Por su dimensión histórica Cumaná debe ser declarada patrimonio de la humanidad
El filósofo y sociólogo sostiene la conmemoración de los 500 años de la primera fundación de la ciudad debe convocar a todo el pueblo oriental
Mucho ha que Nelson Guzmán se despidió de la luminosa playa de San Luis para buscar en Caracas el rumbo de su vida. Y llegó más lejos, hasta la capital de Francia.
Pero si, como dijo Hemingway, “París era una fiesta”, en el alma de Guzmán Cumaná es “un sentimiento magnífico que nos ha reunido alrededor de la vida” en sus “diversas y complejas expresiones”. E invoca con vehemencia ese sentimiento para convocar a toda la población cumanesa a celebrar “la parte más feliz” de la fundación española de la ciudad, un hecho en el mucha gente solo ve el horror del genocidio.
El propio Guzmán es tajante: “No vamos a celebrar el crimen, el hecho de que a casi todos los indios rebeldes los mataron, porque sería realmente la locura más extraordinaria”.
—¿Y qué es lo que habría que celebrar, cuál ese esa “parte más feliz”?
—Los 500 años de Cumaná, desde una visión distinta a la historia tradicional, no se trata de un homenaje al genocidio, no se trata de un homenaje a los conquistadores. Cuando digo que lo veamos en la parte más feliz, hablo de un homenaje a la hispanidad, a un español o a un castellano que es una síntesis diversa, hablamos de Oriente, de lo hispánico y también de las influencias del mundo indígena y también el legado del mundo africano. Es decir, no se puede hablar de una égloga a la hispanidad directamente, sino al español de Cumaná, o al español nuestro.
— Al castellano cumanés.
— Exactamente. Porque esa gente que venía de los presidios no era justamente gente muy culta, que respondiera realmente a los intereses de los conquistadores. Era gente que llegó a buscárselas. Incluso ahí venía gente sifilítica, desechada. Pero también había en ese viaje el sentido del riesgo. Es decir, es verdad que llegaron a Cumaná a malandrear, a usufructuar, a usurpar. Pero yo voy a decir, como Alejo Carpentier, llegaste como a un lugar determinado, pero luego de que te haces rico en ese lugar y piensas en el retorno a tu patria natal, ya no puedes retornar, porque ya no te queda absolutamente nada, de eso han pasado 30, 40 años. Es la ficción, la cosa extraordinaria de cómo la gente, el ambiente y lo telúrico acogen a ese hombre que estuvo allí.
— Pero eso no cambia que esa tierra que termina por acogerlo es la misma que originalmente violentó. Hay quienes justamente por eso ven la conmemoración de los 500 años de Cumaná como la celebración de un genocidio.
— Yo tengo una posición radical con respecto a eso. Yo creo que no se trata de celebrar al colonizador. Que vayan abajo las estatuas y que se cambien los nombres de las calles, de esos que colonizaron América Latina. Yo estoy totalmente de acuerdo exactamente con esa condena. Pero la fundación es un hecho real y concreto que está allí, que nos produce rabia, que nos produce dolor, que nos produce alejamiento, pero que sencillamente no podemos modificar. Pero eso no es todo, hay una diversidad que cobra fuerza en ese proceso que fue un proceso complejo. Lo que hay que ver son los frutos que de eso surgieron.
Guzmán pone de relieve las contradicciones que “enfrentaron internamente” tanto a los españoles como a los caribes. Al respecto señala que coincide con el cronista cumanés Ramón “a propósito de la figura de Pedro de Córdova, un fraile dominico que llegó a América en 1511 y que empezó a ver de muy cerca la explotación y la expoliación del mundo indígena. Estaba asqueado, retornó en 1513 a España, propuso que se enmendaran las Leyes de Valladolid y que se les ofrecieran mayores medios para tener una vida digna a los indígenas. Y cuando regresó, se encontró con fray Bartolomé de las Casas, que había tenido una vida no muy cristiana al comienzo, pero que se hizo hace fraile y empezó un proyecto de defensa de los indígenas”.
— Ellos cuestionan los tratos crueles, que consideran anticristianos, pero no la conquista en sí misma.
Pero esa posición señala que ocurría algo al interior de lo que malamente se ha llamado los civilizadores. Estaba la Tierra de Gracia, envuelta en un imaginario que da pie a la idea de que han descubierto al buen salvaje y que esa era la manera de vivir. Pero no es filosofía lo que realmente subyace en esa visión, porque en esa empresa conquistadora y colonizadora se mezclan intereses contrapuestos. Por un lado los de la iglesia, por otro los de la Corona y por otro lado los intereses de esos vándalos en su mayoría que llegaron a América a saquear.
