Luego de anuncios del CNE, el Gobierno no puede bajar la guardia
Pase lo que pase, la guardia debe seguir en alto
La cancelación de la opción del referendo revocatorio en 2016 es una victoria política y práctica para el gobierno. Sin embargo, no es un motivo para bajar la guardia.
Aunque los más importantes voceros gubernamentales habían advertido que eso ocurriría, al concretarse la decisión surgen nuevos peligros en el horizonte. No es una decisión que traiga tranquilidad al escenario político. Por el contrario, es de suponer que vendrán situaciones muy complejas, con toda seguridad marcadas por el intervencionismo extranjero, y posiblemente signadas, en el plano interno, por la violencia en el último trimestre del año.
Ese riesgo seguramente estaba previsto. En política, siempre que se cierra una puerta o se le ponen dificultades a una vía conciliatoria, se les dan alas a salidas conflictivas. En el caso del referendo revocatorio, el cierre de la vía (al menos para 2016) fue consecuencia de los errores de la dirigencia opositora, pero, dada la intensa campaña mediática, es inevitable que una parte considerable del país tenga la sensación de que esa opción ha sido bloqueada por el entramado institucional de la Revolución. Esa convicción es un ingrediente importante para alimentar los planes de alteración del orden público que abriga al menos un sector del espectro opositor.
El riesgo de agitación en lo que resta de año se agudiza sustancialmente porque el adversario no es una organización homogénea, sino una coalición inestable en la que conviven factores relativamente pacíficos (aunque no probadamente tales) con otros abiertamente inclinados a la violencia. Luego de la victoria en las parlamentarias de 2015 y durante estos meses de movilizaciones a favor de la consulta revocatoria, el ala “moderada-taimada” estuvo al frente de la alianza. Al desaparecer la posibilidad del referendo para este año, el “ala pirómana” tenderá a tomar el control, con todo lo que eso significa.
Por supuesto que no se trata solo de los deseos de algunos antichavista rabiosos. Para materializar ese cambio de tono es necesario que los líderes (en este caso, los pirómanos) tengan la capacidad de convocar a grandes movilizaciones. Sin masas en las calles de manera perseverante durante un período prolongado no habrá cambio en el rumbo actual de los acontecimientos. Y el ala pirómana solamente parece tener la capacidad de generar focos de perturbación del orden público, tal como en 2014, pero no grandes movilizaciones.
Sin embargo, la amenaza no puede ser desestimada, en especial por la forma como la MUD engrana con centros de poder internacionales. La alianza opositora, pese a su falta de homogeneidad y evidentes fallas tectónicas, cuenta con el aval de una poderosa coalición de fuerzas globales a cuya cabeza está el gobierno de Estados Unidos. De un tiempo a esta parte, esa entente se ha fortalecido con los giros a la derecha de Argentina y Brasil y con el papel abiertamente hostil que ha asumido contra Venezuela el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro. Esa formidable fuerza externa tiene como ariete fundamental a los más importantes medios de comunicación de EEUU, Europa y América Latina.
Hasta ahora, el brazo internacional, pese a su enorme poder, no ha sido capaz de generar la masa crítica necesaria para acometer acciones contra Venezuela, más allá de las declaraciones injerencistas y del patrocinio de los cuestionables liderazgos de la oposición local. Sin embargo, es claro que vamos a atravesar un tiempo particularmente riesgoso, como es el de las elecciones presidenciales estadounidenses y los primeros tiempos del nuevo gobierno que estará encabezado, bien por el troglodita ultraderechista Donald Trump, o bien por la belicista e inescrupulosa Hillary Clinton, la vocera del poder financiero y corporativo estadounidense y mundial.
Un hito en el acontecer político de este duro 2016 será, sin duda, la recolección de firmas para alcanzar el 20% del padrón electoral, a finales de octubre. La magnitud de la movilización que logren los promotores del referendo en esa triple jornada será un dato fundamental para lo que resta del año y para el inicio de 2017. Si la militancia opositora se vuelca a los centros electorales, tal como lo hizo en los comicios del 6D, el poder internacional político, económico y mediático lo tomará como la demostración de que la inmensa mayoría del pueblo desea la salida anticipada de Nicolás Maduro y, con ese argumento entre manos, recrudecerán las presiones en los más diversos escenarios. Si la participación merma y el referendo naufraga definitivamente, presenciaremos el acelerado retorno de los pirómanos al primer plano.
Pase lo que pase, la guardia debe seguir en alto.