuramentado presidente encargado hace más de un mes, lo cuida el pran de todos los pranes: Donald Trump.

Eso lo dejó claro uno de los principales “faroles” (lugarteniente, en jerga carcelaria venezolana) del gran pran mundial, el enviado especial para Venezuela, Elliott Abrams, hablando nada menos que en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Dijo este exconvicto (por gravísimos delitos como matanzas, tráfico de armas y uso de dinero proveniente del narcotráfico) convertido en diplomático por artes de imperialismo, que Guaidó tiene derecho a regresar a Venezuela, y advirtió que si es detenido “el gobierno vería una reacción muy fuerte de la comunidad internacional y del pueblo de Venezuela”.

Al parecer, Abrams está perdiendo condiciones, su advertencia no fue lo suficientemente dura, razón por la cual el Departamento de Estado utilizó a uno de sus típicos “voceros que piden el anonimato” para enviar un mensaje de tono más gangsteril: “si Maduro arresta a Guaidó, esa sería una de sus últimas decisiones”. Es algo así como “si te metes con el chamo, te quiebro”.

Todo apunta a que EEUU, derrotado en la confrontación sobre el terreno el sábado 23 de febrero, y derrotado en la pugna diplomática (por el repliegue del Grupo de Lima, el lunes 25, y por el rechazo a su resolución en el Consejo de Seguridad, el jueves 28), ha convertido la impunidad de Guaidó en su honrilla.

En el contexto de este juego, hacer valer la medida que en derecho interno corresponde, es decir, detener a Guaidó por haber abandonado el país ilícitamente y teniendo prohibición de hacerlo, sería como una especie de humillación del derrotado. Y es conveniente subrayar que no se trata de cualquier derrotado, sino de uno poderoso y arrogante, un presidente estadounidense que está confrontando serias dificultades en el plano doméstico de la política. Un verdadero peligro para la humanidad.

El viejo y repetido cuento del soldado Ryan

En los acontecimientos de la frontera, el sábado 23, quedó claro que las fuerzas coaligadas contra el gobierno de Maduro, dirigidas por EEUU, están en la busca de un cassus belli para justificar la detonación de un conflicto armado. Ese día hubo –que se sepa- dos intentos: la arremetida violenta de los desertores de la Guardia Nacional Bolivariana con las tanquetas, y la quema de los camiones sobre el puente. Ninguna de la dos prendió la mecha, entre otras razones porque fueron demasiado burdas.

Numerosos síntomas indican que ahora el cassus belli ha encarnado directamente en Guaidó, quien pasaría a encarnar el rol hollywoodense del soldado Ryan, el héroe capturado para cuyo rescate es legítimo invadir un país, bombardear ciudades enteras y matar a miles de seres humanos.

Entre falsos positivos te veas

Pero ya no se trata solo de la libertad, sino de la existencia de Guaidó. Los voceros de la conspiración internacional han comenzado a hablar abiertamente de los riesgos que se ciernen sobre su integridad física y hasta sobre su vida.

Mientras estaba en Colombia, la tierra de los falsos positivos, la cancillería de Iván Duque alertó sobre posibles atentados en contra del diputado venezolano. Cualquiera en su lugar habría sentido un frío en la espina dorsal porque se sabe que otra de las características comunes de Colombia y EEUU (los dos países más directamente involucrados en el golpe de Estado) es su tendencia a resolver problemas políticos asesinando a los dirigentes, incluso a presidentes de verdad.

El dirigente nacional del PSUV, Diosdado Cabello analizó esta declaración (y una, en sentido similar, emitida por el Grupo de Lima) y sentenció que estos factores podrían estar pensando en atentar contra el parlamentario. “El Grupo de Lima dice tener informes creíbles de que la vida de Juan Guaidó corre peligro. ¡Mosca con esto! A nosotros no nos interesa Juan Guaidó muerto, les interesa a ustedes, Grupo de Lima, le interesa al imperialismo”.

