Opinión

Perdimos… Qué Bueno

Mucho hablar y demasiado sentir han marcado estos dos días largos,  llenos  de amenazas y augurios, de reclamos y quejas, de miedos y bravocunerías, de optimismo y decepción, de orgullo y vergüenza de busca de estrellatos y autoclausuras

Apoximándose las 5 de la tarde del domingo 6 de diciembre, día de elecciones parlamentarias, luego de un día de amable relación con un grupo de miembros de mesa adeptos a la oposición y quienes simplemente, al parecer, asumieron que por estar en ese centro electoral en específico, yo era una más del grupo, vivencié cómo corría su adrenalina en subidas de optimismo y caídas de disgusto a medida que los rumores, los comentarios, les llegaban vía redes sociales y llamadas de gente que “tenía información”.

Desde mi propia comodidad, asumí que repetíamos el guión de las otras elecciones cuando más o menos a la misma hora se declaman los mismos parlamentos de los mismos papeles: “estamos arrasando en todo el país”, y luego, para acentuar el drama,  todo el mundo alerta que “ya están montando el fraude” . Y así llegó la esperada orden de cierre, a las 6 de la tarde, lo que nos permitiría regresar cada uno a nuestra rutina: unos a celebrar y los otros pues a guarimbear. Un rato después se produjo otro momento dramático cuando el CNE dio el alargue hasta las 7pm. “Ahí vienen ya con la trampa…”  El mismo cuento otra vez, me dije y, sin embargo, un inasible no sé qué me estaba saboteando la diversión

Al filo de la medianoche, un estruendo de gritos y cohetes  canceló mi decisión de irme a descansar en vez esperar los resultados que tenían que sernos favorables como siempre. Bastó la mirada de mi esposo para materializar ese no sé qué de horas antes.  Perdimos, afirmé. Sí y feo me respondió. Confusión, resignación, disgusto, aceptación, tristeza, depresión… Admiración y dolor simultáneos al observar en la pantalla a quienes se habían echado sobre sí la carga de conducir, desde su condición de imperfectos seres humanos y no de divinidades metahumanas, este enredado camino hacia la construcción de una sociedad perfecta sobre cuya naturaleza aún no nos ponemos de acuerdo.

Mucho hablar y demasiado sentir han marcado estos dos días largos,  llenos  de amenazas y augurios, de reclamos y quejas, de miedos y bravocunerías, de optimismo y decepción, de orgullo y vergüenza de busca de estrellatos y autoclausuras.

Hoy jugué en esa hermosa red social hija del capitalismo. Catarsis. Y de repente me escuché todas las veces que dije, que desee, que todo se cayera para que por fin empezáramos a valorar  lo que hemos hecho, lo que hemos construido, lo que hemos avanzado, en el poco tiempo que hemos tenido, y los muchos obstáculos,  nuestras imperfecciones humanas, el principal de ellos, que hemos tenido que superar en estas casi dos décadas para la materialización de un sueño: un sociedad donde la felicidad no se compre ni se venda, sino que se concrete en la solidaridad colectiva…

Parafraseando a Andrés Eloy Blanco, lo bueno de esto es lo malo que se está poniendo. Nos despertamos, nos sacudimos, nos reactivamos, vamos a revisarnos, a reconocernos, a reencontrarnos porque este sacudón nos recuerda que si no lo hacemos nos jo… Así es que con esta renovada energía revolucionaria hay un grito de júbilo en mi cabeza. PERDIMOS… QUE BUENO.

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