Opinión

Ni natural ni indispensable

Pero, en estos tiempos de definición, tal vez sea una idea viable comenzar a cuestionar, a revisar para definir lo que efectivamente nos es esencial para la vida y entender que todo aquello que hoy es mercadeado como vital no es natural ni indispensable

Día de alegría, tenemos nieta preadolescente en casa. Cual periquito australiano suena, suena y suena. En el medio del torrente de palabras, una afirmación capta la atención. “El 4D está en tres mil”. Curiosa pregunto: ¿4D? Y con esa actitud superior de quien se asombra ante el desconocimiento de lo evidente: “Sí… el cine”. Respondo: Pues, conmigo no cuentes… Interrumpe “es que es fino…” “No. Me niego a pagar semejante cantidad de dinero por una película” “Pero y entonces, cómo voy a ver la película”. La discusión acabó pero su desconcierto no.

Dos ideas simultáneas distraen mi atención: 3 mil bolívares es casi un tercio de un salario mínimo, ¿en qué cabeza cabe? ¿Qué está mal, el salario mínimo o el precio de la entrada? Pero más intrigante aún ¿por qué para una niña es natural considerar que las películas son en 4D, los celulares buenos son los de última generación, la televisión no puede tener menos de 100 canales…? Y, sin solución de continuidad, irrumpe en mi pensamiento la indispensabilidad de las redes sociales en la batalla política, y en nuestra cotidianidad, al punto que un psicólogo nos recomienda hoy vía televisión que administremos la relación vía redes para cumplir los compromisos afectivos y sociales, y así lidiar con la tensión que producen las fiestas navideñas.

El mundo humano es realidad cultural. La capacidad de intervenir y transformar lo que nos viene dado por naturaleza, la cultura, es el hecho esencial de la humanidad. El cómo se ejerce el Poder es un rasgo inherente y distintivo de cada realidad cultural. El Poder en esencia tiene un solo fin: perpetuarse. La búsqueda y mantenimiento del Poder motoriza las dinámicas sociales. Una de las estratagemas de la autopreservación del Poder es transformar las creaciones culturales en requerimientos esenciales para la vida, tan indispensables como la luz solar, el aire o el agua.

Pero, en estos tiempos de definición, tal vez sea una idea viable comenzar a cuestionar, a revisar para definir lo que efectivamente nos es esencial para la vida y entender que todo aquello que hoy es mercadeado como vital no es natural ni indispensable.   

Miriam Ledezma, autora del artículo es periodista y docente venezolana

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