La vida oscura de Clara
Clara, la de la vida oscura, revuelve un capuccino mirando al horizonte como buscando una respuesta que no llega. Lo que sí llega es una vieja melodía que se escurre a la terraza desde la sala: “La distancia entre los dos, es cada día más grande…”
Clara, la de la vida oscura, revuelve un capuccino mirando al horizonte como buscando una respuesta que no llega. Lo que sí llega es una vieja melodía que se escurre a la terraza desde la sala: “La distancia entre los dos, es cada día más grande…”.
Piensa en la MUD y en la distancia -hasta hace poco impensable- que se ensancha entre ella y aquellos líderes que le arrancaban gritos y lágrimas de rabia libertaria y que hoy ni hacerles un miserable retuit le provocan.
Se enfría el café mientras Clara escruta su alma y su memoria tratando de ubicar el momento justo del quiebre que la dejó políticamente huérfana y sin ganas de levantar una cacerola en el resto de sus días. El humo, mucho humo, voces desgañitadas y una sola palabrota que parecía ser la única que sabían pronunciar: “¡Mamag…!”. Explosiones, trancas, barricadas… ¿Por qué no trancan Miraflores?, ¿allá no vive Nicolás, pues?, ¿lo van a tumbar encerrándome en mi calle, encerrando a los más consecuentes opositores en sus calles bajo amenaza?”. Una semana, dos, un mes, dos, tres… días de escombros, noches de insomnio y dudas…
Dudas… fue justo en esos días cuando Clara, la de la vida oscura, nunca tan oscura como entonces, buscaba en la voz de sus líderes alguna respuesta, alguna guía, pero nada: estaban ocupados viéndose el ombligo, unos buscando la Salida a costa de todo y otros buscando lo mismo mientras jugaban al disimulo demócrata por si el asunto no cuajaba.
A los vecinos, opositores casi todos, que tragaban humo y encierro involuntario, les tomó poco tiempo expresar su rechazo a la violencia guarimbera que se instaló en sus calles. Entonces fueron ignorados, silenciados, invisibilizados. La dirigencia opositora no escuchaba sino su propio delirante eco.
Hoy repiten su torpeza, cuando más de 90% de los habitantes del Táchira -estado que no es tan así, superrojo rojito, que se diga- expresan su apoyo a las medidas que tomó el Gobierno en esa zona y que -¡oh, sorpresa!- la MUD rechaza porque ¡no es no!, demostrando de nuevo cuánto le importa lo que piensen de sus simpatizantes.
Pensando en eso, Clara, la de la vida oscura, aparta el café y se lanza en su piscina. Flota Clara mientras un rayo de sol matutino le ilumina la cara. Flota Clara, ligera, como si acabara de quitarse un peso enorme de su espalda.
@Tongorocho
/N.A