Opinión

México y el golpe de Estado en Bolivia a Evo Morales

Poco antes de la renuncia del presidente boliviano, Evo Morales, su colega Andrés Manuel López Obrador, lo felicitó por convocar a nuevas elecciones para evitar el baño de sangre que la derecha con apoyo de militares, estaban propiciando.

Pero el golpe ya estaba casi consumado y no le aceptaron la propuesta con la cual Evo aceptaba ponerse a prueba a sí mismo en cuanto a la veracidad de su reciente triunfo electoral, a la justeza de su gobierno y los logros del nuevo estado plurinacional que él creó y que sacó de la pobreza ancestral a Bolivia para dignificado a los bolivianos.

La determinación de Evo fue calificada por López Obrador como un triunfo de la democracia en tanto y cuanto proporcionaba una salida al conflicto artificialmente creado por una derecha que da pataleos de ahorcado en el continente por el resultado las elecciones en Argentina, y los acontecimientos en Chile y Ecuador.

López Obrador fue muy claro en su mensaje desde Quintana Roo, precisamente después de reunirse sábado y domingo con grupos de indígenas de la península yucateca a los que apoya por encima de toda diferencia filosófica y quienes a su vez lo apoyan ante las críticas de la derecha mexicana.

El mandatario dijo en el mensaje por tuit sobre Bolivia: "Siempre hay actitudes, hay afanes autoritarios, el querer resolver las diferencias con la confrontación, con la violencia. El mejor método para resolver las diferencias es el método democrático. En este caso que sea el pueblo el que decida".

La advertencia quizás llegó un poco tarde, pues los grupos de Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, apoyados desde el exterior, ya estaban decididos a cualquier tipo de acción por salvaje que fuera, para lograr su propósito descaradamente anunciado con anterioridad y apoyado abiertamente por la OEA y su secretario general Luis Almagro.

Al recordar intentos parecidos en México a lo que ocurre en Bolivia, López Obrador hizo una remembranza histórica del "fraude electoral" registrado contra él en el 2006 y 2012 que costó mucho al pueblo.

Es muy sintomático que los acontecimientos de violencia en Bolivia se desataran pocas horas después de la liberación de Lula en Brasil, y del triunfo electoral de Alberto Fernández en Argentina. Es como si se tratara de buscar una compensación, un equilibro, por los efectos negativos de esos hechos para la derecha neoliberal, comentaron analistas en México.

En consecuencia, los sucesos de Bolivia no se pueden valorar fuera del contexto latinoamericano, incluido México y Estados Unidos donde hay criterios muy diferentes en la forma de enfrentar problemas comunes como el narcotráfico y la migración, aunque hasta ahora sin llegar afortunadamente a la confrontación.

En Brasil el presidente militarista Jair Bolsonaro amenaza con encarcelar de nuevo a Lula, y en Chile su colega Sebastián Piñera sigue masacrando a su pueblo que le pide la renuncia y que, contrariamente al caso de Evo, tiene el apoyo abierto de Luis Almagro y la OEA.

La violencia que se está registrando en Bolivia cuando todo pudo solucionarse con un conteo fiscalizado de los votos en la que se demostraría que no hubo fraude, a una nueva justa como propuso Evo Morales, es una muestra de cuál es el curso de los acontecimientos en América Latina donde la doctrina Monroe revivida por Trump se mueve en las sombras con todas las armas y el poder del imperio.

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