Gira por la derecha suramericana

Luego de haber llegado a Cúcuta en un helicóptero de la Fuerza Aérea Colombiana y a Bogotá en el avión presidencial de ese país, y después de ser recibido con honores de jefe de Estado, Guaidó viajó a Brasil. Allí la competente diplomacia de Itamaratí le bajó dos a la ficción de la encargaduría y lo recibió como un invitado personal del presidente Jair Bolsonaro, algo sin duda honroso, pero no tanto. Luego continuó su gira por las regiones australes de la derecha latinoamericana, recalando en Asunción, donde fue recibido también con protocolo de presidente por otro de sus buenos aliados, Mario Abdo Benítez, uno de los que estuvo en Cúcuta el fin de semana.

La gira, que ha sido cubierta con un enfoque épico por los grandes medios de comunicación de los respectivos países, continuó hacia Buenos Aires y, según se informó, incluiría a Lima, la sede del grupo de gobiernos de derecha que pugna por imponer a Guaidó. También pasaría por Ecuador.

En cada una de sus paradas, los periodistas le han preguntado sobre su retorno a Venezuela y cada vez ha dicho que regresará a pesar del riesgo de ser detenido “por la dictadura”.

Tiempos políticos versus tiempos jurídicos

Mientras tanto, en Venezuela hay opiniones diversas sobre lo que debería hacer el gobierno ante el retorno del diputado, que ha sido tildado como “prófugo de la justicia”.

Muchos revolucionarios consideran que debe ser detenido tan pronto Guaidó ingrese al país (si decide hacerlo), pues en Venezuela rige un estado de Derecho y el parlamentario transgredió una orden de no salir del territorio nacional, emitida nada menos que por el Tribunal Supremo de Justicia. Este es el sentir que parece imperar entre los militantes y simpatizantes del chavismo, que en las últimas semanas han plenado las calles en gigantescas manifestaciones ignoradas palmariamente por la prensa internacional.

Sin embargo, son varios (y de gran peso) los dirigentes políticos y abogados que han opinado que es necesario sopesar muy bien la diferencia que existe entre los tiempos jurídicos y los tiempos políticos. Esta es una manera de decir que la aprehensión podría aplazarse a la espera de que el fenómeno del muy publicitado gobierno de transición termine de desvanecerse.

Los argumentos para llevarlo tras las rejas son numerosos, de los cuales el más leve sería la inobservancia de la prohibición de salida. En este punto, por cierto, ocurrió un hecho casi tragicómico: al “presidente encargado” se le olvidó pedir previamente la autorización a la Asamblea Nacional (a pesar de que él mismo la preside) para salir del país, de modo que lo hizo cuando ya estaba fuera, con carácter retroactivo. Una novatada.

Los otros delitos son mucho más graves en lo que respecta a las penas que acarrean. El magistrado suplente del Tribunal Supremo de Justicia Juan Carlos Valdez ha dicho que podría afrontar la pena máxima de 30 años de prisión por traición a la patria y usurpación de funciones.

Entre los que prefieren que Guaidó vuelva y siga en libertad están también quienes recomiendan no caer en la provocación de EEUU, que podría ser el motivo de una nueva escalada diplomática y hasta de una acción militar sin autorización de organismos multilaterales.

Si se mantiene en libertad, el gobierno tendrá que cuidarlo, paradójicamente, tanto como al mismo Nicolás Maduro, pues las “advertencias” que han emitido “el pran y sus faroles” no deben ser tomadas en son de broma.

De hecho, su situación podría ser muy parecida a la que vivió su jefe político, Leopoldo López, en 2014, cuando decidió entregarse a las autoridades. Según lo ha dicho reiteradamente Cabello, una de las razones que tuvo para hacerlo (pudo huir del país o irse a la “clandestinidad”) fue que temía ser víctima de un atentado planificado por la misma derecha para sumir al país en el caos y justificar eso que entonces se llamó “la salida”.

Ese es uno de los problemas de estar protegido por un pran: que cualquier día amanece de malas y te cambia la suerte.

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