CUMANÁ EN LA DISPUTA DE LA HUMANIDAD DE LOS INDÍGENAS
¿El choque de intereses entre los españoles respondía también a visiones en conflicto?
En esa historia se mezclan muchas cosas, hay un conflicto entre esa gente que venía de las prisiones de Nueva Cadiz y que como te dije no tenía cabida en España, incluso muchos venían huyendo de la Inquisición, vienen junto con los que representan a la iglesia. Y se encuentran con la vida de esto que todavía no era Venezuela, una realidad ante la que tenían visiones diferente. Al mismo tiempo, se mezclan la tradición hispánica y las tradiciones indígenas y sobre todo de da un choque con la concepción del mundo que tuvo el pueblo indígena. Los imaginarios indígenas tenían un tiempo largo, que no era el tiempo del español, tenían la permisión de no estar bajo las égidas de la religión católica, pero muchos de ellos fueron obligados a abrazar la fe católica. Ahora, como las poblaciones no eran ni son homogéneas, muchos indígenas eran colaboracionistas del proyecto colonizador y otros eran indios rebeldes. Y los rebeldes casi todos murieron, los mataron.
El filósofo insiste es que es muy importante entender que el tiempo en que se dan las sucesivas fundaciones de lo que hoy conocemos como Cumaná “es un momento de una realidad diversa en la que impera la fuerza. Porque si en 1515 se dio por fundad la ciudad española, en 1520, Maragüey liquida a los franciscanos y liquida a los dominicos. Y los liquida apelando a causas justas”,
— ¿Cuáles son esas causas justas?
— El actúa así porque en ese 1515 fue secuestrado el indio Cumaná y llevado al virreinato de Santo Domingo junto con su familia. Fray Antonio de Montesinos negoció con los indígenas: vamos a esperar seis lunas, que es un tiempo como de cuatro meses, para recuperar al indio Cumaná y recuperar su familia. Así logró evadirse y retornar a Santo Domingo, pero cumplido el lapso, al ver que no regresó Cumaná, Maragüey liquida a dos clérigos, uno dominico y uno franciscano.
A pesar de este episodio, Guzmán considera que no puede perderse de vista “la idea de justicia de estos clérigos. Yo no soy para nada católico, incluso tengo con el cristianismo, por lo menos con el que está institucionalizado, pero no podemos obviar la idea de justicia. Primero, que en España el tratamiento que se le daba a los indígenas era el tratamiento de que si eran humanos o no eran humanos. Entonces, si no eran humanos no podía haber ley para los indígenas, entonces se los había reducido a la mínima expresión, todo era justificable. Y estos clérigos condenaron y enfrentaron esa actitud.
— Pero la forma de mostrar que eran humanos, que tenían alma, era catequizarlos. Es decir, que para considerarlos humanos tenían que convertirlos en cristianos
— Sí, pero ese es un asunto complejo. En España se sostuvo siempre, y se trató de demostrar que no eran humanos, incluso en la Universidad de Salamanca se hablaba permanentemente de esa tesis. Pero resulta que Fray Bartolomé de las Casas los defiende como humanos y sobre todo antes de él, la posición de Pedro de Córdoba y de Montesinos era la de considerarlos humanos. Entonces, ya antes de Las Casas, que fue discípulo de Córdoba estaba la tendencia de que eran humanos.
En esa idea de justicia, advierte Guzmán, no se puede ignorar que “se trataba en cierta manera de imponer la europeización, el europocentrismo”. Se reclamaba que las y los indígenas eran humanos en un sentido para asimilarlos a la concepción del mundo de los europeos. Por eso valora que se discutan los 500 años que comienzan con ese choque de culturas, pues “hay que acabar definitivamente con el europocentrismo. Y hay que comenzar por reconocer que de ese tiempo nos quedó de un legado que ni es europeo, ni es propiamente ya indígena, ni es propiamente negro, porque no olvidemos algo, los primeros negros se comerciaron en ese momento”.
CUMANÁ EN SU EPOPEYA HISTÓRICA
— Lo que plantea sobre ese legado que no es ni europeo ni propiamente indígena o negro, recuerda lo que dice Bolívar en la Carta de Jamaica: que somos un pequeño género humano con un mundo propio. ¿Es algo así?
