Culturales

La única sirena vista en Cumaná

En septiembre de este año, Cumaná llegará a cinco centurias de edad y aún guarda sus secretos en el fondo del mar, pues su historia y su cultura son desconocidas para muchos

Por allá en el año 76, cuando mi mamá tenía 15 años —cuenta ella—, una de sus hermanas mayores se la llevó a una presentación de María Rodríguez en el auditorio de la Escuela Técnica Industrial Emilio Tébar Carrasco en Fe y Alegría. Mi mamá no estudiaba ahí; más bien su liceo, el Modesto Silva, quedaba un tanto lejos, en el sector Los Chaimas, pero era un concierto que La Sirena de Cumaná había pedido organizar para los estudiantes de bachillerato de todos los liceos públicos. En ese entonces, aunque ya La Mariposa tenía 52 años, seguía demostrando su eterna jovialidad.

Dice mi mamá que cada concierto de Mariíta —otro de sus tantos apodos— era impredecible: su briosa y, extremadamente, sincera personalidad ponía a tono sus presentaciones. De lo que sí se podía tener certeza, al estar ante su presencia, era de sus infinitas demostraciones de humildad, de maestra. En aquel concierto al que asistió mi madre, rodeada de jóvenes y niños, se le acercó a la tarima “un muchachito descalzo, sucito, curtiíto, con la ropita rota” que quería hablar con ella.

Como era costumbre, cuando los organizadores se dieron cuenta, hicieron lo necesario para impedir que el niño se le acercara. “Cuando María se dio cuenta, pegó un grito —dice mi mamá—: ‘Dejen a ese niño quieto, súbanmelo ya para acá’”. Lo abrazó, lo besó y lo tuvo como parejo de baile durante toda la presentación. “Ella era así, dada, extrovertida. Y una vehemente maestra. Quienes la conocimos en su época de la UDO (Universidad de Oriente), lo sabemos”, contó Cruz, mi mamá.

En septiembre de este año, Cumaná llegará a cinco centurias de edad y aún guarda sus secretos en el fondo del mar, pues su historia y su cultura son desconocidas para muchos. María Magdalena Rodríguez, bautizada así en honor a la discípula de Jesús, nació el 22 de julio de 1924 y murió el 30 de septiembre de 2014, a los 90 años. Esta información debería estar tan expuesta como las efemérides de Simón Díaz o de su paisano oriental Gualberto Ibarreto, pero no es así. “Para la cultura del oriente venezolano ella es una diosa, para los músicos criollos es un ícono y para la gente del pueblo es la voz de Cumaná”, escribió Aquiles Báez en 2011, músico que, a pesar de ser caraqueño, compartió tarima en muchas ocasiones con La Sirena, quien decía que los músicos que tocaran con ella tenían que ser orientales, menos “Er Gordito”, es decir, Báez.

En 2006, María La Tremenda ya tenía 82 años y su discurso, su historia, para efectos de entrevistas, la tenía pulida, tajante, directa y concisa, cada nombre con su apellido. “Bueno, yo me llamo María Rodríguez y lo que me gusta es sacá comparsa y cantá y bailá joropo. Desde la edad de siete años yo ando en esto porque había un señor llamao Chimbito que le dijo a mi mamá: ‘Carmen Rodríguez, préstame a Mariíta que la voy a sacá en una comparsa vestía ’e sirena’. Por eso me llamo María La Sirena, no sé cómo que era que bailaba que la gente empezó a decirme La Sirena, pue. Y fíjate, ha pasado er tiempo y yo sigo aquí paraíta, no sé por qué será.

La gente dice que yo soy una bruja, pero yo lo que hago es mareá a la gente con el tabaco”, contó en una entrevista para una televisora cumanesa. Su cercanía con el tabaco y la brujería no eran temas tabúes. “La oración del tabaco” y “La fiesta de los santos” son dos de sus canciones más conocidas y en ambas se habla de ese tema. Antes de empezar a hacer música “se las tuvo que arreglar haciendo brujería y otras cosas pecaminosas para criar a sus siete hijos”, cuenta Báez, al que también una vez María le dijo que “quizás iba a tener que mudarse. Le pregunté por qué y me contestó: ‘Es que le monté una brujería a un vecino que era muy fastidioso y el hombre se murió. Todo el mundo me está echando la culpa de esa vaina. Yo le quería echar una vainita, pero no matarlo —hizo una pausa y luego comentó—. ¿Será que me salió demasiado bueno el trabajito?”.

“Uno conociendo a esta María con sus cantos, sus guarichas, sus comparsas, que en la región insular son diversiones; uno de tanto oírla, mirarla y admirarla en toda su inventiva celebratoria, de tanto observar sus rasgos y su modo de ser y de andar por las tierras de oriente; uno así la vincula a la fragancia de estos antiguos testimonios que alguna relación guardan, no hay duda, con la pantomima común y la forma de expresarse la gente en las costas de la tierra firme que tiene por capital a Cumaná y más allá, en las islas de Coche, Cubagua y Margarita”, escribió Benito Irady en 2012, un fiel amigo con el que compartió una amistad de 40 años y viajes por toda Venezuela y hasta más allá: Colombia, Trinidad, Barbados, Jamaica, Cuba, Portugal e Inglaterra.

María Rodríguez es una fehaciente muestra del folclor oriental. Además de haberse formado con virtuosos e históricos personajes de la música popular de Cumaná, como Daniel Máyz, Atanasio Rodríguez y Luis Rodríguez, con quienes se desarrolló en los distintos ritmos de joropos, estribillos, jotas, galerones, polos, merengues, aguinaldos, valses, pasodobles y gaitas; también se dedicó a hacer un trabajo de preservación y rescate de las danzas y comparsas tradicionales del oriente.

Su trabajo en la UDO, de la mano del escritor Alfredo Armas Alfonzo, fue de suma importancia. La vida de María Rodríguez no solo está reflejada en sus 16 producciones discográficas como solista, también fue digna de un largometraje llamado Entre golpes y boleros, del cineasta Jonh Dickinson. En el año 1994 fue declarada Patrimonio Viviente del estado Sucre.

Desde 2004, en la UDO, existe un teatro con su nombre, sitio en el que andaba como en su propia casa y donde la vi por primera y última vez. La vi de cerquita, me tropecé con ella mientras arrancaba una cayena para ponérsela en su oreja izquierda. Yo también estaba en el liceo.

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POR MABE CHACÍN

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