Del Presidente

Maduro: Sigamos luchando por el delirio de Bolívar sobre El Chimborazo

Este jueves, cuando se cumplen 194 años del día en que El Libertador, Simón Bolívar escribió su obra poética "Mi Delirio Sobre el Chimborazo", el presidente de la República, Nicolás Maduro, recordó a través de su cuenta oficial de Facebook, que siempre se exalta al genio militar y político que fue, sin embargo, pocos conocen esta faceta del hijo pródigo de Caracas.

En tal sentido, precisó que el triunfante Bolívar se inspiró en Ecuador para escribir tan imponente texto, en el que proyectó su futuro  y sueño de una América Independiente.

Asimismo, instó a sentir el delirio de Bolívar que hoy se ha transformado en realidad y aunque se ha avanzado la lucha continúa.            

 
 
"El Libertador Simón Bolívar, es el genio militar y político, más grande de todos los tiempos. Su espada lleva la energía de la libertad de 5 naciones y la derrota de un imperio. Pero una de las facetas menos conocidas del hijo prodigo de Caracas, es la de poeta.
 
En 1822, el triunfante Bolívar, que veía el nacimiento de la Colombia que soñó Miranda, escribió su obra poética “Mi delirio sobre el Chimborazo”, donde se miraba en la inmensidad de su gesta, proyectado hacia el tiempo. Inspirado en la montaña del Chimborazo, en Ecuador, que para la época se pensaba era la montaña más alta del mundo, se imaginó desde su cima, viendo la América Independiente, Grande y Unida, pasando más allá del tiempo, más allá de los siglos.
 
Seamos capaces de sentir en nuestra alma, el delirio de Bolívar, que no era otra cosa que ver a nuestra Patria Grande unida, en libertad, soberana, construyendo nuestro destino, con nuestras propias manos, manos de pueblo, manos de gente humilde. Seamos capaces de transformar ese delirio en realidad; hoy hemos avanzado, pero debemos seguir la marcha", escribió Maduro en Facebook.
 
Adelante el poema íntegro:
 
MI DELIRIO SOBRE EL CHIMBORAZO
 
Yo venía envuelto con el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de lasaguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo.
 
Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguilas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que puso la mano de la Eternidad en las sienes del dominador de los Andes.
 
Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobreregiones infernales; ha surcado los mares dulces; ha subido sobre los hombros gigantescos de los
 
Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo, no ha podido detener la marcha de la Libertad. Belona ha sido humillada por los rastros de Iris, y yo no podré trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra?
 
¡Si podré!
 
Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, pasé sobre los pies de Humboldt, empañando aun los cristales eternos que circuyen al Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: y con mis pies los umbrales del abismo. Un delirio febril embarga toda mi mente: me siento como encendido de un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.
 
De repente se me presenta el Tiempo, bajo el semblante venerable de un viejo cargado de los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano. –”Yo soy el padre de los siglos, me dice, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio, los señala el Infinito: no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la muerte: miro lo pasado, miro lo futuro, y por mi mano pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees acaso que el Universo es algo? ¿Que montar sobre la cabeza de un alfiler es subir? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a los sucesos? ¿Pensáis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Imagináis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano”.
 
Sobrecogido de un sagrado terror, ¿Cómo, ¡oh! Tiempo, –respondí– no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino el Universo con mis plantas: toco al Eterno con mis manos, siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos: estoy mirando de una guiñada los rutilantes astros, los soles infinitos; he visto sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los libros del destino.
 
“Observa –me dijo–, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres”. El fantasma desapareció.
 
Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. Al fin, la tremenda voz de Colombia me grita: resucito, me siento, abro con mis propias manos mis pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.

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