Sí. Bolívar se dio cuenta, percibió claramente eso. Es como un mosaico de Billo’s, compuesto de distintos elementos que lograron en el transcurso de los siglos encajar y que no podemos tampoco menospreciar, en la fundación de Cumaná, o en las fundaciones de las diversas ciudades que tuvo Cumaná, por ejemplo el proyecto de Nueva Córdoba se termina en 1591, pero se funda inmediatamente la Nueva Andalucía. Pero la fundación se da originalmente en 1515 y por eso es que se están celebrando los 500 años de esa aventura que destruyó, que masacró, es verdad pero también integró. Porque hay allí un nuevo género humano, como lo decía Bolívar. De hecho, Cumaná ha sido una ciudad incorporada desde siempre al proceso de independencia de Venezuela, y no hubo problemas de integración en a lo que posteriormente se llamó la venezolanidad. Ha sido además, una ciudad radical. Es necesario ver que estos son 500 años de fundación de tres ciudades, que son una misma, que son Nueva Toledo, Nueva Córdoba y Nueva Andalucía, que es una misma ciudad. Tres fundaciones, porque la resistencia indígena era fuerte y lo que los españoles levantaban lo abatían. Pero insisto, lo que hay que ver allí son los frutos que de eso surgieron.
— ¿En qué sentido es Cumaná una ciudad radical?
Cumaná ha sido una ciudad radical, una ciudad donde, por ejemplo, la familia Sucre, alineada en pro del proyecto independentista fue masacrada, los hermanos de Sucre fueron fusilados. También ocurrió lo mismo con José Francisco Bermúdez, su hermano Bernardo fue asesinado. Y ocurrió con los héroes anónimos, indígenas y negros. Es una ciudad incluso de inmensas tradiciones, de un imaginario colectivo extraordinario. Allí estuvo Boves. Hasta allá llegó la Emigración a Oriente. Y el 12 de agosto de 1929 llega Cumaná el Falke y llega una idea de revolución, de enfrentamiento al autoritarismo, se produce un cataclismo en la ciudad, se peleó y se murió. Muere Pedro Elías Aristiguieta en El Pilar a los pocos días, por errores que cometió ese movimiento que llegó allí. Pero se peleó, se dio batalla contra la tiranía. Muere Zuloaga Blanco en la que hoy es la avenida Bermúdez, que era anteriormente la Calle Larga. Son muchas emociones que están vivas allí, en ese relato, pero esas emociones deben conducir a declarar a Cumaná patrimonio histórico de la humanidad y cultural histórico de la humanidad. Primero por toda la epopeya que ha significado Cumaná, por las vinculaciones que ha tenido siempre Cumaná producto de su espacio geográfico con las ideas de libertad, por las gestas que se han producido allí.
CUMANÁ QUEDA MÁS ALLÁ DE CUMANÁ
Declarar a Cumaná patrimonio de la humanidad es reivindicar al pueblo oriental, añade Guzmán: “El oriente es una zona cultural e histórica riquísima. En Margarita estuvo el tirano Aguirre que produjo el miedo, incluso mandó una expedición a Cumaná, un poco para someter a las autoridades que estaban allí, solamente que para desgracia de él esos expedicionarios se aliaron con las autoridades que estaban en Cumaná”.
—Entonces, ¿hay que ampliar la conmemoración a todo el entorno, a Cariaco, por ejemplo?
— Eso tiene que integrarse obligatoriamente, porque Cariaco fue un punto importantísimo. También otros pueblos que pertenecieron a Cumaná en esa época, Píritu era también Cumaná, porque veníamos desde Coquivacoa, la Vela de Coro, hasta el Delta.
— ¿Pero extendería Cumaná a esas áreas? Una cosa es la Nueva Andalucía y otra cosa es Cumaná.
— Cumaná fue la construcción de Diego Fernández de Serpa, en 1569. Claro, yo lo digo en el sentido no que ya, porque hoy en día ellos no pertenecen a la identidad del cumanesismo, sino que un poco en la memoria. Esta es una celebración que nos compete a todos, y va más allá de la vieja historia, también es para recordar a poetas como Andrés Eloy Blanco cuando habla de aquello de Luna de Cumaná, a Ramos Sucre, a santos Barrios y su Loca Juanita mayo. En todo caso, hay que verlo como una celebración de todos los cumaneses, de las barriadas, de las calles de Cumaná, que se organicen grupos y que sea una celebración diversa y de reencuentro con la memoria de lo que ocurrió y de lo que somos como síntesis diversa.