Ciencia y Tecnología

Murciélagos cardoneros viajan largas distancias por alimento y refugio

Al menos 78 kilómetros pueden recorrer sin descanso los murciélagos de la especie Leptonycteris curasoae para trasladarse entre las islas Curazao y Aruba, mientras que de Bonaire a Venezuela estos quirópteros serían capaces de surcar casi 90 kilómetros sobre el mar.

Parece fácil para las aves, pero los murciélagos no pertenecen a esta clase del reino animal. Son mamíferos dotados con alas que en su búsqueda por ambientes óptimos para vivir y reproducirse, han desarrollado la habilidad para migrar largas distancias, como lo demostró recientemente un estudio divulgado en Journal of Mammalogy, publicación científica de la American Society of Mammalogists.

“Entre diciembre y marzo disminuye la cantidad de fuentes de alimento en las islas Aruba, Curazao y Bonaire -principalmente cactus y agaves- por lo que algunos murciélagos emprenden el viaje hasta Venezuela”, explicó el investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) y autor responsable del artículo, Jafet M. Nassar.

Aunque residen en esos cuatro parajes, los murciélagos cardoneros pueden atravesar el mar Caribe de isla a isla y entre estas y tierra firme. Según la publicación, se recolectaron datos acerca de 11 vuelos de larga distancia: 2 Bonaire-Aruba, 4 Bonaire-Curazao, 1 Curazao-Bonaire, 1 Bonaire-Venezuela y 3 Aruba-Venezuela.

Dicha conducta posiblemente la heredaron de su ancestro mexicano del género Leptonycteris -integrante de la familia Phyllostomidae-, del cual se originaron tres especies: L. yerbabuenae, L. nivalis y L. curasoae.

Esos movimientos sugieren que la especie “intercambia individuos y puede migrar estacionalmente como una respuesta a cambios cíclicos en la disponibilidad de recursos locales y en el régimen reproductivo anual”, se informa en el trabajo.

Necesitado de protección

L. curasoae es frugívoro, polinívoro y nectarívoro; es decir, su dieta está basada en pulpa de frutas, polen y néctar. Se le conoce como cardonero porque buena parte de los alimentos que consume proviene de cactáceas columnares (cactus), llamadas comúnmente cardones.

La evidencia indica que los murciélagos cardoneros vuelan a las cuevas de maternidad para traer sus crías al mundo y darles de comer. Nassar precisó que todas las cuevas de maternidad conocidas para L. curasoae -menos de una decena- se encuentran en la región árida costera de nuestro país e islas adyacentes (Aruba, Curazao, Bonaire y Margarita).

Es bien sabido que entre los meses de diciembre y marzo los murciélagos abandonan la Península de Paraguaná, justo los meses cuando hay poca o nula producción de flores y frutos de cactáceas y agaves allí.

“El cumplimiento de su ciclo reproductivo anual depende de que las cuevas de maternidad estén a buen resguardo. Allí se concentran miles de hembras a parir entre marzo y mayo de cada año. Cualquier perturbación puede alterar a la colonia y ocasionar su abandono, poniendo en riesgo la vida de las crías (solo paren una al año)”, dijo el investigador del Ivic.

La mayoría de las cuevas de maternidad carecen de medidas efectivas para su conservación. Sin embargo, las de la Península de Paraguaná están protegidas legalmente; ya que constituyen un Área Bajo Régimen de Administración Especial (Abrae) bajo la figura de Santuario de Fauna Silvestre, conformado por las cuevas El Guano, Piedra Honda, Jacuque y El Pico, en Falcón.

Los expertos aplicaron el método de captura, marcaje y recaptura para analizar los desplazamientos de 7.518 ejemplares en 11 lugares (10 cuevas insulares y 1 formación artificial en tierra firme) donde había evidencia previa de la existencia de murciélagos.

De acuerdo con el texto del artículo, en Aruba se seleccionaron las minas abandonadas Miralamar y Wela, así como la cueva natural Túnel del Amor, todas ubicadas en el Parque Nacional de Arikok. Por su parte, en Curazao se escogieron las cuevas Bosa III (situada en el Parque Nacional Christoffel), Kueba di Yéchi y Kueba de Noordkant; mientras que en Bonaire se eligieron las cuevas Watapana, Spelonk, Barcadera I y Barcadera II.

La única porción continental empleada como referencia fue la localidad de Butare, estado Falcón, donde se encuentra un túnel artificial de 1 kilómetro de extensión, en cuyo interior funcionan dos ductos de agua.

Valiosos de más

L. curasoae es la única especie de su género presente en tierras áridas y semiáridas y bosques secos del norte de Suramérica e islas vecinas. Su especie hermana, L. yerbabuenae, es propia de México, el suroeste de Estados Unidos, Guatemala, El Salvador y Honduras.

Los murciélagos cardoneros fueron clasificados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como Vulnerables en todas las áreas donde habitan -incluyendo Venezuela- y En Peligro Crítico en Curazao, debido a la fragilidad de su domicilio natural y la destrucción de sus poblaciones cuando son confundidas con hematófagas (consumidoras de sangre).

A pesar de esa susceptibilidad, los murciélagos cardoneros son necesarios para la humanidad. Ellos Juegan un papel fundamental en la polinización de agaves y cactus y en la dispersión de semillas.

Igualmente, contribuyen con el mantenimiento de la diversidad biológica y estabilidad de los ecosistemas tropicales, favorecen la recuperación de ecosistemas perturbados y le proveen recursos al hombre para su propio sustento.

“Es un importante vector de propágulos (estructuras vegetativas que dan origen a otras plantas) en zonas áridas y semiáridas del norte de América del Sur, particularmente por el hecho de movilizarlas sobre decenas de kilómetros en una noche, incluso volando sobre el mar”, aclaró Nassar.

L. curasoae extiende su dominio sobre el territorio venezolano hacia el Lago de Maracaibo (Zulia), Península de la Guajira, Península de Araya (Sucre) y regiones áridas del estado Lara y los Andes, llegando a enclaves áridos en Colombia.

“Quisiéramos extender la investigación a las colonias colombianas, para demostrar que los murciélagos cardoneros pueden llegar hasta allá volando desde Venezuela”, afirmó Nassar.

Para ello, en su laboratorio se lleva a cabo un estudio genético, utilizando microsatélites como marcadores moleculares, con el fin de corroborar los movimientos de larga distancia y el potencial migratorio de la especie.

La publicación de Journal of Mammalogy fue realizada en cooperación con el investigador Fernando Simal, director de la Fundación Wildconscience (Bonaire), quien coordinó las capturas en las islas.

Por Venezuela, también colaboraron el biólogo José Antonio González-Carcacía, adscrito al Centro de Ecología del Ivic; Ángela Martino, profesora de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (Unefm) de Falcón; y Claudia L. Peñaloza, editora de la American Journal Experts con sede en Caracas.

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