Variedades

Plato típico egipcio en puja por Récord Guiness

El koshari, una mezcla de arroz, granos y pastas cubierto con cebollas fritas, algo de ajo y mucha salta de tomate, que en algunos casos resulta adictivo y, en otros, imposible de digerir.

Los alemanes presumen de sus salchichas, los españoles de las tortillas y, los egipcios, hoy, quieren inscribir en el Libro de Récord Guiness uno de sus platos más emblemático y popular, el koshari.

Los propietarios de un restaurante típico egipcio emplearon cientos de sacos de lentejas, arroz, garbanzos, pastas y racimos enormes de cebollas para elaborar una cantidad de koshari capaz de saciar a una gran cantidad de comensales.

Concentrados en el parque Huriya (Libertad, en árabe) los chefs se pusieron de acuerdo para elaborar nada menos que siete toneladas de koshari, emblemático de Egipto, en particular entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

El intento de incluirlo en el famoso libro de récords partió del dueño de un restaurante cairota famoso por elaborar ese plato que puede ser amado o odiado, pero ante el cual es imposible permanecer neutral: gusta o no gusta, sin términos medios.

La popularidad del koshari más que el sabor o la presentación, es su capacidad de saciar el apetito por un largo período de tiempo, el mismo principio que el funche o la chima africanos, masas de harina de mandioca o de maíz secadas al sol y cocidas con agua, que cae en el estómago como una pelota de plomo y requiere horas para ser digerido.

Un amigo angolano, que rehusaba consumir arroz e insistía en su funche cotidiano, explicaba su preferencia de una manera muy simple: con un plato de funche o de chima bomboko puedo funcionar todo el día sin que el estomago me reclame.

Lo mismo reza para el koshari, una mezcla de arroz, granos y pastas cubierto con cebollas fritas, algo de ajo y mucha salta de tomate, que en algunos casos resulta adictivo y, en otros, imposible de digerir.

Para los expatriados en Egipto una incursión en el koshari adquiere aristas de ritual iniciático del que algunos salen enganchados para el resto de sus vidas hasta el punto que aprenden a elaborarlo y lo consumen con frecuencia.

En el otro bando, como el de una caribeña que igual se deleita con una chawarma que con un sencillo falafel, el juicio es inmisericorde: el koshari es un bodrio, la única vez que lo comí vomité y desde entonces ni siquiera soporto el olor.

La chawarma son pequeños trozos de carne de res, pollo o carnero mezclados con verduras y embutidos en un pan, una suerte de emparedado; el falafel es una fritura de garbanzo molido, ambos recurso de los más humildes para apagar los lamentos del hambre.

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