No debería costarnos tanto entender a los colombianos
Minuto en serio
Muchos comentarios sobre el resultado del plebiscito coinciden en que la posición mayoritaria del pueblo colombiano es incomprensible. Personalmente me inclino hacia esa misma opinión. Sin embargo, mi politóloga de cabecera, Prodigio Pérez, me hizo ver un ángulo muy revelador. Me dijo: “Tú pareces muy seguro de que, si fueras colombiano, habrías votado por el SI, pero qué tal si piensas cómo votarías acá, en Venezuela, si se planteara un acuerdo de paz que incluya amnistía total e inmediata para los autodenominados presos, exiliados y perseguidos políticos”.
Conozco a Prodigio hace mucho y sé que le gusta sorprender a sus contertulios con estas “operaciones de provocación”, como las denominó Edward de Bono, el gurú del llamado pensamiento lateral. Sin embargo, su desafío me ha tenido reflexionando bastante. Una de esas reflexiones es que si para nosotros, los venezolanos, sería complicado tragar este tipo de acuerdos, para los colombianos tiene que serlo aún más. Nosotros tenemos 18 años enfrascados en una confrontación principalmente retórica, con algunos brotes de violencia y muerte; mientras Colombia pasa de medio siglo en una guerra real que apenas si ha tenido algunos momentos de tregua, unos pocos “brotes de paz”, para decirlo con macabra ironía.
En rigor, no debería costarnos demasiado trabajo comprender por qué tantos colombianos se abstuvieron de participar, y por qué la mayoría (mínima, pero mayoría al fin) votó contra los acuerdos. Con nuestras heridas abiertas en carne propia, deberíamos saber que del dicho al hecho hay un amargo y accidentado trecho.
Minuto más o menos en serio
El Matagusanos. El diputado Diosdado Cabello se ha enfocado últimamente en remachar un mensaje muy claramente definido, una especie de promesa única de venta, como se dice en el argot de la publicidad y el mercadeo. El planteamiento básico es que él es el chavismo post-Chávez es más duro que el chavismo de Chávez. Y que él, ante decisiones cruciales, no sería tan benevolente y pacifista como lo fue el comandante.
A veces, lo dice expresamente, y otras veces mediante análisis, reflexiones y hasta con una que otra anécdota. La semana pasada lo hizo ya con bastante maestría, cuando contó la historia de un gusano que picó a Chávez en una mano. Cabello llegó al lugar y lo encontró con la mano algo hinchada. Le preguntó qué había pasado con el implicado en el atentado (con el gusano, pues), y Chávez le contestó que, utilizando un cartoncito, lo había devuelto a un arbusto del jardín, donde el bicho en cuestión, al parecer, residía. Para Diosdado, aquella fue una demostración tremenda de cuán humanitario y buena gente era Chávez, incapaz de darle su merecido ni siquiera aun animal arrastrado que le había hecho daño. Mientras atendían al líder, Cabello –siempre según su propio relato- se deslizó sigilosamente hasta la planta señalada como presunto hábitat del espécimen, lo buscó con mucha atención, logró dar con su paradero y procedió a matarlo, sin muchos remilgos ecológicos.
El mensaje quedó más que claro. Ya lo saben los gusanos.
Minuto loco
Malabares de la MUD. El resultado del plebiscito colombiano puso a la oposición venezolana ante uno de sus típicos dilemas bipolares, entre lo que sienten y lo que pretenden sentir. Oficialmente lamentaron que haya ganado el NO, aunque en realidad esa era su posición política. Como sabían que les iba a quedar feo saltar de alegría por lo ocurrido, decidieron que la culpa del fracaso del SI es del “castrochavismo”. Y, por supuesto, no dijeron nada del papel que jugó en este resultado su paralíder neogranadino, Álvaro Uribe Vélez. En fin, que el secretario ejecutivo, “el Chúo” Torrealba, volvió a hacer tantos malabares discursivos con este tema –igual que ha debido hacerlo con tantos otros- que si alguna vez la MUD lo bota (como hicieron con su antecesor), podría ganarse la vida en un semáforo.
Causa Risa.
A quienes conocimos a La Causa R de los tempranos años 80, la actual versión de ese partido nos parece una caricatura. Eso ocurre desde hace bastante tiempo ya, pero nunca dejan de sorprendernos con algún otro aspecto que le da a la organización fundada por Alfredo Maneiro un aire de parodia. Esta semana lo lograron de nuevo. En una rueda de prensa dijeron que el sistema electoral colombiano (voto por papeletas, conteo manual, exclusión de los marginados, abstención pavorosa) debería ser imitado por Cuba y rescatado por Venezuela. Lo cómico de esto es que La Causa R fue, durante sus primeros 20 años de existencia, una especie de víctima favorita de las mafias adecopeyanas que manejaban el Consejo Supremo Electoral bajo el lema “acta-mata-voto”. A Andrés Velásquez le robaron votos en elecciones presidenciales, regionales, municipales y sindicales. Lo único que les faltó fue “empreñarlo”, como dicen en el llano, pero al parecer, el partido de la R invertida echa de menos esos tiempos. Causa risa.